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El valor de la discapacidad

Despertar de un coma tras la explosión de una carga explosiva en unas maniobras militares completamente ciego, medio sordo y sin pierna. Superar veinte operaciones durante diez años para paliar una acondroplasia galopante. Estar preparando el MIR y ser diagnosticada con una retinosis pigmentaria, enfermedad degenerativa que te dejará probablemente sin visión. Estar en la flor de la vida y aparecer de golpe y porrazo una enfermedad con nombre de malo de Juego de Tronos: Chron.

En el primer caso, el militar José Soto se despertó del coma, se matriculó en la universidad y hoy es doctor en Historia Medieval y profesor contratado doctor en la UGR. Tras salir por enésima vez del quirófano, Manuel Alejandro González se ha convertido en doctor en Física y Ciencias del Espacio, y es personal docente investigador en la UGR. María se ha retuneado, como dice ella, y además de ser licenciada en Medicina y Cirugía tiene ahora dos másteres, uno de valoración del daño corporal e incapacidad laboral y otro máster de antropología física y forense.


«Te das cuenta que la vida de antes ya no existe. Es raro, eres otra persona. Y aprendes a aceptarte»


«Incluso, quiero mi discapacidad. He aprendido a quererme como soy. A reinventarme»


Doctor en Ciencias del Espacio

«Aceptas que es una barrera que siempre va a estar ahí y que no puede influir en tus metas»

Quedan Emma Campoy Flores y Chá Lucena, con enfermedad de Chron. Emma no para y es arquitecta, máster en tecnología de la arquitectura, máster en profesorado de secundaria de matemáticas y ahora es máster de rehabilitación arquitectónica. Chá no se queda atrás y tiene el grado de literatura comparada, ha estudiado diseño y fotografía y ha cursado un MBA. Ahora está estudiando el máster en profesorado de lengua y literatura y el máster de estudios literarios y teatrales. Como le queda tiempo, trabaja en la Oficina de Software Libre de la UGR.

Además, cosido a sus prolijos currículos, cuentan con sus porcentajes de discapacidad. José Soto padece ceguera absoluta, un 60% de sordera y la pierna izquierda amputada por encima de la rodilla. Manuel Alejandro González tiene un 65% de discapacidad física de movilidad reducida. La retinosis pigmentaria hereditaria de María Gutiérrez le va dejando lentamente sin visión. La discapacidad de Emma es de un 33% y es similar la de Chá, a la que añade déficit de atención «y un par de cosas más que paso ya ni de contar», añade risueña.

Estas cinco personas no están unidas por las barreras ni por la lástima ni por el rechazo, sino por el valor de la discapacidad para lograr ser mejores y conseguir sus objetivos. Es la razón por la que la Fundación ONCE les ha distinguido en la tercera edición de las Becas Oportunidad al Talento. El alma de estas becas de la Fundación ONCE supone desarrollar iniciativas con el objetivo de conseguir la plena inclusión social de las personas con discapacidad.

«Esto no es posible sin un empleo», explican. «Conscientes de que actualmente las personas con discapacidad ocupan puestos de trabajo de baja cualificación, hace unos años nos pusimos a trabajar para fomentar la presencia de personas con discapacidad en la educación superior. Somos conscientes de que esto da una mayor visibilidad sobre las capacidades de las personas con discapacidad y por lo tanto nos ayuda a eliminar las barreras sociales».

«Para que no tengan miedo»

La Fundación ONCE añade que las líneas en las que están trabajando son: Campus Inclusivos, Becas Oportunidad al Talento, y programa de Becas CRUE, «y en los dos últimos contamos con el apoyo del Fondo Social Europeo». Informa también que «con los campus mostramos a los chavales con discapacidad las posibilidad que tienen cuando se acercan al mundo universitario, para que no le tengan miedo, y además sensibilizamos a las universidades para crear campus inclusivos».

Es el turno de Esperanza Alcain, directora del Secretariado para la Inclusión y la Diversidad de la Universidad de Granada, que está desarrollando de la mano del Rectorado las políticas de inclusión en la UGR en toda la comunidad universitaria, es decir, no sólo los estudiantes, sino también el profesorado y el resto del personal, confirma.

Esperanza Alcain, profesora de Derecho Civil en la Universidad de Granada, se ha entregado en cuerpo y alma al trabajo de inclusión y de dar visibilidad al esfuerzo. De hecho, hoy presentará junto a la rectora y al director general de la Junta de Andalucía el plan de inclusión de la Universidad de Granada, un hito. «Como el de estos cinco estudiantes de hoy, que han logrado que la UGR arrase en estas becas de la ONCE. Son talento puro».

