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Uso audífonos… ¿y qué?

Salgo temprano a caminar, y si anotara en un papel la cantidad de personas que veo desde entonces y durante todo el día con audífonos “tatuados” a sus oídos, pudiera sorprenderme al final de la jornada.

¿Que por qué lo hago?, me responde el primero de los jóvenes que interrogo en mi andar. “Déjese de muela con eso de que me voy a quedar sordo… Lo hago para estar con el ritmo pegado, con la música buena”.

Por poco te atropella aquel auto, que no dejó de tocar el claxon para avisarte, le digo. “Sí, es verdad… Le subí mucho el volumen, pero el chofer podía haber pitado más fuerte”.

Retornó la melodía a sus oídos y siguió caminando. En la acera de enfrente una pareja compartía el cable de unos audífonos, y en vez de conversar preferían esta conexión que los alejaba de los demás mientras tarareaban la melodía.

¡Muchacho, por favor, déjame pasar, que tengo que bajarme en esta parada!, casi le gritó aquella señora a quien le impedía el paso hacia la puerta de la guagua horas después. No podía escucharla pues unos audífonos de los que desbordaba Qva Libre no se lo permitían.

El ruido es hoy uno de los contaminantes atmosféricos o acústicos más agresivos, un elemento distorsionador que irrumpe en el ambiente que nos rodea y ocasiona un deterioro en nuestra calidad de vida.

Las nuevas tecnologías han invadido nuestra cotidianidad y nos la han acomodado un poco. Los audífonos, en tanto accesorios que se instalan en diversos dispositivos para “individualizar” la preferencia musical, son un ejemplo de ello. Con su uso ganamos en privacidad y nos mantenemos al margen de lo que nos rodea, si así lo queremos.

Sin embargo, no son pocas las advertencias emitidas por la Organización Mundial de la Salud a partir de recientes pérdidas de audición y casos de hipoacusia en jóvenes, sobre todo. El ruido ambiental, principalmente en zonas urbanas, es la causa principal, pero el uso sistemático y prolongado de los audífonos es ya una situación preocupante para médicos y científicos, como lo es para psicólogos y sociólogos que ven una barrera contra la comunicación.

En los últimos años, entre los grupos sociales de mayor riesgo y más afectados por la contaminación acústica están los jóvenes por el uso excesivo de dispositivos como los reproductores de mp3 y los teléfonos celulares, así como por su constante asistencia a discotecas y sitios de diversión donde la música suele escucharse en niveles excesivamente altos.

Exponerse a más decibeles de lo “normal” ocasiona daños en la estructura del oído humano, afirmala doctora Yanisleydis Alemán Sixto, especialista de primer grado en Otorrinolaringología en el Hospital Calixto García, en la capital cubana. “Una afectación en cualquiera de las estructuras del oído interno puede provocar un trauma acústico, tal como sucede cuando pasamos la noche en una discoteca, trabajamos en una fábrica o escuchamos música a un volumen elevado con audífonos. El uso indiscriminado de estos, por ejemplo, provoca daños en las células ciliadas”.

Estudios realizados por especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Fisiológicas en Japón y en la Universidad de Münster, en Alemania, también ratifican lo dañino que es escuchar música a altos volúmenes y con el uso de estos accesorios.

Según los investigadores, esa práctica puede ocasionar cambios neurofisiológicos a la hora de discriminar claramente los sonidos, aunque el umbral de audición sea normal. “Se trata de alteraciones auditivas relacionadas con la nitidez del sonido y no pueden ser detectadas mediante las pruebas usuales de audición, en las que se examina una serie de tonos aislados y en un medio ambiente silencioso”, destaca el reporte.

El nivel de energía en el oído se mide en decibeles, agrega Alemán Sixto, y cuando un sonido se encuentra entre los 70 y los 90 decibeles no es considerado nocivo para el sistema auditivo humano. “Un susurro, por ejemplo, puede registrar aproximadamente 15 decibeles, el rumor suave del trabajo de una oficina, cerca de 40; una conversación normal, hasta 60, y el ruido de la calle puede llegar a 90”.

Otro de los perjuicios causados fue comprobado en un estudio de científicos de la Universidad de Leicester, Inglaterra, que fue publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Es la primera vez que se observa a nivel celular el daño que causa el volumen alto, destacan los expertos, quienes aseguran que someternos a la escucha de ruidos o música a altos volúmenes mediante audífonos daña la mielina, la capa que recubre las células nerviosas encargadas de transmitir las señales de sonido al cerebro.

La exposición a ruidos fuertes durante un tiempo prolongado debe ser evitada con medidas de protección, insiste la doctora cubana, quien comenta que los trabajadores en las fábricas, en las labores de asfaltado y reparación de calles y en otras esferas deben usar obligatoriamente protectores auditivos.

Es común la cefalea, la sensación de tener los oídos taponeados, entre otros síntomas, cuando nos exponemos a un ambiente ruidoso por primera vez, indica la también Máster en Urgencias Médicas. “Estos malestares desaparecen cuando cesa la exposición pero si es constante por razones de trabajo, digamos, se llega a la adaptación y ya los síntomas no se sienten, y con el tiempo esa persona tendrá una pérdida de la audición que no se recupera, ocasionada por ese trauma acústico”.

Alemán Sixto asegura que puede instaurarse una hipoacusia neurosensorial, que no podemos revertir con tratamiento farmacológico ni quirúrgico. “Los jóvenes no se percatan de que muchos reproductores de música tienen un alcance hasta de 120 decibeles y exponernos a esa cantidad, incluso con audífonos extra-auriculares, puede ser muy peligroso”.

