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El desarrollo idiomático del niño (Parte I)

El camino del niño hacia la conquista del idioma comienza en el vientre de la madre. Según investigaciones recientes se sabe que si la madre y el padre le hablan al niño, o le leen cuentos durante el proceso del embarazo, éste reconocerá las voces de sus progenitores al nacer, puesto que el lenguaje es el primer patrimonio familiar que recibe el recién nacido; le acompaña desde la cuna hasta la tumba, y es la herencia, a veces la única, que se transmite de generación en generación.
Víctor Montoya | 29/02/2016
El desarrollo idiomático del niño.

El camino del niño hacia la conquista del idioma comienza en el vientre de la madre. Según investigaciones recientes se sabe que si la madre y el padre le hablan al niño, o le leen cuentos durante el proceso del embarazo, éste reconocerá las voces de sus progenitores al nacer, puesto que el lenguaje es el primer patrimonio familiar que recibe el recién nacido; le acompaña desde la cuna hasta la tumba, y es la herencia, a veces la única, que se transmite de generación en generación.

El niño, apenas nace, grita porque tiene hambre, dolor o molestias. Los gritos se diferencian y los padres aprenden a diferenciar los gritos para saber qué es lo que tiene o quiere. “Con un grito entra el niño en la vida -dice Otto Elgelmayer-. Las expresiones sonoras durante los primeros días y semanas (mezclados con gritos, más tarde sonidos y gorjeos), que ocupan en un principio la mayor parte de la vigilia, son acciones instintivas tan certeras en su aspecto funcional como el mamar” (Elgelmayer, O., 1970, p. 112).

El desarrollo del lenguaje infantil, en el período prelingüístico (aproximadamente hasta los 5 meses), se manifiesta a través de ruidos y balbuceos; un gesto que, si el niño está alegre, se transforma en risa. Durante las primeras semanas, el niño emite sonidos que sirven como señales en su ámbito y aprende a identificar la voz humana. En la etapa del balbuceo comienza a articular sonidos aislados a manera de garabato verbal. A los 2 meses es capaz de diferenciar las voces de su entorno y los sonidos fuertes de los débiles. Después produce todos los sonidos que puede emitir la voz humana y enlaza sílabas con vocales abiertas (a, e, o), consonantes explosivas (p, b, d) y consonantes nasales (m, n). La primera vocal que aprende es la (a) y la consonante (b, d, m y p) cuya unión forman las sílabas: ba, da, ma y pa. Por eso la primera palabra que cae de su boca, como fruto maduro, es la palabra “mamá”, cuya pronunciación conlleva varios significados: “mamá, mira”; “mamá, lleva”; “mamá, viene”; “mamá, ¿dónde estás?”; y así sucesivamente. “Desde el punto de vista ‘lógico-conceptual’, las frases mono-verbales, según su función de denominación y juicio, son conceptos universales, esquemas lingüístico-conceptuales, análogos a los esquemas gráficos en los comienzos del dibujo infantil. Así, ‘guau-guau’ es un concepto universal de todo lo que tenga cuatro patas; ‘auto’, de todo lo que rueda; ‘hombre’, de todo lo que muestre una cara humana” (Elgelmayer, O., 1970, p. 115).

Cerca de los 6 meses aparecen las llamadas “pseudo palabras”, compuestas de algunas sílabas unificadas por el acento, la entonación y una articulación única. El cambio cuantitativo y cualitativo en el lenguaje del niño, entre los ocho y doce meses, se refleja en el surgimiento de un fenómeno lingüístico que se podría denominar “fonética sintagmática”. Es decir, “se reproduce la estructura sonora de la palabra o solamente el esquema silábico de la palabra acentuada, sin intento alguno de aproximación al sonido real (ejemplo: ‘nanana’ por ‘medicina’). Característica particularmente esencial de este período es la arbitrariedad del lenguaje (que, por lo demás, no se extiende a la pronunciación de sonidos aislados). En este período los sonidos adquieren una característica relevante, o sea que la composición sonora del lenguaje del niño es correlativa a la composición sonora del idioma correspondiente” (Petrovski, A., 1980, p. 201).

En el período “mono-verbal”, tanto en lo fonético como en lo semántico, el niño produce palabras onomatopéyicas, que expresan deseos y hechos concretos, ya que el desarrollo idiomático y motriz están interrelacionados. Después aprende a pronunciar palabras compuestas por los sonidos reflexivos. Este aprendizaje se realiza sin que el niño se dé cuenta de ello, repitiendo las palabras que escucha en su entorno. Estas palabras, que en principio no tienen sentido para el niño, cobran poco a poco su significado cabal.

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