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“Victoria habla… ¿Inglés?” (Parte II)

A diferencia de lo que muchos creen, Lucía valida la forma en la que Victoria se expresa, considerando que quizás sea “otra lengua” que ella desconoce pero que existe y que es posible ser aprendida.

 Acto seguido, su madre se río con la ternura que despierta una niña que es capaz de ver en su compañera grandes habilidades que otros adultos ni siquiera pueden advertir. De alguna manera, esta pequeña pudo descubrir que Victoria, a veces, pareciera que hablase otra lengua; pero no cualquier lengua, sino una que es valiosa y que ella quisiera hablar también para poder comprenderla mejor.

 
Qué interesante resulta esta interpretación que Lucía realiza respecto de la manera de expresarse de Victoria, en tanto no supone que ella “habla mal” sino que, en algunas oportunidades, es ella misma quien no puede entenderle; pero no por ello, menosprecia su modo de hablar. Por el contrario, anhela poder comunicarse mejor; por lo cual, desearía hablar su mismo “idioma” para que los intercambios sean más efectivos.
 
A diferencia de lo que muchos creen, Lucía valida la forma en la que Victoria se expresa, considerando que quizás sea “otra lengua” que ella desconoce pero que existe y que es posible ser aprendida.
 
Como siempre, el deseo de comunicarse, el respeto por las diferencias y el amor pueden convertirse en un antídoto capaz de curar o aliviar cualquier problema o dolor. Así Lucía ha demostrado que para hacer lazo con otro, basta con desearlo e intentarlo; que para entender un discurso que puede sonar diferente, alcanza con estar atenta y disponible; que cuando no logramos comprender lo que alguien intenta decirnos, no siempre se debe a que esa persona no se expresa “correctamente” sino a nuestras propias dificultades para poder entender las “diferencias”; que podemos hablar “códigos distintos” pero que la verdadera comunicación trasciende cualquier lengua posible; que el afecto que siente por su amiga jamás podría impedir vincularse con ella; que sus palabras pueden sonar extrañas y no respetar demasiado las normas previstas por la Real Academia Española pero que sin embargo, poco cuenta si uno desea genuinamente comunicarse con alguien.
 
Así, esta niña que no sabe siquiera una pizca de Lingüística, es capaz de advertir que el lenguaje como sistema de comunicación universal y natural de todo ser humano afortunadamente, también desconoce algunas sutiles reglas y diferencias. El lenguaje que nos atraviesa y nos constituye como sujetos entiende más de vínculos y lazos, que de normativas estructurales y funcionales que suponen los modos correctos de hablar, decir o expresar. De lo contrario, el encuentro entre Victoria y Lucía hubiese sido apenas una ficción y las diferencias entre sus decires hubiera condicionado la oportunidad de sentirse afectadas por lo que cada una de ellas tenía para decirle a la otra. Por fortuna, Victoria pudo animarse a hablarle y por suerte, Lucía pudo atreverse a escucharla. Ojalá que los adultos también seamos capaces de corrernos de esos supuestos lugares de saber para atender respetuosamente el decir de una niña que tiene mucho por decir pese al modo en que pueda hacerlo…
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