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Juego y prevención.El juego en psicopedagogía (parte 3)

El juego favorece el desarrollo de múltiples habilidades y funciones en el niño en el plano cognitivo, social, emocional y también motriz. Cuando el niño nace, se encuentra con su madre en el juego y luego, a través del juego continúa conociendo su entorno. En el encuentro dentro del juego, es reconocido y aceptado corporalmente, lo que es la base para su posterior conciencia de si mismo (Verden Zöller, 1994). Posteriormente y a través del juego, el niño sigue vinculándose con el mundo externo, con los otros y consigo mismo como respuesta a esa exploración previa y relación lúdica. A través del juego el niño combina elementos, explora su entorno y descubre nuevas posibilidades, sin correr los mismos riesgos que en la vida real (Bruner, 1998).

También el adulto, encuentra en el juego un campo más distendido, dentro del cual puede ir ensayando diferentes roles, estrategias, posturas, habilidades. El fracaso en el juego, implica de alguna manera el recomienzo de otro, lo que permite repetir y recrear nuevos juegos y nuevas estrategias dentro del mismo. Al mismo tiempo, el juego ofrece al adulto un espacio de mayor distensión, equilibrando su persona, permitiendo encontrarse con los demás y recreando un espacio de mayores posibilidades vitales. En el ámbito laboral, sobre todo en lo relativo a capacitación, en donde se integran actividades lúdicas, el juego, con su reflexión posterior, permite con la ayuda del coordinador, encontrar y descubrir el puente entre las actividades propuestas y los objetivos a cumplir en el trabajo cotidiano (Öfele, 2002 (a)). En el juego, quedan reflejados los modos de vincularse, los estilos de comunicación, los modos de enfrentar conflictos, que remiten a las modalidades en la vida real, por lo que el adulto puede luego reencontrarse con estos aspectos, reflexionando sobre los mismos, abriendo caminos para una mayor comprensión y posterior modificación en el caso que sea necesario.

Teniendo en cuenta los dos párrafos anteriores, el juego ofrece un espacio ideal desde la prevención. Por un lado permite el desarrollo de la inteligencia, no porque jugando automáticamente uno se vuelve más inteligente, sino porque a través de la experimentación que favorece el juego –en cuanto a material, personajes, estrategias, combinaciones de lenguaje, etc.- el niño y el adulto puede ampliar su campo de acción (Flitner, 1986). La flexibilidad que promueve el juego, favorece con el tiempo también una mayor plasticidad en la vida real. Si bien los aprendizajes logrados dentro del juego, están en primer lugar al servicio del juego y del jugar, y tampoco está demostrado que los mismos se trasladan directamente al campo real, la práctica continuada de diversos juegos y del jugar en general, promueven tanto en el niño como en el adulto, una disposición diferente, más plástica, frente a los conflictos que surgen en la cotidianeidad. Por ello, la implementación del juego, el mayor respeto por el mismo, la conciencia de su importancia, etc., permitirán prevenir mayores riesgos y dificultades posteriores. A través del juego se logra el despliegue de mayor cantidad de recursos a los cuales podemos recurrir frente a las situaciones adversas y desconocidas, en el momento de resolver problemas, etc. La forma lúdica es un modo de abrir ventanas, no a realidades inmediatas, sino lejanas, a las cuales jugando uno en cierto modo se traslada (Yepes, 1996).

¿Pero cuál es entonces nuestra función como psicopedagogos teniendo en cuenta las posibilidades del juego desde la prevención?

La función psicopedagógica no se remite únicamente al trabajo terapéutico como ya mencioné al comienzo. Nuestra intervención no debe ser únicamente cuando el conflicto ya está instalado, sino que deberemos promover situaciones que prevean los mismos y creen las condiciones necesarias para que los mismos no lleguen a concretarse. Consecuentemente el juego y la promoción de una mayor conciencia sobre sus posibilidades es una de nuestras funciones que podrá desarrollarse desde diferentes áreas.

En lo educativo, estrictamente desde la escuela, donde nuestra tarea es más preventiva que terapéutica, podremos promover la inclusión del juego en una gama variada de niveles de expresión. Csikszentmihalyi (1997), en su investigación de personalidades creativas, se sorprende que la escuela no haya influenciado aparentemente este proceso. La escuela más bien aparece como amenazante a la curiosidad. La inclusión del juego en la escuela, se justifica desde distintos ángulos: desde la visión de los niños, desde la posibilidad de favorecer un vínculo más distendido también entre docentes y alumnos, ofreciendo un conocimiento diferente de los niños por parte de los docentes en vistas a un futuro, desde una mejora curricular más adecuada a la necesidad evolutiva de los niños (Öfele, 2002 (b)). De allí que una de nuestras tareas posibles será formar a los docentes, dándoles las herramientas necesarias para una mayor conciencia de la importancia del juego, no sólo en la infancia como tal, sino también en la tarea pedagógica que diariamente desempeñan. La posibilidad de observar el juego en el ámbito escolar, nos dará también nuevos elementos para conocer a los niños, comprender conflictos, situaciones diversas que remiten a la comunidad educativa en general. A partir de allí, podremos realizar o promover los cambios necesarios.

También en la comunidad en general, especialmente entre los padres, es necesario promover una mayor conciencia del juego, de la importancia de la variedad de juegos para los niños, de aquellas señales que nos dan los niños a través del juego evidenciando dificultades más o menos serias, etc. La creación de espacios lúdicos en diferentes áreas de nuestra comunidad, permitirá brindar un espacio a los niños y, por qué no, a los adultos, para expresarse, desarrollar la creatividad, resignificar diferentes situaciones, que, al no ser traumáticas, se pueden resolver dentro del jugar en el intercambio con los demás jugadores. La función psicopedagógica estará en adecuar estos espacios a las necesidades no sólo evolutivas de los jugadores, ya sean niños, jóvenes o adultos, sino también en relación a los materiales, las modalidades de los juegos, la importancia de otros jugadores, etc.

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