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Prevalencia de la disfagia en población de un centro geriátrico (Parte I)

El término «disfagia» no hace referencia a una enfermedad, sino a un síntoma caracterizado por la sensación subjetiva de dificultad o molestia en el traslado del bolo alimenticio, en sus estados sólido y líquido, así como de las secreciones endógenas; desde la boca hasta el estómago. Puede ser debida a una alteración estructural o funcional a partir de la cual se ven comprometidas una o más fases del proceso deglutorio, afectando a pacientes de todas las edades, desde bebés a mayores (Velasco y García-Peris, 2009).

Resumen

La disfagia es un síntoma referido a la dificultad en el traslado del bolo desde la boca hasta el estómago, que supone graves complicaciones en el paciente mayor y cuya prevalencia sigue presentando una gran variabilidad.  En el contexto del trabajo Fin de Grado, en la Universidad de Valladolid, se realiza el presente estudio con el objetivo de evaluar la prevalencia de la disfagia en la población de un centro geriátrico, poniendo de manifiesto la necesidad de incluir al logopeda como profesional de referencia en el proceso de diagnóstico y rehabilitación. Para ello se han evaluado 73 pacientes de una residencia, utilizando el cuestionario EAT-10. Tras el cribado se estima una prevalencia de la disfagia en el 30,1% de los casos, de ellos un 4,5% presenta diagnóstico previo y enfermedad de Parkinson (EP). La dieta tipo normal es la predominante en el 63,6% de los sujetos del estudio, y el 18,2% señala problemas referidos a las prótesis dentales. Se concluye resaltando el elevado porcentaje que se obtiene de pacientes que podrían presentar disfagia en este centro y, por consiguiente, el peligro que supone para este grupo la ausencia de un logopeda que pudiera llevar a cabo una detección precoz que evite futuras complicaciones, mejorando con ello la calidad de vida de estos usuarios.   

Palabras clave: disfagia; mayor; centro geriátrico; prevalencia; logopeda.

 

Introducción

La deglución es una actividad compleja que requiere de la integridad y la coordinación sensoriomotriz de múltiples estructuras anatómicas, musculares, del sistema nervioso central (SNC) y periférico (SNP) (Cámpora y Falduti, 2015). En el paciente mayor la deglución normal puede verse alterada en el contexto de una enfermedad neurológica, neurodegenerativa o como consecuencia directa de la fragilidad y el envejecimiento propios de la edad; en este sentido, las transformaciones en la deglución relacionadas con el envejecimiento en ausencia de enfermedad son denominadas presbifagia (Cámpora y Falduti, 2015).

Una de las complicaciones más frecuentes y graves de la disfagia en el paciente mayor son las infecciones respiratorias, siendo un porcentaje significativo de origen aspirativo. Se estima que la mitad de las aspiraciones provocan neumonías, las cuales establecen una frecuencia de mortalidad en torno al 50% (Silveira et al., 2011). Es por ello por lo que la evaluación y abordaje oportuno de los mayores con dificultades deglutorias, permite según Silveira et al. (2011), conseguir una importante reducción de morbimortalidad mejorando la evolución, tanto a corto plazo en forma de disminución del número de infecciones nosocomiales y complicaciones respiratorias, como a medio y largo plazo detectando trastornos de desnutrición o deshidratación secundarios, mejorando la calidad de vida y el estado nutricional (Olivares y Barrera, 2016; Silveira et al., 2011).

Actualmente existe una gran variabilidad en los datos de prevalencia media de la disfagia que se proporcionan en residencias geriátricas (65-75%), esta prevalencia es menor en mayores hospitalizados por enfermedades agudas (35-55%) y disminuye estimándose entre el 15-25% en mayores que viven en comunidad (Clavé, Verdaguer y Arreola, 2005).

En consecuencia, resulta sensato pensar a cerca de la necesidad de seguir investigando al respecto para poder establecer un porcentaje real de prevalencia de la disfagia en los centros geriátricos, concienciando así a los responsables de los mismos a cerca de los beneficios que supone la evaluación y diagnóstico precoz frente a los costes relacionados con las complicaciones derivadas de la disfagia; mejorando con ello la calidad de vida de pacientes y familiares, y creando así equipos multidisciplinares capaces de dar respuesta a las necesidades de estas personas, dentro de los cuales se incluye la figura del logopeda.

 

Disfagia

Definición.

El término «disfagia» no hace referencia a una enfermedad, sino a un síntoma caracterizado por la sensación subjetiva de dificultad o molestia en el traslado del bolo alimenticio, en sus estados sólido y líquido, así como de las secreciones endógenas; desde la boca hasta el estómago. Puede ser debida a una alteración estructural o funcional a partir de la cual se ven comprometidas una o más fases del proceso deglutorio, afectando a pacientes de todas las edades, desde bebés a mayores (Velasco y García-Peris, 2009). La gradación de la disfagia se determina atendiendo a criterios de seguridad y eficacia de la alimentación, pudiendo variar desde una afectación leve hasta la necesidad de implantar un método de alimentación alternativa (Cámpora y Falduti, 2015).

Etiología y prevalencia de la disfagia.

