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La empatía en la terapia del habla y el lenguaje. (Parte V)

Además la conexión con el paciente potencia el establecimiento de una alianza terapéutica que permitirá que el terapeuta y el paciente estén de acuerdo sobre los objetivos y prioridades de la intervención lo que redundará en una mayor adhesión al tratamiento.
Ramiro Campos | 15/08/2009
3. LA EMPATÍA EN EL PROCESO DE TERAPIA

Como ya se ha comentado anteriormente la empatía hace referencia a la habilidad para ponerse en el lugar del otro y desde ahí, comprender sus emociones, pensamientos y conductas, dándoles a entender que les comprendemos (Weiner, 1975). Como señalan Ruiz y Villalobos (1994) Un terapeuta empático ha de ser capaz de entender adecuadamente no sólo los pensamientos y sentimientos que el paciente está expresando, reconociendo su significado, sino también las implicaciones emocionales, conductuales y cognitivas que tienen en su vida. La importancia de esta habilidad en el desarrollo terapéutico se plasma de diferentes formas, ayudando su presencia en los distintos momentos de la intervención, así como se puede ver dificultado y entorpecido el proceso cuando hay una carencia de dicha habilidad por parte del terapeuta.

3.1. La facilitación del proceso mediante la comprensión empática

La comprensión empática del terapeuta del lenguaje afectará al proceso de terapia de diversas maneras y en diversos momentos. Puede en un primer momento favorecer la colaboración del paciente, que al sentirse comprendido y entendido colabora de forma activa en el proceso bien proporcionando información relevante que ayuda a la evaluación, realizando los registros y comprometiéndose en la terapia.
La Terapia de lenguaje requiere para que se alcancen los resultados terapéuticos de la participación del paciente ya que es fuera de la sesión donde se ponen en práctica y ejercitan las estrategias y recursos mostrados en la consulta.
Además la conexión con el paciente potencia el establecimiento de una alianza terapéutica que permitirá que el terapeuta y el paciente estén de acuerdo sobre los objetivos y prioridades de la intervención lo que redundará en una mayor adhesión al tratamiento. La presentación de la información de forma inteligible, cercana al problema que presenta la persona mediante ejemplos tomados de su vida facilitará la comprensión y el acuerdo que se intensificará si el terapeuta respeta las críticas, objeciones o reservas que en un primer momento puede plantear el cliente.

Además la comprensión de la visión y vivencia del cliente facilitará la selección de las estrategias, adaptando el proceso de terapia al ritmo que la persona precisa, graduando cuidadosamente las dificultades de forma que la consecución de pequeños logros sirvan de aliciente para el mantenimiento del trabajo en la resolución de las dificultades. Se buscará por tanto la flexibilización necesaria para ajustar la intervención a la idiosincrasia del paciente de tal manera que la persona se perciba colaborando en la toma de decisiones lo que incrementará su responsabilidad en el proceso y reducirá la posibilidad de abandono.
Por último, la comprensión empática del terapeuta facilitará el abordaje al cambio presentes en todo proceso terapéutico, al explorar los sentimientos y percepciones del paciente que pueden estar en la base de sus dificultades.
La superación de estas situaciones problemáticas depende en gran medida de la forma que tienen los terapeutas de abordarlas. Las personas se suelen mostrar más dispuestas a seguir indicaciones e instrucciones cuando se encuentran en un entorno terapéutico cooperativo y no controlador.

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