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La acción comunitaria en salud mental. Multiplicadores y multiplicados. (Parte II)

El trabajo comunitario en salud mental es entonces más que una política, más que una estrategia, una necesidad demandante. No hacemos trabajo comunitario por un afán de socialización, porque queremos ser “sociales”, sino porque la demanda real de socialización es intrínseca al problema mismo y por ende a las búsquedas de soluciones probables.
En la base de dichas experiencias encontramos un conjunto de consideraciones fundamentales que a continuación intentaré al menos formular declarativamente.

En primer lugar, la certeza de que son las comunidades los actores reales de la posible solución de sus problemas, de la búsqueda de alternativas de mejoramiento. Coincidimos, de manera total con la idea de que “...the community culture...is an important consideration in the design and delivery of services. The challenge ...is to enhance competence by learning about the communities...and incorporating this knowledge into their framework...” (Stroul B., Friedman R.M., Hernández M., y otros. 1996.p.598). Son los agentes comunitarios quienes tienen que construir sus propios cambios. Es desde las necesidades de las comunidades, desde sus demandas reales que se construye un espacio probable y factible de actuación. Los especialistas somos mediadores y facilitadores de dichas actuaciones pero nunca sustituyendo, suplantando, la función que corresponde a los actores.

En esta dirección formulamos seis principios estructurales y funcionales básicos del posicionamiento del (los) profesional (es) en un abordaje comunitario.

POSICIONAMIENTO PROFESIONAL

1. La disposición a la concesión y a la relación transaccional.
2. El mantenimiento de una justicia de la equidad relacional.
3. La conformación de una relación de poder participativo y plural.
4. El encuentro y la priorización de intereses comunes.
5. El libre ejercicio de la contradicción y la diferencia.
6. La supeditación a los intereses reales de la comunidad.

En segundo término aparece como un lugar de especial cuidado el que se inscribe desde la propia noción de “salud mental”. Habría al menos tres miradas claras en las que dicho concepto se presenta como nuclear:

1. La mirada clínica médica, en la que el concepto se asocia a la presencia ausencia de disturbios emocionales más o menos severos. La salud mental esta en la diferenciación, la distancia relativa, de la enfermedad, siendo esta última el objeto real de trabajo. La acción básica es, obviamente, asistencial. Sus procedimientos de acción: las herramientas profesionales (diagnóstico, intervención, psicoterapia, orientación, rehabilitación, etc.), por lo que la extensión de la acción depende del volumen de profesionales.

2. La mirada laboral educativa o formativa, sustentada en la función intelectual adaptativa. Aquí hacemos referencia sobre todo al desarrollo de capacidades con énfasis en la adaptación a las condiciones reales de vida. La salud mental desde esta perspectiva incluye la acción sobre la preparación de las personas y el mejoramiento de las condiciones objetivas de su vida. El aumento de la empleabilidad, las habilidades de gestión de recursos, el ingreso en le mercado de intercambios, etc.

3. La mirada sociopersonal constructiva. Hoy se afirma por muchos especialistas y se reconoce que aproximadamente el 50 % del mejoramiento de la salud poblacional depende del estilo de vida, el 20 % de la genética, otro 20 % del estado del medio ambiente y sólo el 10 % de la salud pública tradicional (atención médica). Se hace evidente la necesidad de un cambio en lo que a estrategias de salud mental se refiere. Se trata precisamente del paso decidido a una orientación socioprofiláctica en la que se intensifica el proceso sociocomunitario. El discurso ha de ser prioritariamente de atención primaria, de humanización de las prácticas médicas, psicológicas, psiquiátricas.

Aún cuando cada una de estas nociones tiene mucho importante que decir, y considerando incluso que no necesariamente ellas se excluyen entre si, es sobre todo en la última, en la mirada sociopersonal constructiva, donde me reconozco en lo que a mis prácticas profesionales de los últimos años se refiere y donde reconozco necesidades y posibilidades en los contextos reales en que trabajo en mi país.

La estrategia de Salud de Cuba a largo alcance se ha centrado en un amplio plan de jerarquización de niveles de atención que va desde la comunidad primaria, de residencia, como eje organizativo primario de las acciones de salud, hasta los niveles de atención especializada. En la definición general del modelo cubano de salud, un peso fundamental esta dado a los niveles primarios de atención. Es así que de suma importancia resulta el trabajo de Promoción y Educación para la salud, encarnación fundamental de los modelos de actuación profilácticos o preventivos.

