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Afasia. Modalidad aumentativa y alternativa de comunicación. (Parte II)

El proceso funcional de aprendizaje debe tener la capacidad para recibir, codificar, almacenar, evocar, relacionar, analizar y manejar la información, de manera que pueda surgir desde dentro el razonamiento, la correlación, la idea.
Nestor Pardo | 1/02/2005
Comunicación de acciones básicas.

Algunos individuos con afasia severa presentan graves deficiencias cognitivo - lingüísticas que inciden sobre las diversas modalidades comunicativas. A menudo tienen severas dificultades para tomar la iniciativa y responder a los tópicos conversacionales, ni siquiera utilizando gestos no verbales, indicaciones manuales u otros movimientos del cuerpo.

La intervención terapéutica podría basarse en el uso de preguntas cerradas, del tipo sí o no. Durante la mañana mientras la persona se viste, por ejemplo, el interlocutor indica sobre una lámina, que puede estar en la pared, una figura referente al clima del momento y fotografías o dibujos representativos de diversos objetos o prendas de vestir. La persona con afasia puede identificar lo que piensa ponerse, asintiendo con la cabeza u otra parte de su cuerpo cuando el interlocutor lo señala. Esto mismo puede hacerse en las horas de alimentación, etc.

Situaciones controladas de comunicación:

Algunas personas con afasia no tienen la habilidad lingüística para iniciar una conversación, pero sí pueden espontáneamente indicar lo que necesitan. No obstante, corren el riesgo de aislarse socialmente.

Estas personas tienen la posibilidad de participar en una serie de interacciones comunicativas estructuradas o conversaciones de rutina si los interlocutores utilizan elementos facilitadores, en situaciones cotidianas específicas, como por ejemplo, listas de palabras escritas (o con dibujos) con temas sobre los que se quiera conversar.

El lenguaje.

Las tres funciones neuropsicológicas básicas del ser humano son: Praxias, Gnosias y Lenguaje. La aparición de éstas, parte de la capacidad que tiene el ser humano para aprender y son a la vez las fuentes fundamentales para continuar aprendiendo. La adquisición y el perfeccionamiento del lenguaje, están estrechamente asociados con la evolución del movimiento. Cada pequeño traslado o cambio de posición de nuestro cuerpo, no solo trae consigo todo un mensaje, sino que también contribuye a que las estructuras anatómicas encargadas de la aparición del habla, cumplan su función.

Entre las características más fascinantes de nuestro cerebro se destaca su capacidad para modificar constantemente su propia función en respuesta a las experiencias, que se presentan de segundo a segundo. Es decir, la posibilidad de recordar y aprender. El aprendizaje hace referencia a los procesos por medio de los cuales adquirimos nuevo conocimiento acerca de los sucesos del mundo que nos rodea.

El proceso funcional de aprendizaje debe tener la capacidad para recibir, codificar, almacenar, evocar, relacionar, analizar y manejar la información, de manera que pueda surgir desde dentro el razonamiento, la correlación, la idea.

Para recibir información, la atención juega un papel clave. En la misma se distinguen tres factores básicos: a) el estado de activación, alerta o vigilia (encendido del sistema); b) la detección del estímulo (mecanismos por los cuales se identifica la entrada de una señal); y c) la orientación hacia él (respuesta motora en la búsqueda del estímulo).

Después de la detección del estímulo, debemos reconocerlo y discriminarlo. Es decir, saber de dónde proviene, definir su tipo: gustativo, olfativo, auditivo, visual, propioceptivo, interioceptivo, etc. y comprenderlo. En esto consiste la Gnosia: es el reconocimiento del estímulo con base en la información que ya se tiene y el contraste con otros estímulos, para diferenciarlo. Así, se pueden definir Gnosias simples como el color y Gnosias complejas, como el reconocimiento de una palabra en un idioma determinado.

La Gnosia puede ir al tiempo u ocasionar una Praxia. Es decir, la planificación de un movimiento coordinado desde el cerebro para realizar una acción determinada. Hay Praxias simples, como indicar o mover un dedo, hasta Praxias tan complejas como expresar una oración hablada o escrita.

