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La Educación Inicial pensada desde la Ética.

Como el nivel inicial, puede, en este contexto, promover la formación de sujetos que gradualmente vayan construyendo su autonomía, su capacidad de decidir, de escuchar al otro, de defender sus ideas. Porque no podemos desconocer, que estas instituciones educativas, jardines maternales y jardines de infantes, se hallan inmersas en esta contradictoria pero desafiante realidad.
La Educación Inicial pensada desde la Ética.

Abstract de la ponencia sobre Valores en el Nivel Inicial, dictada por la docente en el marco del Post- grado de Actualización para docentes de Inicial que se dicta en el mismo establecimiento.
Noviembre 2004. Instituto Superior Modelo Lomas.


Intentando abordar la construcción de la ciudadanía desde la edad más temprana, no podemos dejar de remitimos a la Ética. La ética, en griego "éthos", significa costumbre. Cicerón la traduce al latín como "rnoris", en castellano "moral". Por tanto,. etimológicamente>, ética y moral,_ significan la mismo. Sin embargo, filosóficamente, ética y moral aluden a cuestiones diferentes.

La moral es previa a la ética, y se trata de una norma de valores y creencias que se da en cada grupo de seres humanos y exige su cumplimiento. Todos los pueblos tienen una moral determinada.

La ética es una disciplina filosófica que estudia y teoriza acerca de estos mandatos morales. Por ello el ámbito de la ética siempre es el del deber ser.

Y aquí nos encontramos frente al punto nodal que pretendemos abordar, cómo se da e1cumplímiento de la norma:

·Por Derecho, sin cuestionar, por coerción.
·Por heteronomía moral, sumisión y obedecimiento irracional.
·Por autonomía moral, es decir cumplimiento racional, comprensión y aceptación de la norma.

En la actualidad, nos encontramos frente a una realidad compleja, desbordante de problemáticas económicas, sociales, políticas y educativas. Estos tiempos posmodernos, nos hablan de una “modernidad líquida”, una cultura occidental carente de relatos, de perfil megalómano, con aires de superioridad. Una cultura occidental que no posibilita el diálogo, que sufre un fuerte etnocentrismo cultural, que no acepta “lo diferente”, que padece la ausencia de utopía.

Pensar en estos tiempos tan violentos, complejiza nuestra labor de comprender cómo, entonces, se construye la ciudadanía desde la edad más temprana. Como el nivel inicial, puede, en este contexto, promover la formación de sujetos que gradualmente vayan construyendo su autonomía, su capacidad de decidir, de escuchar al otro, de defender sus ideas. Porque no podemos desconocer, que estas instituciones educativas, jardines maternales y jardines de infantes, se hallan inmersas en esta contradictoria pero desafiante realidad.

Y es aquí donde apostamos al cambio, a la formación de ciudadanos autónomos, desde la infancia.

Para poder repensar estas cuestiones quisiera compartir con ustedes el legado de un filósofo, del cual sólo tenemos noticias por las obras de Platón (s. V aC).

Sócrates, filósofo ateniense, es inspirado por el oráculo de Delfos, con el precepto “conócete a ti mismo".

De esto, se trataba, su vida, su enseñanza. Sócrates cuida su alma para mejorarla, implicando esto una inagotable tarea, un constante examen de conciencia. Sócrates tenía conciencia tan solo de una cosa, de su ignorancia. “Sólo se que nada sé”, esta premisa lo convertía en el hombre más sabio de Atenas.

Este filósofo debía cumplir una misión de escrutador de conciencias y estimular a todos a efectuar su propio escrutinio, Sócrates se dirigía, en los gimnasios, en el ágora, en las calles, en los banquetes, no hacía distinciones de clase, oficio o edad, aunque sí era selectivo con sus discípulos (a pesar de que uno de ellos fue el peor de los Treinta Tiranos de Grecia). Sócrates tenía una misión moralizante, exhortaba a hacer el bien, demandaba políticos comprometidos con la virtud y la justicia, pero que sobre todo, antes de dedicarse a lo “público” se conocieran interiormente.

Pero el cómo hacía esto Sócrates también resulta relevante para nosotros como docentes, ya que la “mayéutica” invitaba al discípulo a construir el conocimiento. El arte de preguntar consistía en no dar las respuestas acabadas sino invitar y desafiar al otro, por medio de preguntas, a pensar, resolver la situación y encontrar una respuesta a modo de investigación racionalmente.

