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Lingüística y salud

Sabemos que sostenemos un proceso cuya secuencia es fundamental para explicarnos las diferencias entre expresiones normalizadas o gramaticales de las agramaticales. Estamos refiriéndonos a la “adquisición, desarrollo y pérdida del lenguaje”.

Recordemos las investigaciones de Broca, Wernicke, Hughlings Jackson, etc. Todas ellas, junto a muchas otras, se proyectaron en el nacimiento de una nueva disciplina lingüística que se dio en denominar neurolingüística. La lingüística debía pasar de la fase descriptiva al análisis preciso de las unidades fundamentales de la lengua hasta llegar a lo proposicional.

Este trabajo va a comenzar en las últimas décadas del siglo pasado y se basó en algunos aspectos de la lingüística moderna. En esta instancia comienza a prestarse atención al análisis de la estructura fónica y de sus principales mecanismos. A partir de los estudios de Troubetzkoy y Jakobson (Praga, 1929) sabemos que las unidades mínimas del lenguaje: los fonemas, están organizados a través de un sistema de oposiciones que nos llevan a pensar a qué mecanismos cerebrales corresponden. Luria (1947) nos traerá una luz a través de sus investigaciones referidas a los niños afectados por la “alalia“, los cuales sufren trastornos de audición fonológica debido a heridas, hemorragias, tumores, etc. que afectan al normal funcionamiento de las zonas póstero superiores del área temporal izquierda. Esta situación los puede conducir a no distinguir fonemas próximos o en oposición y sí alejados, pueden llegar a repetir y distinguir sonidos muy diferentes, pero no lo harán si están en oposición, etc. Podríamos recordar también los aportes de Cristovich (1965) al demostrar la percepción de los sonidos a distintos niveles: imitativa o general con cierto nivel de complejidad, etc.

Pero no sólo se detuvieron las investigaciones en el nivel fónico-fonológico (sonidos y fonemas), también se trabajó intensamente lo gramatical, la formalización del pensamiento. Recordamos a Jakobson (1939) y sus propuestas sobre el fenómeno de la “afasia” en la que pueden estar afectadas: la “selección” de ciertas entidades lingüísticas y su “combinación” en proposiciones de un importante grado de complejidad; así como seleccionamos fonemas y los combinamos para formar palabras, también operamos de la misma manera para formalizar nuestro pensamiento en los niveles morfológico y sintáctico. Las perturbaciones del habla pueden afectar la facultad de combinar o la de seleccionar, dependiendo del nivel de desarrollo de esta anomalía. Hablamos, entonces, de una afasia de emisión y de una afasia de combinación, en otras palabras: de codificación y de decodificación en las que están comprometidas operaciones tan fructíferas como la selección, combinación, distribución, etc.

El tema que introdujimos tímidamente lingüística y salud, es apasionante no sólo por sus proyecciones , sino también por los avances realizados por las ciencias que intervienen. A veces, no pensamos en que la lengua nos está prendiendo semáforos que nos indican si podemos continuar o parar. ¡Cuántas cosas nos puede comunicar la lengua! ¡Lástima que no sabemos escucharla y la minimizamos!

http://www.ellitoral.com
9/09/2009

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