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Perfil del profesorado. (Parte VII)

Cuando estamos en el aula tenemos una comunicación directa con el alumno a través de "feedback" constante, vemos sus gestos, movimientos y oímos sus comentarios y preguntas. Esto hace que aunque hayamos preparado minuciosamente la sesión de clase, podamos adaptar nuestro discurso a las necesidades del momento y podamos modificar de forma improvisada la dirección del mismo o incluso su contenido completo.
Gaspar Ferrer Soria | 15/06/2008
Aplicar las T.I.C. diseñando actividades que las integren como herramienta en el estudio del tema .

Desde mediados de los ochenta se vienen realizando estudios sobre el impacto de los nuevos instrumentos tecnológicos en la educación. Varios de esos estudios reflejan que un alto porcentaje del profesorado se considera menos capacitado que los alumnos para trabajar con las T.I.C. Es un dato que se da en EEUU, Francia, Reino Unido y también en Aragón. Pero al tiempo existe la conciencia del reto y la inquietud por tomar posturas adecuadas ante él, incluso en algunos casos con desasosiego.

Cuanto más no producirá pensar en tener que diseñar actividades con el ordenador, pero eso no es tan complicado como parece al principio. Podemos empezar por aplicar las actividades ya diseñadas y poco a poco las iremos adaptando a nuestras necesidades. Se puede caer en la tentación de pensar que "ya nos dirán lo que tenemos que hacer" o "ya harán programas que me lo pongan fácil". Nada más lejos de la realidad. Todos sabemos, y en este tema sí que tenemos precedentes, que un cambio en la educación sólo es posible desde las aulas y por tanto desde, con y por los docentes. Sólo existirá esa evolución si se convierte en voluntad de los docentes que así sea. Los ordenadores como tales aparatos llevan ya varios años en muchos centros, no sólo de España y eso no ha producido un cambio en la escuela que los ha albergado, por el mero hecho de estar. El cambio real está en manos del docente.

Tengamos en cuenta demás de que estamos hablando del uso de las TIC como herramienta, y no de la enseñanza de informática. Los conocimientos informáticos los irán adquiriendo en la medida en que los necesiten para solventar situaciones en el camino hacia la consecución de los objetivos académicos, procedimentales o actitudinales.

Pero no nos podemos olvidar de diseñar y hacer uso propicio de materiales didácticos distintos al ordenador. Tiene que quedar claro que el ordenador no tiene porqué sustituir nada, sino que debe complementar y usarse para todo aquello para lo que resulte la mejor herramienta posible, para todo lo demás seguimos teniendo las herramientas, técnicas o metodologías que utilizábamos.

Conocer suficientemente los programas que utiliza y saber explotar su potencial.

Esta es una competencia que a todos nos causa respeto cuando hemos de trabajar con alumnos. Es evidente que debemos manejar con suficiente soltura aquella herramienta que queremos usar en el aula y saber para qué, cómo y cuándo usarla pero la mejor solución suele estar en la colaboración entre compañeros.

Cuando estamos en el aula tenemos una comunicación directa con el alumno a través de "feedback" constante, vemos sus gestos, movimientos y oímos sus comentarios y preguntas. Esto hace que aunque hayamos preparado minuciosamente la sesión de clase, podamos adaptar nuestro discurso a las necesidades del momento y podamos modificar de forma improvisada la dirección del mismo o incluso su contenido completo. La experiencia nos ha enseñando cuales son los puntos cruciales de una determinado contenido o tema y dónde hay que pararse, porque si surge la duda es preciso aclararla antes de continuar.

Con el recurso del ordenador esta actuación se nos dificulta mucho más y todas esas alternativas se limitan y pueden suponer la ruptura total de la actividad. Por tanto la improvisación tiene que quedar aparcada en una gran medida, si no totalmente. Es preciso que la preparación del software y/o el material de apoyo esté pensado de forma que se prevean todos los problemas, variables y dificultades posibles. Y siempre tener un plan B para prescindir de los recursos “eléctricos”.

Resulta indiscutible que para poder aplicar los métodos más adecuados a las necesidades específicas de cada individuo, debe tener un grado de conocimiento lo más profundo posible de todos aquellos recursos didácticos que se puedan poner a su servicio.
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