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Primera oficina pública de la tartamudez de toda España

En Arroyo de la Luz, como sucede en muchas consultas de España, el médico suele pedirle al paciente que al salir avise al siguiente de la lista. La cosa no tiene mayor intríngulis que decir en alto el nombre de una persona, pero para un tartamudo se convierte en una verdadera tortura pública que les puede llevar casi al sonrojo. Este hecho es solo un ejemplo de las muchas situaciones incómodas a las que se ven sometidas diariamente las personas con esta disfunción del habla de causas todavía no muy claras y que afecta al 2% de la población mundial. Según este porcentaje, en Extremadura habría 20.000 personas con tartamudez. Pero es un problema silencioso, que los afectados ocultan por vergüenza o miedo a incrementar un complejo que, por lo general, es bastante acusado. En Arroyo de la Luz Javier Peguero, lejos de achantarse, ha enfrentado su dificultad para expresarse con fluidez con toda la valentía del mundo. Él ha sido el impulsor de la oficina de la tartamudez, un recurso puesto en marcha hace varias semanas en el centro social de esta localidad y que, financiado con fondos municipales, se ha convertido en el primero de carácter público que funciona en España, tras el convenio firmado por la Fundación Española para la tartamudez. El dato lo da Peguero, a quien su activismo sobre el tema le ha llevado de aquí para allá. Ha sido recibido por el presidente Rodríguez Zapatero, quien se comprometió en eliminar algunas de las trabas que impiden a las personas con tartamudez acceder a determinados empleos.

Obstáculos

El primero obstáculo son los prejuicios. Nacen del desconocimiento, apunta el alcalde de Arroyo de la Luz, Santos Jorna. «Cuando Javier se acercó planteándome esta cuestión yo también desconocía muchas cosas sobre la tartamudez». Ahora Jorna sabe que las personas que tartamudean son tan inteligentes como las que no se traban al hablar. O incluso más, asegura Peguero, que es el encargado de gestionar esta oficina, ubicada en un despacho de la casa de la cultura de Arroyo de la Luz. Churchill, Einstein o Gandhi fueron tartamudos. El desconocimiento genera situaciones como la del médico y otras que se reproducen en la vida cotidiana. A una persona con tartamudez le chirría que sus interlocutores le interrumpan con comentarios como «habla más despacio», «no te pongas nervioso», o que les completen las frases antes de terminarlas. Respetar sus ritmos, escuchar con paciencia y no evaluarles parece ser la primera estrategia para comunicarse con ellos. «Lo importante es lo que se dice y no cómo se dice», apunta Peguero.

Pero el mundo, reflexionan en voz alta Jorna, Peguero y Teresa García-Martín, psicóloga de la oficina, parece no estar preparado para asimilar a los diferentes. Hasta ahora la tartamudez no está tratada por la Seguridad Social. Hay pocos especialistas y el tratamiento está, de momento, muy disperso. Dependiendo del médico de cabecera al que se acerque una persona con esta dificultad le pueden derivar a un especialista u a otro. «Hay casos de personas a las que les han enviado al otorrino o al psiquiatra», dice Peguero. El tratamiento más eficaz es la detección precoz. El comienzo de la tartamudez ocurre en un 80% de los casos entre los dos y los cinco años de edad y por lo general es gradual aunque también puede ser repentino.

Docentes

El de los docentes es uno de los colectivos con más importancia a la hora de detectar la tartamudez. Los niños pasan muchas horas en la escuela y a veces son los maestros los primeros en notar esta dificultad y en llamar la atención de los padres. No conviene esperar para comenzar el tratamiento.

Una de las labores en la que con más ímpetu se ha implicado la oficina de la tartamudez de Arroyo de la Luz es la de difundir un manual entre los centros educativos de la provincia para dar pautas a los maestros sobre cómo deben tratar a los alumnos en los que se manifiesten indicios de tartamudez.

La batalla tiene, pues, muchos flancos. La más importante es evitar que esta dificultad se convierta en motivo de mofa, desterrar los chistes e impedir que desde los medios de comunicación se parodie a las personas con tartamudez. Según cuenta Peguero, en un reciente episodio de la serie 'Aida' se burlaron de un tartamudo y la respuesta por parte de su asociación fue masiva. La vergüenza y el silencio parecen ya actitudes a extinguir.

Mujer Hoy
26/11/2007

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