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La conducta antisocial. Un motivo de educación especial. (Parte II)

La conducta antisocial se caracteriza, entre otros aspectos, por la carencia de habilidades, competencias y estrategias sociales, así como por un aprendizaje erróneo de las relaciones interpersonales socialmente aceptadas de acuerdo a la edad y a la cultura.
CONDUCTA ANTISOCIAL

Aproximación a la definición de conducta antisocial

Cada persona se constituye de una forma determinada en relación a los otros, en un espacio y un tiempo determinados.
Según esto y de acuerdo con las afirmaciones de Freire (1970), las relaciones que mantiene el hombre en el mundo y con el mundo presentan un orden tal que le permite ser diferenciado de los puros contactos animales. Y es que el hombre es un ser de relaciones y no de contactos solamente dentro de una realidad objetiva que le permite ser independiente y poder conocer; el hombre está en el mundo y con el mundo, y este “estar con el mundo” le convierte en un ser de relaciones.

Según Cirillo y Di Blasco, 1991, “el desequilibrio de poder en el que se basa toda relación de abuso no es necesariamente observable. A menudo es el producto de una construcción de significados que sólo resulta comprensible desde códigos interpersonales. Es suficiente que alguien crea en el poder y en la fuerza del otro para que se produzca el desequilibrio, aún cuando desde una perspectiva objetiva no tenga existencia real”.
Para Winnocott (1996) la conducta antisocial se encuentra íntimamente relacionada con la esperanza: cuando el niño o niña manifiesta una conducta antisocial está pidiendo ayuda, intentando recuperar algo que en su momento no tuvo.

La conducta antisocial se caracteriza, entre otros aspectos, por la carencia de habilidades, competencias y estrategias sociales, así como por un aprendizaje erróneo de las relaciones interpersonales socialmente aceptadas de acuerdo a la edad y a la cultura. Según esto, podremos elaborar diferentes concepciones y llevar a cabo distintas intervenciones en función de las diferentes conductas antisociales.

Las personas que muestran una conducta antisocial, se ha mostrado que no dominan las normas sociales adecuadas a los diferentes contextos.
Según Trianes, Mª V., de la Morena, Mª L., Muñoz, A. (1999), las diferentes prácticas de crianza de los hijos, las normas que rigen las interacciones en los diferentes ambientes, los objetivos educativos de los padres, sus valores, sus distintas clases sociales y entornos,…son rasgos esenciales en la conformación de conductas antisociales.
De esta forma, ha de establecer como prioritaria la enseñanza en la adquisición de competencias y habilidades sociales que favorezcan una mayor integración social del sujeto. De lo contrario, cualquier conducta antisocial puede adquirir una forma de manifestación a sus deficitarias relaciones sociales a través de la agresividad como respuesta a sus carencias.

La agresión: su origen

La agresión surge como una conducta resultante de una asociación de ideas, pensamientos y sentimientos que cuando son activadas, se pueden mantener en el espacio y el tiempo, escapando incluso, al control voluntario del individuo.

La agresividad

Las conductas agresivas se pueden expresar de diferentes maneras y manifiestan características que no son estables ni constantes en el comportamiento, por lo que están condicionadas por diferentes estímulos.
Se manifiesta como una forma de comunicación social cuyo fin es la afirmación de la propia identidad y que, en ocasiones se origina de forma independiente al lugar y a la situación.
Un rasgo distintivo de la conducta agresiva es el deseo de herir. Según esto, la víctima proporciona información al agresor de su comportamiento, lo cual refuerza la conducta de este último. Así, se puede diferenciar entre la llamada agresividad hostil o emocional mediante la cual el sujeto tiene firme propósito de hacer daño, y la llamada agresividad instrumental por la cual la intencionalidad no es la de herir, sino que la agresividad se convierte en un medio para obtener un fin.

Mackal ( 1983) desarrolló una serie de teorías explicativas de la conducta agresiva y se pueden resumir de la siguiente forma:

El Dolor (Hull, 1943 y Pavlov, 1963): el dolor es el factor desencadenante de la agresión mediante el cual el sujeto, ante la amenaza, actúa para defenderse. Se establece, de esta manera, una relación directa entre estímulo y respuesta.

La Frustración (Dollard, Millar y col., 1938): según esta teoría la no consecución de un fin provoca un nivel de frustración que se manifiesta en cólera, lo que lleva a herir de forma verbal o no verbal.

Teorías Sociológicas de la agresión (Durkheim, 1938): la causa viene dada por elementos de tipo social.

La Catarsis: surge de las teorías psicoanalíticas de acuerdo con las cuales la catarsis soluciona el problema pues produce una liberación de tensión y una expresión repentina de afecto que permite un nivel de equilibrio y relajación.

Etiología de la agresión: la agresividad se define como una reacción innata e impulsiva producida a nivel inconsciente. Puede ser activa cuando existe un deseo expreso de hacer daño, o pasiva, cuando el deseo es de ser sometido o herido. Este tipo de agresividad, por tanto, no viene asociada a ningún tipo de placer.

Teoría Bioquímica o Genética: el origen de la conducta agresiva se alberga en procesos químicos del organismo donde los niveles hormonales adquieren el mayor
protagonismo.
Además de todos estos factores, se puede señalar también como importantes los llamados factores cognitivos y sociales, según los cuales el sujeto agresivo presenta serios problemas para adaptarse al ambiente. Esto surge por una incapacidad en su adquisición, codificación y expresión de la información ambiental, lo que le lleva a serias dificultades para pensar y actuar en el mundo. Así, las relaciones intra e interpersonales se ven mermadas.
El niño/a agresivo/a llega a un elevado nivel de frustración originado por sus deficitarias relaciones sociales, llegando a adquirir un concepto equivocado del mundo y de las relaciones humanas. Así, se desencadena una conducta hostil contra el mundo y, en ocasiones, contra si mismo. Su grado de autoestima no tiene porqué verse dañado.
Todo esto puede desembocar en la búsqueda por parte del niño/a en aquellos individuos que respalden y refuercen su comportamiento agresivo, como una forma de “preservar” sus relaciones sociales y su autoconfianza.

También se han de mencionar otro tipo de variables importantes como son las referidas a la personalidad: los factores de personalidad. El agresor puede mostrar en ocasiones rasgos psicóticos que le llevan a desarrollar el gusto por el peligro y el riesgo en sus relaciones sociales. Presentan alteraciones frecuentes en sus estados anímicos y de conducta y sus sentimientos son variables.
Pero, sin duda, el factor más importante de cuantos mencionados es el factor ambiental y dentro de este situamos el ambiente familiar.
La familia se presenta para el individuo como el modelo a seguir y que implicará la adquisición de unos aprendizajes de valores, conductas, hábitos, roles,…que luego éste generalizará al resto de los ambientes y situaciones. Por tanto, las diferentes variables que inciden en la etiología familiar son entre otras:
1 la ausencia de marcos de referencia de comportamiento social y familiar
2 la actitud negativa entre padres e hijos
3 el temperamento del niño/a en interacción con la dinámica familiar
4 la práctica de disciplinas inconsistentes
5 la carencia de control por parte de los padres
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