Principios de educación intercultural.

Bases de un modelo de identidad para centrar el proyecto pedagógico.


Antes de poner en movimiento el engranaje de la acción pedagógica, es fundamental conocer, en concreto ¿qué queremos conseguir? que modelo de persona tenemos dibujado en nuestro interior, para poder diseñar las acciones educativas. Sin éste dibujo previo, es normal que exista un desconcierto, porque faltan parámetros para valorar si actuamos adecuadamente.

La inmigración es un fenómeno, que genera un nuevo replanteamiento de la organización social. Para algunas personas, ello implica un desafío, ya que implícitamente hay una pérdida de poder económico, político, social e identificatorio o cultural.

Sobre la diferencia entre multiculturalidad e interculturalidad, es una cuestión de matices, en el cual, el primero se limita a cohabitar en un espacio y en el segundo, es decir, interculturalidad, se fija en la cualidad de las interacciones entre los diversos grupos que cohabitan. Por lo expuesto, no podemos caminar hacia una sociedad multicultural, porque ya lo somos, lo que sí podríamos decir es que tenemos que pensar en una sociedad intercultural. Este planteo, genera una cierta indefinición en el modelo. Por ello, se debe reflexionar sobre la necesidad de repensar la identidad y se ha de hablar de la función de la tolerancia.

Considero que el abordaje del proyecto pedagógico, se ha de centrar en un modelo de identidad pluricultural. “la interculturalidad es un paradigma que valora de una manera nueva, las diferencias existentes en grupos sociales, que son portadores de diferentes culturas y que conviven en un mismo espacio. El objetivo es la revalorización de la diferencia, intentando superar la desigualdad, para crear las bases de una sociedad respetuosa.”(1)

Se desprende de éste postulado, que la educación intercultural es un valor esencial; que persigue, como herramienta de trabajo, un perfil de persona respetuosa y tolerante,en las diferentes maneras de vivir; que se sienta identificada con la comunidad y cultura que le circunda, y que sea capaz de ver otras perspectivas culturales, en donde se respete las diversas maneras de entender el mundo. Sin duda, el modelo que tenemos presente, nos ayudará a diseñar las actuaciones educativas, programarlas de acuerdo a las necesidades y demandas del grupo y realizar transiciones, acompañamientos y ajustes necesarios.

Es importante incorporar el concepto que nos define: que “la cultura no es un todo homogéneo, ya que está en constante proceso transformador, flexible y de cambios progresivos”. (2) Este principio, si lo desglosamos como eje, nos puede ayudar a comprender y aceptar la diversidad cultural.

“La cultura se genera y se articula siempre sobre la base de experiencias personales, que se producen en el ámbito local y la familiaridad siempre ganan la partida a lo global y a lo extraño, pues lo global, sólo puede penetrar en lo local si se reduce a algo familiar y comprensible”. (3)

Cuando hablamos de las actitudes que se persiguen en la persona, diríamos que en éste modelo, sería primordial que participe y se enriquezca, con una actitud abierta, una escucha activa y crítica constructiva de la realidad que le rodea; el compromiso social y actitud crítica frente a la desigualdad, exclusión social por diferentes formatos: raciales, culturales, religiosas, lingüística, etc.

Si nos encaminamos a un modelo constructivista, “las identidades culturales no son un hecho, sino productos” (4) Por ello, éste modelo, le facilitará muchas estrategias para superar conflictos y prejuicios y podrá elaborarlos, a través de procesos de mediación, acuerdos y dinámicas igualitarias. El diálogo, el respeto mutuo, el intercambio, son grandes aliados para abordar actitudes que fomentan estereotipos culturales.
Sería conveniente, hacer una revisión crítica de la propia identidad (análisis crítica de la realidad inmediata) y desde un punto de vista conceptual, se debe hacer referencias a modelos consolidados.

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