El Lenguaje, a su vez, necesita de Gnosias y Praxias para su realización. Como facultad de la mente humana implica la capacidad para codificar o descodificar un mensaje, mediante mecanismos que permitan transformar ideas, emociones y conceptos en Praxias, previo el reconocimiento de los estímulos internos y externos que nos inducen a la comunicación. Tal facultad se operacionaliza o implementa, mediante una estructura neuropsicológica conformada por una red de alta complejidad de mecanismos y centros nerviosos especializados genéticamente en:

· la organización de la producción y el reconocimiento de las cadenas sonoras del habla;
- las reglas que gobiernan el ordenamiento secuencial de las palabras en frases y oraciones;
- y el sistema de significado que se adhiere a éstas, como consecuencia de las experiencias cotidianas y la interacción social del individuo en una variedad de situaciones comunicativas

Es importante señalar que los centros cerebrales relacionados con el lenguaje se formaron y evolucionaron a medida que el hombre necesitó una comunicación más eficaz para la supervivencia de la especie y la tecnificación del trabajo. Luria (1978) indica que el lenguaje se pudo originar en la actividad productiva y surgió bajo la forma de movimientos manuales abreviados que representaban ciertas actividades laborales y gestos señalizadores mediante los cuales los humanos se comunicaban entre sí. Sólo en el curso de un periodo histórico muy largo en el cual, generación tras generación, fueron aparciendo dispositivos neurológicos cada vez más especializados, se llegó a realizar la disociación entre gesto y sonido. Los sonidos que el hombre primitivo emitía reiteradamente en una situación determinada provocaban una actividad analítico - sintética diferenciada de los analizadores auditivo y fónico - motor. La satisfacción de sus necesidades, posterior a tal conducta, reforzaba la correspondiente reacción vocal, así como la adecuada imagen acústica, afianzando en la corteza las asociaciones útiles (Spirkin, 1962). Durante este proceso, se desarrolló un complejo código verbal mediante el cual era posible no sólo representar objetos separados, sino abstraer la acción y la cualidad, categorizar a los objetos, representar sus relaciones más complejas y transmitir sistemas globales de conocimiento. El lenguaje, entonces, surge por la necesidad que tiene el hombre de relacionarse con sus semejantes y explicar su acción en el mundo.

DeConde (1984) expone que la capacidad para atender al discurso hablado, comprender, recordar y relacionar lo que se escucha, de tal manera que se den las respuestas apropiadas, involucra una serie de procesos intrincados que ocurren automáticamente en la mayoría de los individuos. Para que suceda una efectiva comunicación, el cerebro, a través de la red del sistema nervioso central, debe recibir, transmitir, descodificar, clasificar y organizar toda la información auditiva antes de llegar a la comprensión. La integración funcional para esa tara tiene lugar de una manera rápida y precisa aún cuando el ruido de fondo y otras alteraciones de la señal (forma de hablar y ambiente) creen interferencias. Este fenómeno neurológico se suele llamar procesamiento central auditivo.

En el hombre actual es evidente la disociación de los lados izquierdo y derecho del cerebro desde los primeros días de vida, lo cual ha sido comprobado por Molfese (1977), entre otros, mediante estudios sobre la amplitud relativa de respuestas auditivas evocadas sobre los lóbulos temporales. Studdert - Kennedy (1987) reporta que muchas investigaciones descriptivas y experimentales han establecido que la capacidad percepto - motora del habla se atribuye al hemisferio cerebral izquierdo en más del 90 % de los adultos normales. En otras palabras, éste tiene mayor capacidad de resolución para discriminar la información situada en la zona baja del espectro sonoro (Ardila, 1984) como es el sistema fonético de códigos (Luria, 1981); es decir, para el manejo de los sonidos del habla. El derecho, por su parte, descodifica las señales correspondientes a los ruidos del ambiente, el timbre y el sistema rítmico - musical. Sin embargo, los dos deben actuar en perfecta armonía, ya que por ejemplo, el discurso hablado consta tanto de una serie de formantes sonoros muy específicos, como de un ritmo dado que en conjunto permiten la comprensión del mensaje que porta en su interior.

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