Sin embargo, Sócrates, a pesar de predicar que la felicidad se encuentra en la excelencia moral, no halla un final feliz. Hacia el año 399 a C la tormenta se desencadena. Tres ciudadanos acusan a Sócrates de corromper a la juventud, de negar a los dioses patrios y reconocer otros dioses. La acusación de corruptor de conciencias le vale un juicio que lo encuentra “culpable” y que la pena termina siendo “pedido de muerte”.

De acuerdo con la “Apología" platónica, en el proceso, Sócrates centra su defensa en el relato de su vida y en su misión “enseñante” de filosofar. Tuvo que esperar 30 días en la cárcel, y a pesar de hallarse con cadenas en los pies, continuaba conversando filosóficamente con discípulos y amigos. Uno de ellos, le pedió que huyera, que se fugara para escapar de la muerte. Pero Sócrates, le respondió "No importa vivir, sino vivir bien, y por ello, hacerse culpable de injusticia es peor que la muerte”. El fin de la historia nos dice que Sócrates tomó el vaso contenedor de cicuta, lo vació de un trago y así falleció.



Pensar en el legado socrático es de vital importancia para resignificar estas cuestiones sobre la construcción de la ciudadanía.

Despejándolo del drama que supone esta historia y del altruismo que no pretendemos emular, la idea es reflexionar acerca de cómo vivir en la verdad y en los valores, sin pensar en la coerción, en el obedecimiento carente de sentido. La intención es empaparnos de las máximas de este filósofo ateniense y contagiarnos de su búsqueda eterna hacia la rectitud, tema que hoy en día es completamente abandonado.

Pero pensando en esta cuestión dela virtud, la construcción del conocimiento, la toma de decisión y defensa de esta postura y sus consecuentes acciones, no podemos dejar de remitirnos a la educación. Una educación, como Bruner llama, “puerta de la cultura”, “foro de discusión”, actividad compartida.

Y pensando en sujetos de aprendizaje del nivel inicial, como sujetos pensantes y deseantes, no como remite el término infancia etimológicamente “ahí – no – palabra”, sino en sujetos “con palabra”, con mucho por decir. Pero que “este mucho que decir”, va de la mano de “mucho que pensar” “mucho que sentir”.

Es aquí por demás importante la tarea del nivel inicial y sus docentes. Ya que es en esta etapa donde los niños comienzan a forjar el camino a la autonomía, transitando la difícil tarea de ser libres. Una libertad que solamente puede ser vivida cuando hay respeto, derechos y obligaciones, cuando las normas son acordadas, comprendidas, vividas... por alumnos y docentes.

La formación de “futuros ciudadanos” es la empresa más importante del sistema educativo y comienza en el Nivel Inicial. Lugar que debe promover espacios dialógicos, rondas, relatos, escucha comprensiva, contenidos que estimulen e inviten al desafío de pensar, experimentar, equivocarse. Canciones, juegos y actividades obstaculizadoras cognitivas al igual que movilizantes desde lo emocional. El Nivel Inicial debe constituirse como la apuesta más sólida de la educación, la base por excelencia del futuro, de la vida. Porque la formación de estos sujetos de aprendizaje de 45 días a 5 años demanda docentes comprometidos con su práctica, en búsqueda de su autonomía, con curiosidad, creatividad, con apertura para enriquecer su formación, con capacidad para enternecerse y contener al otro. Ser docente del Nivel Inicial, es una ardua tarea, no trágica como la historia socrática, pero sí exigente, supone reflexionar, poner el cuerpo, ser creativo, tener capacidad de vincularse desde el afecto sin perder de vista los límites. Requiere docentes que no pongan broches, que no manden en penitencia, que no etiqueten a sus alumnos, por el contrario, el Nivel Inicial necesita imperiosamente docentes con capacidad de escuchar, de trasponer didácticamente de forma adecuada, de enseñar valores viviéndolos en el aula, cantándolos, jugándolos.

Esta es la misión de los docentes de Inicial, una educación que no adiestre, ni castigue porque esto conduce a la formación de sujetos heterónomos, imposibilitados a la hora de opinar y decidir. El fin por excelencia del Nivel Inicial es la emancipación, la pedagogía de la autonomía, la constitución de la autoridad pedagógica, la invitación al dialogo, la comprensión, el respeto por las normas y la construcción de la ciudadanía desde la edad más temprana... para que en el futuro no halla sujetos adultos con “broches puestos en la boca” que los callen y sometan sino para que estos ciudadanos ejerzan su poder, puedan elegir, tomar una postura y comprometerse, como diría Sócrates desde la virtud y los valores.

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