José Soto

Medievalista

«No quiero un trato de favor, lo que no quiero es un trato de desigualdad. Ni tampoco lástima»

Emma Campoy Flores

Rehabilitación arquitectónica

«No sabía lo queera y cuando me lo diagnosticaron se mecayó todo encima»

Sentados en torno a una mesa, los cinco universitarios comparten su vida y su historia. No hay paños calientes. No hay drama. Son supervivientes que han ganado la partida a una enfermedad y a una sociedad. También, en el camino, son un ejemplo para una juventud desnortada, apática y hasta aburrida. Lo cuentan con sus propias palabras.

María: «Pienso que más que superar la discapacidad, he aprendido a convivir con ella y quererla. Me ha hecho ser mejor persona, me ha ayudado a llegar dónde estoy porque de otro modo no hubiera llegado».

Chá: «Te das cuenta que la vida de antes ya no existe. Es raro, eres otra persona. Y aprendes a aceptarte. En mi caso valoras mucho la vida y a quitar mucho lastre, lo que de repente ya no es importante».

Manuel Alejandro: «Lo esencial es saber que tienes una discapacidad. En mi caso nací así, sé que la tengo. Aceptas que es una barrera que siempre va a estar ahí y que no puede influir ni en tus metas personales ni profesionales. Tienes que luchar contra ella».

José: «Mi experiencia es más como María. Fue un accidente y tuve una vida previa, participé en la misión de paz en Bosnia. Un día una carga explosiva explotó. Fue en Córdoba. No perdí el conocimiento hasta llegar al hospital, pero yo sabía que estaba muerto. Me habían preparado hasta el funeral. Dos semanas después del coma desperté y quería agarrar la vida por el cuello y comérmela entera. A los seis meses empecé la carrera de Historia y entiendes que la discapacidad es una barrera, pero te das cuenta que la mayor discapacidad es la mental. Un compañero lleva 20 años en cama con depresión y no tuvo heridas. Su vida terminó y la mía empezó».

Chá: «La gente dice: 'Un discapacitado. Uuuuy, qué pena'. La lástima es la mayor de las barreras. Yo no estoy aquí por la discapacidad sino por lo que valgo».

José: «Exacto, valórame por lo que soy, como profesor, investigador, estudiante.».

Emma: «Me pasó más o menos como a Chá, que me vino de golpe. No sabía lo que era y cuando me lo diagnosticaron se me cayó todo encima. No tiene cura. Poco a poco te das cuenta que hay medicación y vas saliendo. Decidí ponerme a hacer cosas. El máster de profesorado y este año continuar con la arquitectura que es lo que más me gusta. Estoy muy contenta y puedo hacer perfectamente lo que hacen los demás. Y si no puedo ir, porque no me encuentro bien, pues ya está. Hay profes que no saben que tienes una discapacidad, que te han dado una beca, y te dicen, 'si yo te veo muy bien'. Y piensas que creen que es como si tener una discapacidad fuera una lacra».

José: «En todas las primaveras hay un verde distinto».

Chá: «La discapacidad te da sin embargo la capacidad de reinventarte. Por ejemplo, antes del diagnóstico, era coreógrafa, trabajaba en radio, era DJ y de golpe comienzo a ponerme mala. Y he ido cambiando, he sido directora de arte, diseñadora, ilustradora y ahora una parte de mí está en el mundo de la empresa de CM y otra en la enseñanza. Y veo que la sociedad tiene una visión estigma de nuestras discapacidades. Con una discapacidad se puede aportar a la sociedad. Tenemos muchísimo valor. Es la clave».

José: «La lástima. La exclusión por discapacidad. La desigualdad. El rechazo. No queremos eso. Pero sí quiero la misma línea de salida que los demás. No quiero un trato de favor, lo que no quiero es un trato de desigualdad. Lo que yo no puedo es salir cincuenta metros por detrás».

María: «Muchas veces es por desconocimiento, que no saben que podemos superar las barreras que tenemos. Y un poco que lo hacemos por nosotros y porque queremos demostrar a todo el mundo que se puede. No es que tengamos que ser abanderados, ni de la UGR ni de la Fundación ONCE. Nosotros hemos tenido el derecho al pataleo, pero la gente habitualmente patalea y no sabe por qué. Nosotros sabemos por qué. Y luego, terminar con el pataleo y a trabajar».

Manuel Alejandro: «La discapacidad no es una piedra, saltas sobre ella y te da experiencia para lograr tus metas. No tiene que ser una desventaja para poder cambiar de vida, para luchar por lo que te propongas».

María: «Incluso, quiero mi discapacidad. He aprendido a quererme como soy. Y en mi caso es degenerativa y sé que irá a peor y me tendré que volver a reinventar y lo haré mejor que la primera vez

Ideal.
5/02/2017

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