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Trabajo con musicoterapia reduce 80% agresiones

Fue observando las reacciones del público que presenciaba los programas audiovisuales de astronomía del Planetario de la Universidad de Santiago (Usach), que el académico Ramón Robles, subdirector de este centro, se percató que los niños entre los 2 y 8 años que miraban el espectáculo empezaban a bostezar y hasta se quedaban dormidos ante la sorpresa de los padres quienes estaban extasiados con la muestra. No era de aburrimiento. La música de fondo de la muestra -del estilo New Age- actuaba sobre los pequeños liberando endorfinas y relajándolos al punto del sueño, explica Robles.

Los padres, entusiasmados y sorprendidos con tal “hallazgo” empezaron a solicitar copia de la música para colocársela a sus pequeños en el hogar.

Así surgió en Robles- profesor por casi treinta años de las facultades Tecnológica y Humanidades y de la Usach- la idea de investigar y trabajar para emplear los poderes de la musicoterapia en atacar un mal que se está convirtiendo en un problema endémico del sistema escolar chileno: la violencia.

Cuatro años tardó Ramón en idear el proyecto: un software de musicoterapia que, como terapia alternativa, ayudaría a enfrentar el tema de la violencia escolar fuera del paradigma disciplina-castigo, que suele imperar en estos casos. Y otros cuatro años se demoró en que aceptaran científicamente su propuesta, validándola con estudio de casos.

Dos experiencias exitosas

Su primer gran investigación (fue su tesis de grado de Magíster en Educación en 2004) fue en colegios de Puente Alto donde el experto seleccionó a 500 niños que tuvieran manejo a nivel usuario del PC y que hubieran tenido episodios de violencia escolar con un grado variable. “Se trabajó con un programa computacional multimedia de 20 minutos de duración, que consiste en un CD para ser usado en el computador -con instrucciones simples dadas por una voz en off- que contiene imágenes y música tipo new age o chillout, precisa Ramón Robles. La idea es que el joven se relaje, aprenda a respirar y comience a generar endorfinas, lo que le provoca un estado de tranquilidad y bienestar.

Tras pasar por la experiencia los alumnos contestan un cuestionario en presencia de la sicóloga, la directora y los profesores del colegio. Sobre la base de las respuestas de cada alumno se establece una estadística con las variables de depresión , agresividad y angustia. En más de un 80% la segunda variable se redujo de manera ostensible o simplemente desapareció. Si de 220 niños analizados un 80% tenía respuestas agresivas, después de la terapia la cifra se redujo a un 20%. Sus niveles de rabia bajaron de un 60 y su baja autoestima de un 70. Todo esto, tras escuchar todos los días el CD por una semana (ver infografía).

El docente repitió la misma experiencia en 2005 en el Colegio Integrativo de Quilicura. Esta vez con sólo 30 alumnos. El recinto se caracterizaba por contar con estudiantes sumamente agresivos. En este establecimiento Robles quiso comprobar que la aplicación multimedia interactiva tiene efectos inmediatos en los adolescentes. Los efectos fueron los mismos. Si antes de la experiencia 28 niños demostraron conductas violentas. Después de ella ninguno.

Hormona de la felicidad

A juicio del experto está demostrado que la musicoterapia dentro de la sala de clases permite reducir y controlar los niveles de agresividad entre los adolescentes. “Si bien no es posible medir los efectos emocionales de la música, se pueden evaluar las respuestas fisiológicas a las vibraciones musicales asociadas a imágenes de la naturaleza y elementos de la aplicación multimedia. Y se ha comprobado que gracias a la música afloran sentimientos y se superan tensiones”.

Ello -afirma- sin contar con diversos estudios científicos que han evidenciado que esta terapia complementaria reduce la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y las hormonas del stress. “También se le asocia con la liberación de endorfinas u hormonas de la felicidad”.

Los objetivos de la experiencia, según el docente de la Usach es elevar la autoestima, las relaciones interpersonales y favorecer el desarrollo emocional ayudando, sobre todo, a promover estilos de vida que permitan superar la agresividad .

Según Robles, esta actividad no es definitiva, pero sí predispone al alumno a encontrarse en un estado más positivo y abierto. “Dará al alumno la capacidad de expresar sus emociones y sus preocupaciones en un contexto en que se siente escuchado y entendido, facilitando su proceso de adaptación a su realidad”.

La Nacion
14/09/2007

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