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La educación sexual a discapacitados intelectuales, clave para evitar abusos.

La aceptación de las necesidades sexuales y conductas eróticas y afectivas de las personas con discapacidad intelectual es el punto de partida para el éxito de una educación sexual sana, según los expertos, que añaden que ésta es imprescindible para prevenir abusos, aunque sigue siendo un tabú.

Así lo ha señalado a Efe Raúl González, director del Centro de Día de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce, quien ha señalado que las personas con discapacidad intelectual tienen las mismas necesidades sexuales y conductas que el resto de las personas: "quieren tener una pareja, hacer el amor, dar un paseo, ir a una fiesta".

Se trata del derecho de estas personas a tener una sexualidad sana y libre, ha recalcado.

Este sexólogo, quien ha señalado que aún los padres o familiares son reticentes a que sus hijos reciban este tipo de educación, ha declarado que ha sido en esta última década cuando se ha empezado a reconocer el derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual, si bien aún queda mucho por hacer.

En este sentido, ha detallado que en la Fundación Carmen Pardo-Valcarce se imparten talleres de sexualidad, en los que, además de aprender cómo evitar embarazos no deseados o las enfermedades de transmisión sexual, se profundiza en la aceptación de que estas personas tienen una sexualidad que vivir.

Para ello, se trabaja con un grupo pequeño de un nivel más o menos homogéneo (discapacidad intelectual ligera o moderada).

Se comienza preguntándoles cosas como qué sienten cuando alguien les da un abrazo o cuando en la televisión, en una película, sale una escena de sexo y uno de sus padres cambia de canal.

Además de enseñarles con modelos anatómicos cómo se usa un preservativo, se debate sobre la convivencia en pareja, las emociones y los sentimientos, por ejemplo.

"Se transmiten valores", ha sentenciado González.

En muchos casos, las personas con discapacidad intelectual, por ausencia de una educación sexual, no saben distinguir si el acto sexual es consentido o, por el contrario, es forzado.

Si se da este último caso, desconocen, asimismo, que están siendo víctimas de un delito.

De ahí también la importancia, según González, de la educación sexual.

A estos talleres acuden personas con una edad media de 30 años y, si bien reaccionan casi igual los chicos que las chicas, ellos son algo más tímidos, según este experto.

Sobre estos talleres y sobre la necesidad de sensibilizar a la sociedad del grave problema que supone el abuso sexual a estas personas se ha hablado esta semana en unas jornadas en Madrid.

Se estima que cerca del 60 por ciento de las mujeres con discapacidad intelectual y el 25 por ciento de los hombres han sufrido algún abuso a lo largo de su vida, según datos aportados por la fundación.

http://www.ideal.es
29/03/2011

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