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Problemas de atención y mal uso de celulares, dos trabas para el aprendizaje de los chicos

Falta de concentración, hablar en exceso, impulsividad y problemas de manejo del tiempo son algunos de los síntomas del Trastorno Por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), que afecta el rendimiento de los chicos en la escuela. Hace tiempo que psiquiatras y médicos vienen alertando sobre una escalada de diagnósticos de casos de TDAH, pero ahora coinciden en que los nuevos dispositivos tecnológicos, si bien son herramientas que acaso faciliten el aprendizaje, también pueden atentar contra la concentración que necesitan los chicos en el aula. ¿Es así?

“El TDAH afecta frecuentemente a niños y adolescentes y, en muchos casos, persiste en la vida adulta. Es un motivo cada vez más frecuente de consulta”, explica Claudio Waisburg, director del instituto neuropediátrico Soma y quien detalla que este problema “afecta a entre el 3 y el 5 por ciento de la población escolar, es decir que en un aula de 30 alumnos podríamos encontrarnos con uno o dos casos”.

Lo que dice el experto se inscribe en una seguidilla de casos en el ámbito escolar que, desde hace tiempo, divide las aguas y dispara el debate entre pediatras, psicólogos, psicopedagogos, neurólogos y psiquiatras. Mientras algunos se inclinan por diagnosticar TDAH cada vez en más niños, otros se muestran preocupados por la tendencia de estigmatizar y unificar a un montón de chicos distintos con un mismo -y a veces errado- diagnóstico. La tendencia a diagnosticar proviene, según muchos, de las corrientes reduccionistas norteamericanas, a veces productivas para contrarrestar ciertas patologías pero, en ocasiones, demasiado simplistas y encubridoras del problema de fondo

“Los alumnos con TDAH suelen presentar un rendimiento escolar inferior al que se espera por su capacidad -dice Waisburg-. Además, es frecuente encontrar dificultades en el aprendizaje de las áreas instrumentales, como lenguaje y matemáticas. Suelen mostrar un déficit en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, lo que puede dificultar la relación con sus compañeros”.

Según el especialista, esta condición suele manifestarse antes de los 12 años y algunos síntomas a los que se debería prestar atención son que el chico no siga las consignas, le cueste esperar su turno, pierda útiles y otros objetos, evite tareas de esfuerzo mental sostenido, tenga cortos períodos de atención, no se quede quieto, hable en exceso o sea hiperactivo.

“A veces pueden prestar atención en forma automática si se trata de cosas que le gustan y eso confunde a los docentes”, detalla Waisburg, para quien el uso de celulares en las aulas “no debe ser indiscriminado” porque termina así siendo contraproducente.

“Si bien el celular ya está instalado en la vida de la mayoría de los pre adolescentes y adolescentes -apunta-, su uso indiscriminado es un factor de distracción. Prohibirlo tampoco sirve, porque está visto que siempre se van a buscar todas las maneras para desafiar la norma”.

Según una encuesta de la Agencia Ninch, el 52% de niños y adolescentes de entre 9 y 18 años posee un dispositivo móvil y lo usa para estar comunicados fuera de casa y por “seguridad”. El 43% de ellos lo lleva al colegio, pero sólo para avisar si llegaron bien a destino, ya que la gran mayoría de los padres encuestados no ve bien que se use el celular para “distraerse” en el aula.

Fuentes educativas aseguraron, sin embargo, que el uso del celular en el aula es cada vez más aceptado por docentes para complementar su tarea educativa. Para el psicólogo Julio Labake, “lo elemental es acordar con los alumnos que al comenzar la jornada el celular debe estar silenciado y que sólo podrán usarlo en caso de necesidad de trabajo en el aula o en los recreos”.

Otro de los que aporta su mirada sobre el tema es Nicolás Iaconis, encargado de Medios de Apoyo Técnico Pedagógicos del nivel primaria de Universitas La Plata: “Sin necesidad de echar mano a los trabajos estadísticos y con la sola experiencia áulica, uno puede percatarse de que el problema de la tecnología de la comunicación y del entretenimiento es real y compromete las habilidades del docente así como las estrategias institucionales y, ciertamente, las dinámicas familiares. También es sencillo intuir los inconvenientes que los alumnos presentan a la hora de enfocar sus energías mentales por un tiempo sostenido carente de interrupciones, distracciones o dificultades de procedimiento, cuando el uso del celular ha hecho mella en la personalidad del alumno: pocos pueden afirmar sólidamente que, el dispositivo móvil o la tecnología, no son indispensables para su existencia”.

Si bien los dispositivos tecnológicos pueden potenciar problemas de distracción, los profesionales consultados coinciden en que no debe confundirse TDAH con un simple caso de falta de atención o problemas de aprendizaje, dado que un diagnóstico de este tipo mal efectuado lo único que logrará será estigmatizar al chico y agravar aún más sus falencias a la hora de lograr concentración en clase.

En nuestro país, los chicos de entre 6 y 14 años “tienen un 40% más de probabilidades de recibir el diagnóstico y una receta que hace 15 años atrás”, se apunta desde el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb), donde se indicó además que el déficit de atención con hiperactividad representa el 20% de las consultas infanto juveniles y que “hay un 20% más de prescripciones debido a la falta de diferenciación entre inmadurez y déficit de atención e hiperactividad”.

El Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA/H), como se dijo, es una patología que consiste en distracción, inquietud motora, inestabilidad emocional y conductas impulsivas. Según sea el criterio que se aplica en cada diagnóstico, este trastorno afecta a cerca del 5% de la población infantil. Sólo en los casi 5 millones y medio de chicos argentinos en edad escolar, eso se traduciría en algo más de 320 mil alumnos de entre 5 y 12 años con déficit de atención.

Y en este contexto, el cada día más extendido uso de celular en clase vuelve a estar bajo la lupa de docentes y psicopedagogos. “Siempre resultaría ideal que el niño aprenda responsablemente a mantenerlo en vibrador o en silencio con el compromiso de usarlo solamente en el recreo -dice Labake-. Y a su vez, lograr que los padres, si tienen alguna necesidad de comunicación urgente, lo hagan en los horarios de recreo claramente conocidos. El criterio guía es que no se convierta en un elemento de distracción del trabajo áulico”.

En sintonía con esta mirada, la especialista en Ciencias de la Educación Teresa Lugo reflexiona: “Tenemos que pensar fundamentalmente en lo que es la racionabilidad pedagógica y cómo la tecnología puede ayudar a lograr mejores aprendizajes. Si el chico se aburre en la escuela, hay que pensar por qué se está aburriendo, hay que trabajar sobre cómo conectarlo con lo contemporáneo y que, además, lo que aprenda sea relevante. No podemos pensar a los estudiantes desconectados de la cultura digital, ya que parte de la función de la escuela es alfabetizarlos digitalmente”.

El Día
11/06/2017

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