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Trastorno disocial de la conducta (parte VII)

Se estima que en los varones la prevalencia es de entre un 9 y un 16 %, y entre las mujeres sería de entre un 2 y un 9%. También es importante considerar la existencia de características diferenciadas en el tipo de conductas que muestran mujeres y hombres para establecer diferenciaciones de género en el fenotipo de estos comportamientos.
Boris Isla Molina | 15/03/2006
Prevalencia

Se ha producido un incremento durante las últimas décadas principalmente en los núcleos urbanos, lo cual puede estar relacionado al deterioro progresivo de la calidad de vida en las ciudades. Desde el surgimiento y auge de las ciudades durante fines del XVIII y comienzos del XIX se ha producido un proceso de poblamiento incesante, debido a la migración de personas del campo a la ciudad, debido a las posibilidades laborales que brindaba el surgimiento de una naciente clase burguesa (de la ciudad) que demandaba mayor mano de obra y de servicios, etc. Durante el siglo XX el enclave estratégico de la ciudad fue adquiriendo características de sobresaturación, esto significó que se produjesen diferenciaciones socioterritoriales al interior de la ciudad de manera concéntrica en función de los sectores más poderosos y los terrenos más saludables, así los mejores territorios fueron ocupados por las personas ricas y el resto de los territorios fueron ocupados por las demás personas ubicándose a los alrededores en terrenos de menor calidad. Esta diferenciación se tradujo posteriormente en diferenciación en accesos a servicios, alimentación, educación, etc. y es un proceso cuyas extensiones todavía se acomodan en nuestra sociedad. Existe una gran cantidad de gente excluida del acceso a los beneficios de la ciudad, hacinamiento, ruidos, smog, atochamientos, etc. Todo esto se traduce en mayores niveles de strees, difusión de limites familiares, culto al hedonismo debido a la hipervalorización de lo privado en desmedro de lo público, la sobreinformación, etc. hoy el vórtice que genera la vida moderna es abrumador y demanda muchas exigencias a las familias actuales, exigencias que muchas veces son imposibles de cumplir.

Se cree que a nivel de la población general la prevalencia de los trastornos disociales alcanza desde un 1% hasta un 10%. Es bastante más frecuente en hombres que en mujeres, la proporción sería de más o menos 4:1.

Se estima que en los varones la prevalencia es de entre un 9 y un 16 %, y entre las mujeres sería de entre un 2 y un 9%. También es importante considerar la existencia de características diferenciadas en el tipo de conductas que muestran mujeres y hombres para establecer diferenciaciones de género en el fenotipo de estos comportamientos.

En los varones suelen presentarse comportamientos con un mayor grado de agresividad que en las mujeres incurriendo frecuentemente en robos, peleas vandalismo y problemas de disciplina escolar. Pareciera ser los contenidos de las conductas disociales son modulados socialmente, en tanto que la socialización de los roles de género cuenta con diferencias en la orientación de las actividades según los sexos. Se ha identificado en este sentido que los niños son orientados a tareas más activas que las mujeres, las que por el contrario son orientadas a actividades de carácter más pasivas. Esta tendencia ha tendido a disminuir en la medida en que se han debilitado las diferencias entre los roles de género en nuestra sociedad, y hoy día es cada vez más evidente la incursión de niñas en acciones más activas y en el caso de las niñas con Trastorno Disocial conductas con un mayor correlato de agresividad.

Sin embargo, en la mayoría de los casos las mujeres aún son socializadas en una pauta un tanto más pasiva que la de los niños varones, por lo que se explica la ausencia de conductas de agresividad abierta en las niñas con Trastorno Disocial. Sin embargo el nivel de "agresión" que existe en las conductas de las niñas no deja de ser elevado, pero con una forma de expresión más sutil, por ejemplo muchas niñas utilizan el rechazo social como forma de acción dañina hacia sus compañeras. El nivel de violencia implícito en estas conductas es comparable con el daño de la agresión abierta expresada por los niños varones, o bien algunas veces puede llegar a ser peor. Otras conductas desarrolladas por las niñas pueden ser; mentiras, ausentismo escolar, consumo de tóxicos y prostitución.

Los niños están mucho más expuestos a ser víctimas o victimarios en acciones de violencia explícitas, por lo tanto es también mucho más notorio en el sistema institucional, a diferencia de las niñas que se ven envueltas en formas de agresión disimuladas y sutiles que hacen más difícil aún detectar su presencia. Esta puede ser una variable importante a la hora de reflexionar en torno a la prevalencia de este trastorno. Algo sí es muy claro, este trastorno constituye uno de los más diagnosticados en los contextos de desarrollo infantil, por lo que constituyen una problemática de bastante interés en los investigadores y profesionales de salud y educación.
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