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Un niño autista encuentra alegrías en el arte

Jorge Luís Polo Graverán, una de las 300 personas que en Cuba están reportadas como autistas, ha aumentado su socialización. El trabajo de una jóven instructora de arte, tiene mucho que ver en ello.

El autismo es un “encierro involuntario”, como lo han catalogado algunos estudiosos. Si a un bebé no le gusta que lo abracen, que lo miren a los ojos, no responde al cariño o al ser tocado, hay razones para preocuparse. La Psiquiatría ha determinado que esa falta de receptividad puede estar acompañada de una incapacidad para comunicarse con otros y, por tanto, para establecer relaciones sociales. Se ha comprobado que muchos niños autistas no denotan preferencia por sus padres, y tampoco pueden desarrollar una amistad con otros menores. Otro rasgo del autismo es la realización de actividades de poco alcance de una manera repetitiva.

En La Palma vive Jorge Luís Polo Graverán. Tiene 11 años y es atendido en la escuela especial de ese territorio. Allí ha encontrado un singular dúo del amor: una madre y su hija, son su maestra y la instructora de arte, además de ser vecinas suyas. Le han tomado tanto cariño que le tratan como a uno más de su familia.

“Yo sé que él puede avanzar mucho”

Yenny Pi Sagión, la joven instructora de arte en la especialidad de teatro, tiene 19 años. Concluyó esos estudios el curso anterior y su trabajo en la escuela Mártires de La Palma es su primera experiencia laboral. De ella nos hablaron en el Comité Provincial de la UJC, pues las vivencias que contó en un taller con un grupo de instructores de arte despertó mucha admiración.

En el presentó un vídeo que le hizo el informático Víctor Mijaíl Díaz Rodríguez y en el que se corrobora cómo ha aumentado la socialización del niño: salta, juega con otros, les da la mano en una ronda. Yenny ha tenido que leer mucho e investigar con especialistas de la enseñanza Especial, y con su propia mamá, quien lleva 33 años en Educación y fue hasta maestra ambulatoria de ciegos.

“Cuando comencé a trabajar con él –relata– se encontraba en una recaída. En su hogar existían entonces conflictos afectivos ya superados, y él estaba recibiendo ese impacto desfavorable. Estaba muy encerrado en sí mismo, no quería relacionarse con nadie y ya usted ve todo lo que hace, canta, pinta, juega con los demás por momentos, y cuando uno conoce un poquito las características de estas personas se siente feliz, pues cualquier pequeño pasito es un avance. Hasta se sienta en una de las computadoras de su escuela y mueve el ratón".

“Él tiene sus crisis que a veces le dan por auto flagelarse. Cuando pasa ese período se le vuelve a ver sonreír. Si por ejemplo, hoy tiene deseos de jugar, lo hace; de lo contrario, te dice adiós con la mano, y eso indica que te vayas, que quiere estar solo".

“Mis talleres de instructora de arte con él tienen que ser integrales, pues se aburre enseguida, por ello tengo que combinar música, danza, artes plásticas y teatro”.

Las motivaciones de Yenny

La joven instructora está muy motivada para trabajar con Jorge Luís y con los demás niños de la enseñanza Especial. Creció en un hogar muy sensible a estos temas. Su propia mamá perdió completamente la visión de un ojo cuando tenía 19 años y la vida le dio fuerzas para extender sus manos a los demás.

Yenny habla con pasión de su trabajo con el niño autista:

“He hecho algunos títeres rústicos para llamar su atención. Muchas veces salgo con uno de ellos y lo tomo de la mano, entonces comienza a cantar Los payasos, Grillo Grin o algún fragmento de Son los sueños todavía.

“Antes él vivía en un sitio llamado San José, a 11 kilómetros del pueblo de La Palma. Después del estudio genético que se hizo en el país, le hicieron una casa de mampostería y fibra, aquí mismo en la cabecera municipal, aunque aún le faltan detalles como la cerca, pues a veces se escapa y se va a caminar solo”; indica la instructora de arte.

María del Jesús Graverán se llama la mamá de Jorge Luís: “Estoy muy contenta con los avances de mi hijo gracias a Yenny y a su mamá, la maestra actual.

“Siempre ha habido preocupación por él. Antes de mudarnos tuvo una maestra ambulatoria que iba a la casa, se llama María Dolores Reinoso Tejeda. El primer martes de cada mes lo ve aquí la psiquiatra Teresita, quien nos ha explicado que cuando el niño quiere estar aislado, hay que dejarlo, por eso tiene un aulita, sólo para él, en la escuela especial Mártires de La Palma ”, reconoce.

Ella nos explicó que en el hospital pediátrico Pepe Portilla se han organizado talleres con padres de niños autistas, a los que han asistido alrededor de 24. En La Palma también hay otro caso.

En la escuela especial de ese municipio –con una matrícula de 71 niños con retraso mental– la instructora de arte ha creado una pequeña brigada artística con declamadores y dramatizaciones. Está montando además la puesta en escena de El caballito enano.

Cada vez que los niños ven a la muchacha, se le enlazan del brazo con mucha alegría, y a ella se le ve rodeada de estos pequeños con necesidades educativas especiales, con tanta paciencia y humanismo, haciendo todo por verles sonreír.

Sin dudas, el arte es un bálsamo contra las tristezas y acorta aquellas diferencias que la naturaleza marcó.

Cubarte
13/04/2007

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