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Educar es agitar la vida.

La escuela, como espacio ha tenido que adaptarse, hacer de faro observador e intentar acomodarse en la medidas de sus posibilidades; acercarse más a la comunidad donde está inmersa, para poder dar respuestas acordes a estos tiempos.

"La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle."

​María Montessori.

La educación siempre ha representado un gran desafío. Los grandes hitos educativos, las corrientes pedagógicas han dejado un gran espacio a nuevos ideales, inquietantes y a veces muy elocuentes; el replantearse el marco curricular, la figura del educador como facilitador, los alumnos/as que son personas en evolución y que merecen un acompañamiento de calidad, que están en un mundo donde se dan cambios vertiginosos y nos obligan a pensar que estamos frente a un gran paradigma.

A veces esos paradigmas nos llenan de preguntas, inquietudes, dudas profundas y existenciales, que merecen ser tenidas en cuenta y darse respuesta.

La escuela, como espacio ha tenido que adaptarse, hacer de faro observador e intentar acomodarse en la medida de sus posibilidades; acercarse más a la comunidad donde está inmersa, para poder dar respuestas acordes a estos tiempos. Muchas veces, la escuela ha estado sola, mostrándose como una sombra desfigurada que intenta restablecerse, dar opinión, estar segura de que quiere cambiar y tomar las riendas del progreso. También ha tenido que escuchar a cada una de las opiniones de los agentes comunitarios, para hacer una escuela viva, donde el alma de la misma, no se concentre únicamente en la figura del educador o educando, sino que tenga presente, el latir de padres y madres, profesionales y alumnos/as, entre otros. Pensar en comunidad, a veces suena lejano, otras veces, a cortas distancias, parece tener un latido más rítmico e inclusivo. 

La figura del educador requiere de compromiso, de responsabilidad, de trabajar desde la escucha activa, la creatividad en el proceso enseñanza y aprendizaje, y sobre todo desde la horizontalidad de la figura, para poder llegar a todos/as. A veces, a los educadores se les pide "milagros", se les deposita en sus manos las llaves de la educación, de una manera vertical, casi autoritaria. No debemos olvidar que la Escuela, la hacemos todos/as, cada uno aportando lo suyo, haciendo un acordeón intergeneracional, en donde se articule y suene con armonía, precisión, organización y sentido común.

Los alumnos y alumnas, en el presente tienen otras necesidades comunicativas y relacionales. Ellos y ellas, viven en una generación de tecnología y redes, que a los adultos se nos escapa de las manos. No tenemos que aislarlos, o esconder la cabeza, por el contrario, debemos ofrecerles espacios de desarrollo. Por ello, es importante que se abran a nuevos conocimientos, que participen de las redes sociales de manera responsable y segura y que sean capaces de buscar nuevos retos de aprendizajes que sean funcionales, que les sirvan para su accionar diario y constructivista, en donde el conocimiento se nutra del intercambio, del trabajo en equipo, de la comunicación asertiva y de el respeto hacia los otros/as.

Muchas veces vemos realidades de Escuelas, que nos espantan,  que nos dejan con la boca abierta, porque se minimizan los recursos físicos y profesionales, emocionales, sociales, ambientales.

Escuelas que incluso no tienen forma de escuelas, que luce lo antiguo: las paredes descascaradas, las humedades, el pizarrón que casi la tiza no es capaz de escribir. Todos somos responsables. No debemos mirar a otros lados, tenemos que focalizar esas escuelas, hacerlas más visibles, darle presencia e importancia, trabajar conjuntamente, mano a mano con la comunidad educativa y barrial, reivindicar  y solidarizarnos con sus paredes. En ocasiones solo se trata de  poner un granito de arena, cada uno de los integrantes de la comunidad, o abrirnos a otras comunidades para que nos acompañen en el proceso de embellecer y dar luz a la Escuela.

La educación debe ser una prioridad, estar en los primeros escalafones de recursos, en debates políticos, ministeriales y de la calle.

La educación tiene que ser una apuesta no tan solo al conseguir lograr objetivos en los infantes, sino también en hacer que la cultura se luzca, que los pequeños, los adolescentes, que asisten se sientan orgullosos de sus escuelas, de que sean en un futuro miembros activos, con ganas de modificar, aquello que no les termina de convencer. Solo de esta manera, la Escuela será un espacio en donde los valores, las destrezas, las habilidades y las aptitudes sean una realidad posible.

La pedagogía no se escapa a esta línea. Las universidades tienen que formar educadores/as con motivación, independientes para opinar y decidir, con inquietudes para desarrollar proyectos que sean inclusivos, que se tengan en cuenta a todos los niños/as. Profesionales que quiten etiquetas sociales y que potencien la mirada honesta entre los participantes de la comunidad educativa. Todos y todas incluidas en la Escuela, significa ni más ni menos, que tengan las mismas oportunidades y también los mismos derechos y obligaciones.

El video del Educador Cesar Bona, propone desde un punto de vista práctico sumergirnos a una realidad viable, posible, cercana, en donde todos los agentes son protagonistas. Proyectos que dan luz, que tienen vida propia, que invitan a reflexionar, a soñar...

Quiero cerrar, dejando unas preguntas, que si bien son muy generales, puede abrir muchas aristas y reflexiones que optimicen y potencien propuestas adaptadas a la realidad:


¿Qué educación queremos? ¿Qué facilitadores necesitamos para hacer realidad una escuela integrada a la comunidad?

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