¿De qué manera podemos contrarrestar los efectos negativos del uso de los audífonos? Para esta especialista, “es recomendable utilizar los dispositivos portátiles a un volumen de menos de la mitad de su máxima capacidad, y hacerlo también durante un período no mayor de dos horas diarias. En caso de que ya se presente algún nivel de daño auditivo por esta causa, se debe acudir de inmediato al médico, aunque lamentablemente, en la mayoría de los casos, el daño es ya irreversible, por lo que debemos prevenirlo conscientemente.

Diversos estudios avalan la tesis de que se pueden generar infecciones si se escucha música con audífonos mientras se practica ejercicio físico. Especialistas del Instituto Mexicano del Seguro Social advierten, por ejemplo, que la no ventilación de los oídos cuando estos son taponeados con audífonos mientras corremos o practicamos algún deporte trae consigo la acumulación de la humedad y el sudor en el conducto auditivo externo, lo que puede ocasionar una infección aguda o crónica”.

Para la doctora Alemán Sixto es importante destacar que los audífonos son de uso personal y no deben ser compartidos, por normas elementales de higiene. Introducir cuerpos extraños en los oídos siempre será un factor de riesgo, acota, por lo que debemos evitar el uso de ganchos, palillos o cualquier otro objeto para retirar la cerilla, cuya función bacteriostática y protectora es fundamental.

Son los jóvenes el grupo social de mayor exposición a estos padecimientospor su “adicción” a la música en altos volúmenes durante un tiempo prolongado. Vivir de espaldas a estos peligros no les va a librar de padecer enfermedades auditivas que en la actualidad se manifiestan en menores de 20 y no en personas mayores de 50, como sucedía antes.

Alexis Benítez García, especialista en Otorrinolaringología del Hospital Infantil Ángel Arturo Aballí, de La Habana, afirma que los jóvenes de 15 a 29 años son los más expuestos a sufrir pérdida auditiva. "Al igual que otros órganos, el oído envejece y el sometimiento a las desiguales condiciones sonoras produce una pérdida prematura de este órgano.

"Cuando pase el tiempo los más nuevos oirán a los 40 años como una persona de 60, debido al abuso en la exposición al ruido de las discotecas y lugares recreativos, y al uso impropio de reproductores musicales a alto volumen con audífonos intrauriculares", asevera el especialista, quien destaca que la proliferación del uso de auriculares, que colocan la fuente del sonido muy cercana al órgano de la audición,y el alto volumen con que suele escucharse la música con estos dispositivos, son la causa para que dentro de poco ya no oigan".

Aunque muchos piensan que solo se afecta el sistema auditivo, los especialistas consideran que cuando se detecta la sordera en un paciente ya este ha convivido con una permanente alteración nerviosa, desórdenes digestivos, insomnio, agresividad, fallos de la visión, hipertensión arterial y bajo rendimiento productivo.

¿Ajenos al mundo?

Más allá del peligro sanitario al que podemos exponernos con el uso indiscriminado de los audífonos, ¿cuánto pueden afectarse nuestras relaciones interpersonales?

Abundan estudios como los desarrollados por investigadores de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, que señalan las ventajas del uso de las nuevas tecnologías para contrarrestar el aislamiento social, pues se favorece la diversidad de contactos sin importar las distancias físicas, aunque quienes están cerca se alejan.

Los jóvenes siempre serán defensores del uso de los audífonos pues con ellos se personaliza y privatiza el consumo sin forzar a los demás a ser partícipes de él ni tener que “disfrutar” nosotros de lo que no nos interesa, asevera la socióloga Yolaida Duharte López, miembro del grupo de trabajo de Participación y Consumo Cultural del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello.

Para Dhuarte López, “escuchar música es un entretenimiento y es una manera de aprovechar el tiempo cuando caminamos o cuando esperamos en un lugar, pero no puede hacernos olvidar el mundo que nos rodea. No podemos cruzar una calle o montar bicicleta sin tener en cuenta que debemos escuchar las bocinas de los vehículos y la gente alrededor, y eso es, ante todo, sentido común.

“Cuando se solicita un servicio, al menos, hay que quitarse los audífonos. No todos lo hacen y por ello se habla en voz alta, y aunque la persona nos conteste no la escuchamos. De esa manera establecemos barreras entre los dos y no mostramos respeto”.

Cada uno tiene una buena dosis de responsabilidad social cuando hace uso de cualquier equipo, dispositivo o accesorio, agrega la investigadora, con quien coincide Hamlet López García, máster en Psicología Social y también trabajador del Juan Marinello.

En el caso del consumo de música es preferible ver a las nuevas tecnologías como nuevas mediadoras de viejos comportamientos, añade López García. “No hay diferencias en términos conductuales entre escuchar el mp4, el walkman o aquella grabadora gigantesca de seis pilas que conocieron nuestros padres, o incluso un viejo tocadiscos. Depende de los sentidos subjetivos que le dé el sujeto a su objeto y, por tanto, de los significados de ostentación, gozo estético o aislamiento que le otorgue”.

En lo concerniente al uso de los audífonos de manera indiscriminada, puntualiza el psicólogo, hay que tomar en cuenta diversos factores, como pueden ser el tipo de música que se escucha, a qué volumen, cuánta atención se le presta… los cuales serían condicionantes importantes a la hora de emitir criterios y estudiar situaciones.

“No son las tecnologías las que nos hacen menos o más humanos, menos o más atentos a lo que sucede a nuestro alrededor. La responsabilidad es del sujeto que las usa”, concluye

www.cubacontemporanea.com
19/05/2015

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