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Contaminación auditiva, el camino a la hipoacusia

Pasa un camión de bomberos, nos tapamos los oídos. Escuchamos una ambulancia, nos tapamos los oídos. Pasamos por una construcción, nos tapamos los oídos. Constantemente estamos expuestos a ruidos que dañan nuestra audición, instantáneamente nos damos cuenta que percibimos algo raro, pero lo que no sabemos es que ese dolor que sentimos puede causar consecuencias irreversibles.

La contaminación auditiva es una constante a la que pocos le prestamos atención, pero que todos distinguimos. La realidad -peligrosa, en realidad- es que el progreso tecnológico, el incremento de los medios de transporte y el crecimiento urbano sin planificación adecuada son algunos de los factores que contribuyen a su crecimiento.

Es importante saber que la presión de la audición se mide a través de decibelios (dB) y que esta medida se vuelve dañina a unos 75 dB; dolorosa, cuando se perciben alrededor de los 120 dB y a los 180 dB puede causar la muerte. Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció que el nivel de tolerancia es de 65 decibelios, lo máximo que puede soportar el oído humano sin lastimarse.

La especialista en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, Verónica Huergo, aclara que los jóvenes son un grupo especialmente vulnerable a este tipo de contaminación, por la exposición a altos ruidos: “Generalmente, se exponen a volúmenes de sonido superiores a los recomendados. Por ejemplo, al asistir a un recital o boliche”,detalla.

Uno de los artefactos de uso más extendido son los auriculares, que mal usados se transforman en enemigos número uno de nuestra audición. “El uso de este elemento tan cercano al oído se suma al ruido cotidiano de la ciudad. Expertos señalan que, para que esto no resulte agresivo, se debe establecer el sonido de modo tal que quien esté a su lado no sea capaz de distinguir aquello que escucha el otro”, explica la especialista.

Según un análisis de la Unión Europea, en el año 2020, una de cada diez personas de 30 años sólo podrá escuchar música alta utilizando audífonos. Y si bien, según la OMS, lo sano es la medida de 65 dB, cuando usamos auriculares, la magnitud del ruido llega a 111dB.El mismo organismo aclara que nuestro oído sólo puede soportar 111 dB durante tres minutos, pero se estma que se está hasta 4 horas con los auriculares en esa intensidad.



El precio a pagar

La contaminación sonora trae como consecuencias problemas como la pérdida de concentración, nerviosismo, dolor de cabeza, aumento de presión arterial, agresividad y estrés. Pero lo más preocupante es que causa hipoacusia, es decir, la pérdida de la capacidad auditiva. Según la OMS, más de 360 millones de personas en el mundo padecen algún tipo de discapacidad sonora.

El abogado Marcelo Capelluto, especialista en Derecho de los Recursos Naturales y protección al Ambiente ,y docente universitario en la materia, señala que se deben elaborar políticas de prevención y control de la contaminación auditiva

“Es muy difícil erradicar este tipo de contaminación, pero sí se la puede atenuar. Se debería elaborar un mapa acústico del cual surjan las medidas y análisis de los diferentes niveles sonoros en diversos puntos de la ciudad, haciendo énfasis en el sonido provocado por el transporte y las industrias, sin olvidar otro tipo de emisores de ruido. En síntesis, es mitigación y adaptación”, agrega Capelluto.

Actualmente, existen varias leyes y artículos que protegen a la sociedad de los ruidos molestos. En la ley 1540 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se establece que si el ruido proviene de un comercio que utiliza música a alto volumen hay que verificar si se encuentra inscripto en el Registro de Actividades Potencialmente Contaminantes (RAC) de la Ciudad, que exige un Informe de Evaluación de Impacto Acústico.

La contaminación daña la calidad de vida y es de suma importancia revertir este efecto para que futuras generaciones tengan un ambiente más tranquilo.

“Los Estados deben elaborar políticas públicas tendientes a la mitigación de esta problemática. Si los motores que se utilizan en los diferentes transportes y en las industrias fuesen silenciosos, ya sería un gran avance”, razona Capelluto, para quien es posible que el cambio de tecnologías por el agotamiento del petróleo favorezca este proceso en un tiempo mucho más corto del que se piensa.

Mundialmente, Japón es el país más ruidoso del planeta debido a que 130 millones de personas reciben un nivel sonoro mayor a lo recomendado. Le sigue España, con el 50% de la población está expuesta a sonidos molestos. América latina compite en el ranking, y en ella, México es el país de mayor contaminación sonora. En todos estos casos, la problemática se debe a la falta de planificación en el crecimiento urbano.



La importancia que se le ha dado a este tema en los últimos años ha sido escasa, y el retroceso es notable. Y si bien la concentración de población en las ciudades es la principal causa de esta problemática, cuya solución es tarea del Estado, los ciudadanos también pueden colaborar para reducir este factor de estrés.





Importante

No hay que abusar del uso de auriculares y otros artefactos que dañen directamente al oído; además, es esencial disminuir los sonidos de electrodomésticos como la televisión y radios, y evitar el uso de sirenas. Aislar la casa acústicamente con corcho, hule u espuma favorece la absorción del sonido y es un acto de respeto a los vecinos.

http://www.clarin.com
4/07/2013

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