En los últimos años, las definiciones de las Políticas de Salud han pasado a considerar especialmente el valor de las prácticas de EDUCACIÓN y PROMOCIÓN de Salud, definidas sobre todo en términos de los necesarios cambios en los estilos de vida, noción esta que apunta esencialmente al sujeto, a la persona. Junto a esto se llama la atención sobre la “prevención de enfermedades”, definida sobre todo como la protección contra las amenazas del ambiente, lo que significa, inevitablemente la acción mancomunada de las Instituciones de Salud, las personas, las comunidades, etc. como actores, gestores, responsables de su salud. En la Primera Conferencia Internacional de Promoción de Salud, realizada en Ottawa en 1986 con el patrocinio de la OMS se señala que de lo que se trata es de facilitar el proceso según el cual se puede movilizar “a la gente para aumentar su control sobre la salud y mejorarla…para alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social… ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente”. Para lograr verdaderamente esto es imprescindible comprender que el desarrollo de la Salud no es tarea exclusiva del llamado Sector Salud. La Educación y Promoción de la Salud no lo son tampoco. La Salud es tarea de todos. La Educación y Promoción de salud son también autoeducación y participación.

A diferencia de los enfoques asistenciales, se trata aquí de enfoque preventivos. Si los primeros tratan de “grupos específicos” (los profesionales) brindando servicios a “grupos generales” (la población), los preventivos hablan de grupos que se multiplican, de actores de una acción común en la que se trata de ser “multiplicadores y multiplicandos”.

Partiendo de estas consideraciones no es difícil comprender porque “la Organización Panamericana de la Salud ha definido la promoción de la salud como el resultado de todas las acciones emprendidas por los diferentes sectores sociales para el desarrollo de mejores condiciones de salud personal y colectiva para toda la población en el contexto de su vida cotidiana” (OPS. 1992. pg. 1). Esto esta directamente relacionado con las políticas de salud, las medidas ambientales, los servicios de salud, las organizaciones comunitarias, y lógicamente con los individuos, con sus actitudes y aptitudes personales, sus creencias, su subjetividad.

No es casual entonces que en la experiencia actual de una buena parte de los profesionales de mi país, hablar de Salud Mental supone una mirada inevitable desde lo comunitario. Las prácticas socializadoras se presentan como componentes ineludibles de las acciones de salud mental. Así, el trabajo comunitario en salud mental es realizado en los niveles primarios de organización de la sociedad, y obviamente es acompañado y apoyado por todo el sistema de salud y lo que probablemente resulta de gran importancia es que también es acompañado por otros componentes de la red nacional de instituciones gubernamentales y no gubernamentales. La tesis de partida es que la garantía de la salud mental es sobre todo la generación de aquellas condiciones de desarrollo personal, físico, social, educativo y cultural que tiendan a facilitar el crecimiento de hombres y mujeres creativos, con capacidad para la autogeneración del desarrollo, para la toma de decisiones, para la realización de los proyectos personales y sociales.

En nuestra comprensión técnica, el camino pasa esencialmente por tres tipos de gestión: la gestión de salud, la gestión de educación y la gestión de comunicación.

Pero esto, que tiene que ver con razones de orden institucional o estratégicas tiene una razón también desde lo conceptual, desde el conjunto de presupuestos cosmovisivos que fundamentan nuestro trabajo. Intentando resumirlos de manera esquemática preciso los siguiente aspectos:

SUSTENTOS COSMOVISIVOS

1. “Los erizos nacen sin púas” – Sin desacreditar los factores orgánicos, las problemáticas dominantes de salud mental son esencialmente el producto de la acción de los factores ambientales, educativos, de las dinámicas de los grupos de inclusión (familia, trabajo, comunidad, amigos, barrio, etc.). Por ende su abordaje correctivo y preventivo ha de ubicarse en este mismo ámbito.

2. “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” – Es en la generación de las condiciones favorables que está la máxima capacidad para tender a un desarrollo sano y armónico de las personas. Todo ser humano es el y sus circunstancias. En espacios de bienestar el crecimiento pleno y feliz no solo es más probable, sino más estable y trasmisible.

3. “Amor con amor se paga” – El establecimiento de climas afectivos sociocomunitarios favorables, de nexos afectivos positivos y fuertes, la cultura del diálogo, de la tolerancia, de la comprensión mutua y de la solidaridad, son vías regias para el logro de una mejor salud mental poblacional.

4. “Un problema mal planteado no tiene solución” – Es en la comprensión adecuada de la salud mental como un fenómeno sociopsicológico, cultural y económico que podemos encontrar los límites de nuestras prácticas y su real capacidad de cambio. Pero no para limitarnos, sino para hacer participes de nuestra misión a otros sectores de la vida del país.

5. “Ninguna medicina cura lo que no es capaz de curar la felicidad” – El asunto esta sobre todo en los modos de vida, los estilos de vida. Es sobre ellos sobre los que hay que actuar.

El trabajo comunitario en salud mental es entonces más que una política, más que una estrategia, una necesidad demandante. No hacemos trabajo comunitario por un afán de socialización, porque queremos ser “sociales”, sino porque la demanda real de socialización es intrínseca al problema mismo y por ende a las búsquedas de soluciones probables.

Me gustaría ahora compartir con ustedes lo que pudiera llamar algunas exigencias o características metodológicas, de encuadre, en nuestro accionar comunitario.

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