Desde un punto de vista anatómico según el lugar de la afectación, los trastornos de la deglución pueden clasificarse en dos tipos: disfagia orofaríngea y disfagia esofágica. La disfagia orofaríngea es un síntoma referido a la dificultad en el transporte del bolo desde la boca hasta el esófago, viéndose alterada la secuencia coordinada de procesos que se suceden en las fases oral y faríngea de la deglución; en la disfagia esofágica esta dificultad se localiza en el recorrido que hace el bolo desde el EES hasta el estómago.

La prevalencia de la disfagia orofaríngea es especialmente alta en patologías de origen neurológico, se estima que podemos encontrar disfagia en el 30% de los pacientes que han sufrido accidentes cerebrovasculares (ACV), en el 52 – 82% de los pacientes con enfermedad de Parkinson (EP), como síntoma inicial en el 60% de los pacientes con diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), en  el 44% de los que tienen esclerosis múltiple (EM), en el 40% de los diagnosticados de miastenia grave, en el 84% de los que sufren enfermedad de Alzheimer (EA), en el 25 – 42% que han sufrido un traumatismo craneoencefálico (TCE) (Barroso, 2009) y en el 59% con neoplasias de cuello o cabeza (Jiménez, Corregidor y Gutiérrez, 2006). Los mayores son otro de los grupos de riesgo de padecer disfagia orofaríngea, afectando a más del 60% de los pacientes institucionalizados (Clavé, Terré, De Kraa, y Serra, 2004), y estando presente en el 7 – 22% de los pacientes mayores sanos.

Complicaciones.

La gravedad de la disfagia puede variar desde una dificultad moderada hasta una imposibilidad total para la deglución (Clavé et al., 2005).

La deglución se define atendiendo a criterios de seguridad y eficacia. Entendemos la deglución segura como el proceso por el cual las vías respiratorias permanecen preservadas, en ausencia de penetraciones de bolo alimenticio o secreciones laríngeas y faríngeas que puedan ocasionar atragantamientos, aspiraciones o infecciones respiratorias. La eficacia de la deglución hace referencia a la posibilidad de ingerir los nutrientes y el agua necesarios para cubrir las necesidades nutricionales del individuo y una adecuada hidratación.

En la disfagia estas dos características pueden verse comprometidas, pudiendo ocasionar dos tipos de complicaciones: las derivadas de un insuficiente aporte de nutrientes e hidratación y las derivadas del riesgo que supone que el material alimenticio y las secreciones endógenas alcancen las vías respiratorias y los pulmones (Clavé et al., 2005).

Además de las complicaciones asociadas a las alteraciones en la eficacia y seguridad de la deglución, la disfagia tiene un impacto directo sobre la calidad de vida del paciente puesto que en nuestra cultura la ingesta es un acto altamente socializado (Barroso, 2009) y la necesidad de un medio alternativo o artificial de alimentación puede llevar en ocasiones a la dependencia, al aislamiento social o incluso, en los casos más graves, a la institucionalización.

La identificación precoz de la disfagia es un paso fundamental a la hora de prevenir complicaciones (Ferrero, García, Botella, y Vidal, 2012).

 

Valoración y diagnóstico de la disfagia.

Para que la evaluación de la disfagia sea completa y recoja con minuciosidad todos los detalles necesarios para elaborar un diagnóstico certero, pudiendo establecer así el tratamiento, debe ser realizada por un equipo multidisciplinar del que debe formar parte idealmente el logopeda (Jiménez et al., 2006), entre otros profesionales.

El diagnóstico de la disfagia debe ser clínico e instrumental (García-Peris, Velasco, y Frías, 2012). El método clínico debe incluir la historia clínica específica del paciente y una exploración clínica de la deglución (Clavé et al., 2004; Clavé et al., 2007). Clavé et al. (2007) señalan el método de exploración clínica volumen-viscosidad (MECV-V) como herramienta de referencia para el diagnóstico de la disfagia, así como para determinar en qué medida afecta el síntoma a la seguridad y eficacia de la deglución. Existen además otros métodos que permiten identificar a la población en riesgo de una alteración deglutoria precozmente, ante la sospecha de disfagia orofaríngea (Fernández-Rosati, Lera, Fuentes-López, y Albala, 2018; García-Peris et al., 2012). El cuestionario Eating Assessment Tool-10 (EAT-10) es una escala de autoevaluación analógica verbal, unidimensional y de puntuación directa para evaluar síntomas específicos de disfagia, cuya fiabilidad y validez ha sido demostrada en varios idiomas (Burgos et al., 2011). Su administración requiere que el paciente presente un nivel cognitivo conservado para completarlo (Fernández-Rosati et al., 2018). 

La exploración instrumental ayuda a diagnosticar el trastorno funcional y a prescribir el tratamiento dietético o rehabilitador más adecuado (Velasco y García-Peris, 2009). Son numerosas las técnicas disponibles y su elección particular se basa en la disponibilidad de recursos materiales, el conocimiento de las técnicas por parte del equipo que va a llevarlo a cabo o el valor clínico inherente de la técnica de diagnóstico en sí (Rommel y Hamdy, 2016), entre otras. Distintos estudios demuestran que las más utilizadas actualmente son la vídeo radiología de la deglución o videofluoroscopia (VFS), la videoendoscopia de la deglución (FEES) y la manometría faringoesofágica (Clavé et al., 2004; Clavé et al., 2007; García-Peris et al., 2012; Jiménez et al, 2006; Méndez-Sánchez et al, 2017; OMG, 2014; Rommel y Hamdy, 2016; Velasco y García-Peris, 2009).

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