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Pragmática y sintaxis.

En la primera mitad del siglo pasado, el semiótico Charles W. Morris (1938) concibió el estudio de la Teoría de los signos, o semiótica, a partir de tres disciplinas: la sintaxis, la semántica y la pragmática. La sintaxis atendería a la relación formal entre un signo y otro; la semántica, los vínculos entre los signos y los objetos a los que se refieren; y se ocuparía de la relación entre los signos y sus intérpretes, la pragmática.
1. ¿Qué es la pragmática? [1]

En la primera mitad del siglo pasado, el semiótico Charles W. Morris (1938) concibió el estudio de la Teoría de los signos, o semiótica, a partir de tres disciplinas: la sintaxis, la semántica y la pragmática. La sintaxis atendería a la relación formal entre un signo y otro; la semántica, los vínculos entre los signos y los objetos a los que se refieren; y se ocuparía de la relación entre los signos y sus intérpretes, la pragmática. Esta última abarcaba todos los fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que tienen lugar en el funcionamiento de los signos. Con palabras más sencillas, la pragmática estudiaría todo lo relacionado con el uso de la lengua. [2]
Esta primera propuesta de pragmática no tuvo consecuencias inmediatas en el desarrollo de la lingüística. La necesidad de una disciplina que se ocupara del uso de la lengua nace de un hecho posterior. En la década de 1960, Charles J. Fillmore, George Lakoff, James D. McCawley y John Robert Ross, entre otros, intentaron desarrollar dentro de la nueva gramática generativa una corriente que se denominó "semántica generativa". Estos lingüistas pretendieron resolver como gramaticales problemas de significado que acababan de exponer filósofos del lenguaje como John Austin, John Searle, Peter F. Strawson o H. Paul Grice. Después de unos años de desarrollo, el fundador y guía de la escuela generativa Noam Chomsky atacó con firmeza los fundamentos de la semántica generativa y mantuvo que muchas de las cuestiones que se intentaban dilucidar quedaban lejos de las posibilidades de un estudio riguroso del lenguaje como el que él pretendía, esto es, un estudio fundamentado esencialmente en las propiedades sintácticas de la gramática. Por este motivo, desterró estos asuntos fuera de los confines de la gramática, a un terreno que ocupaba aquella disciplina que había propuesto la semiótica, pero que no se había desarrollado: la pragmática.
A partir de la década de 1970 los lingüistas que se han ocupado del estudio del uso de la lengua han procurado delimitar el objeto de la pragmática buscando unas bases teóricas con las que dar cuenta de los problemas que se les presentan. En la actualidad buena parte de esos investigadores considera que la pragmática no es un componente de la teoría lingüística como puedan ser la fonología, la morfología, la sintaxis o la semántica, tampoco pertenece a las disciplinas que relacionan el lenguaje con la realidad extralingüística como la psicolingüística, la sociolingüística o la neurolingüística. La pragmática, en su opinión, constituye una perspectiva de estudio que puede ocuparse de cualquiera de estas disciplinas.
Tomemos, por ejemplo, un problema en apariencia puramente gramatical. Un hispanohablante tiene la posibilidad de unir un adjetivo en función de atributo con un sujeto bien por medio del verbo ser, bien por medio del verbo estar. [3] Así, se puede decir Juan es gordo y Juan está gordo. Esta elección puede tener restricciones semánticas: un adjetivo como inteligente se predicará por medio del verbo ser y un adjetivo como descalzo, por medio del verbo estar. Pues bien, esta elección puede tener también motivos pragmáticos. Hemos dicho antes que con un adjetivo como gordo se pueden utilizar los dos verbos, pero considérense los siguientes ejemplos:

(1) a. Marlon Brando # [4]es/ está gordo.
b. Helmut Köhl es/ #está gordo.
c. Juan es/ está gordo.

En estos casos las circunstancias son distintas, a Marlon Brando lo hemos conocido delgado por interpretaciones en películas antiguas y preferimos decir que está gordo, aunque sepamos que nunca va a volver a adelgazar; en cambio, a Köhl sólo lo conocemos desde su etapa de canciller alemán, cuando ya era una persona gruesa y decimos de él que es gordo. Por último, Juan, persona a quien no conocemos, puede ser gordo o estar gordo, precisamente por esta ausencia de restricción contextual. En definitiva, gramaticalmente gordo es un adjetivo que admite los dos verbos copulativos, no obstante, este hecho se puede estudiar desde una perspectiva pragmática y comprobar que existen limitaciones en el uso real.

 

Referencias

[1] Esta investigación ha sido financiada por el proyecto BFF 2000-1438 de la DGICYT. Agradezco a Marina Fernández Lagunilla los comentarios a una primera versión de este texto.
[2] Libros sobre pragmática en español o traducidos a esta lengua son: Briz (1998), Calsamiglia Blancafort y Tusón Valls (1999), Calvo Pérez (1994), Escandell Vidal (1996), Fuentes Rodríguez (2000), Gutiérrez Ordóñez (1997a, 1997b, 2000a, 2000b), Levinson (1983), Moeschler y Reboul (1994), Reyes (1990, 1995), y Reyes, Baena y Urios (2000).
[3] Permítaseme olvidar el verbo parecer y los otros verbos con usos copulativos.
[4] Este signo, que se denomina “sostenido”, no indica que un enunciado sea agramatical, sino que es pragmáticamente extraño, es decir, que es costoso encontrar un contexto en el que se pueda comprender.

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