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“La escuela como reflejo de la sociedad”. (Parte II)

El pedagogo brasileño Paulo Freire, al referirse a la pedagogía del oprimido, dice: la pedagogía de la clase dominante es un instrumento que sirve para conservar el status quo de la sociedad dividida en clases, en tanto la pedagogía del oprimido es un instrumento liberador del oprimido y del opresor. “La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión, y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente libertad.
Víctor Montoya | 1/09/2007
Reproducción social

La escuela, en el marco general de la sociedad, hunde sus raíces en determinadas estructuras sociales, históricamente concretas, y contribuye a la reproducción de éstas. Es decir, la clase social que controla el poder económico y político determina las formas de enseñanza/aprendizaje, puesto que en una sociedad dividida en clases, la educación está también dividida en clases.

Para Erich Fromm, “la función social de la educación es la de preparar al individuo para el buen desempeño de la tarea que más tarde le tocará realizar en la sociedad; esto es, moldear su carácter de manera que se aproxime al carácter social, que sus deseos coincidan con las necesidades propias de su función. El sistema educativo de toda la sociedad se halla determinado por este cometido; por lo tanto, no podemos explicar la estructura de una sociedad o la personalidad de sus miembros por medio de su proceso educativo, sino que, por el contrario, debemos explicar éste en función de las necesidades de una sociedad dada” (Fromm, E., 1982, p. 313).

Esto implica que el individuo no es lo que es, sino lo que la sociedad quiere que éste sea, o dicho de otro modo, el fin de la educación consiste en enseñarle al individuo a no afirmar el Yo. El niño debe aprender no sólo a quedarse callado cuando ha sido injustamente reprimido, sino también a soportar en silencio toda suerte de recriminaciones. “Por otra parte, muy pronto en su educación se enseña al niño a experimentar sentimientos que de ningún modo son suyos; de modo particular, a sentir simpatía hacia la gente, a mostrarse amistoso con todos sin ejercer discriminación crítica, y a sonreír. Aquello que la educación no puede llegar a conseguir se cumple luego por medio de la presión social” (Fromm, E., 1982, p. 268).

El hecho de que los textos de enseñanza contravengan los objetivos esenciales de la escuela: los principios de la democracia, la solidaridad y la tolerancia, es una prueba de que los paradigmas de la educación son análogos a las relaciones oprimido-opresor. Tanto el autor de los libros de texto como el educador son productos de la sociedad a la cual representan, y no máquinas repetidoras de conocimientos imparciales; más aún, si consideramos que la educación no es objetiva ni neutral, sino una acción política consciente o inconsciente, y cuyos objetivos reflejan los intereses de la clase dominante. El pedagogo brasileño Paulo Freire, al referirse a la pedagogía del oprimido, dice: la pedagogía de la clase dominante es un instrumento que sirve para conservar el status quo de la sociedad dividida en clases, en tanto la pedagogía del oprimido es un instrumento liberador del oprimido y del opresor. “La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión, y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente libertad” (Freire, P., 1978, p. 53).

La escuela adoctrina al educando conforme éste acepta sumisamente el sistema político o ideológico representado por el educador, fenómeno normativo del cual no se salvan ni los países que creen tener un sistema democrático de gobierno y una educación apolítica; así que el educando acaba siendo un consumidor pasivo de una enseñanza previamente elaborada por la superestructura, cuyos conocimientos empaquetados deben ser asimilados de memoria, para luego ser reproducidos mecánicamente cuando sean necesarios.

Según Emilio Durkheim, el sistema de valores y normas de una sociedad deben ser aprendidos por los miembros de ésta, adoptando en el individuo la forma de una conciencia colectiva, pues la educación no es más que la socialización metódica. La constante presión que sufre el niño es la presión del propio medio social, el cual quiere formarlo a su imagen y semejanza, mientras los padres y maestros sólo cumplen la función de mediadores de los objetivos que persigue la superestructura.

El educando no puede transgredir lo determinado por los poderes de dominación; por el contrario, deben respetar la propiedad privada de los medios de producción y las leyes protectoras del Estado, aunque éste sólo defienda los intereses de la clase que detenta el poder político.

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