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El sueño de alcanzar la independencia.



El Proyecto Amigo les proporciona un aprendizaje previo para que en un futuro alcancen su completa independencia - Aseguran que pueden vivir solos y quieren demostrarlo Lavan, planchan, cocinan y hacen todo lo necesario

MATUCHA GARCÍA La emancipación es un claro paso hacia la madurez y conlleva la asunción de responsabilidades. Salir del calor del hogar familiar para realizar las múltiples tareas domésticas. Comprar alimentos, cocinar, lavar la ropa, tender, planchar, limpiar. Es una decisión que todo individuo tarde o temprano toma en ese camino hacia la edad adulta.

Ellos, las personas con síndrome de down, quieren lo mismo. Tener su propia casa, afrontar sus responsabilidades y, en definitiva, emanciparse y continuar. «Aprender», dicen. David, Cristina y José Miguel son tres jóvenes con síndrome de down que comparten vivienda. Residen en uno de los dos pisos con los que cuenta la asociación malagueña de este colectivo dentro del Proyecto Amigo. Se trata de unos pisos de aprendizaje en los que existe la figura de un mediador, que no tutor ni responsable, con el objeto de que en el futuro esos jóvenes adquieran la plena independencia.

Los macarrones de David. David Pascual López ha realizado un módulo de cocina y está desarrollando sus prácticas desde hace casi un mes en el hotel Málaga Palacio. «AC», apunta el joven, preciso. Tiene dos hermanos y desde marzo reside en uno de los pisos compartidos del Proyecto Amigo de la Asociación Síndrome de Down Málaga.

Como cualquier joven malagueño sueña con poder encontrar un trabajo y comprarse una casa o vivir de alquiler. Quiere ser cocinero. «Los macarrones con tomate son mi especialidad», dice con satisfacción ante el asentimiento de sus compañeros. «Quiero trabajar de cocinero. Comprarme una casa es difícil, pero lo intentaré», señala.

David tiene síndrome de down, pero no por ello quiere que le impongan limitaciones. Anhela tener su propia vida. «Ahora quiero vivir solo. Quiero estar aquí. Me gusta hacer las tareas de la casa y, sobre todo, la comida», afirma feliz en una fluida conversación. Abandonó la casa de sus padres para compartir piso con Cristina y José Miguel, también con down. «Aquí me toca lavar los platos, hacer de comer. Me gustan todas las tareas de la casa, planchar...», indica.

Pero, lo que más le gusta a David es sin duda la cocina. «Hacemos macarrones, otro día filetes de ternera, pescado, arroz», enumera. En el trabajo asegura que se lleva muy bien con sus compañeros. «Allí corto alimentos, hacemos las tortillas, guardo las cosas en la cámara frigorífica. Me gusta», dice.

En cuanto a su tiempo libre, el joven afirma que en casa le gusta ver la tele y jugar a la «Play3». «En la calle tenemos salidas programadas. Vamos a cenar por ahí, de tapas, a bailar a la discoteca». Para David vivir solo es una experiencia positiva y en el futuro asegura que le gustaría irse a un piso con amigos. «Algunos fines de semana voy a ver a mis padres, porque ellos me echan de menos».

Miriam, la mediadora. En el piso está además Miriam Ruiz, de 21 años, la mediadora que vive con ellos, pero en una relación de igualdad, explica. «Estoy haciendo el grado de maestra de Primaria y este es mi segundo año de mediación», comenta. Una labor que realiza sin recibir dinero a cambio. «Conocí el proyecto a través de mis prácticas de un grado superior de animación sociocultural que hice previamente. Para mí es una experiencia única», confiesa Miriam.

La labor de Miriam es ayudar a los chicos en aquello que necesiten. «Se han adaptado muy bien. Creo que me costó más a mí que a ellos. Tenemos unos paneles donde distribuimos las tareas por días y personas. El cuadrante lo hacemos entre todos», comenta.

Juan Pedrosa, de 20 años, es también mediador, pero de apoyo, por lo que aunque no vive en la casa acude los lunes y los martes y pasa un rato con los chicos y colabora con ellos en aquello que sea necesario.

No hay papel que se le resista. Cristina Rosell Bueno hace cinco años que trabaja en el Registro de la Propiedad Número 9 de Málaga con contrato indefinido. Es un ejemplo de superación, esfuerzo e independencia. Hace ya cuatro años que vive este piso compartido y ya piensa en dar el salto a su independencia absoluta. De hecho tiene planificado a corto-medio plazo mudarse con tres amigas. A Cristina no hay documento ni papel que se le resista. Comenzó de prácticas en el Registro de la Propiedad y allí se quedó. «Escaneo folios, archivo, hago de todo lo que haga falta», indica.

Es la mayor de tres hermanas y cursó hasta cuarto de la ESO. «Le dije a mis padres que me quería independizar. Mi madre no quería que yo me fuera, pero le dije que yo decido y me fui. Ahora sí está contenta», recuerda.

«Hago todas las tareas, pongo lavadoras...pero lo que más me gusta es hacer postres. Yo hago postres, como bizcocho o tarta de Oreo», dice. Le gusta ver la televisión. «Me gusta Tú si que vales y Gran Hermano. También me pongo con el ordenador y con internet, con Tuenti y Facebook a hablar con amigos», relata.

Pero, sobre todo, le encanta irse de marcha con amigos y amigas. «Hasta las tantas», comenta. Acerca de la convivencia asegura que no es problemática, al contrario. «Si se presenta algún problema se soluciona, se habla al momento y ya está». Confiesa que está «muy contenta» y que le gusta vivir sola. «Entré para aprender cosas, para hacer las tareas de la casa y aprender a convivir con los compañeros, pero ya quiero vivir sin mediadores. Aunque Miriam no es mi mediadora es mi amiga», subraya.

Un proyecto para aprender. El presidente de la Asociación Síndrome de Down Málaga, Francisco Muñoz, explica en qué consiste el Proyecto Amigo, que se enmarca en el programa Escuela de Vida, una iniciativa que arrancó en Murcia. Se trata en definitiva de ayudar a estos jóvenes a lograr su independencia y, para ello, realizan un periodo de aprendizaje, comenta Muñoz.

La asociación cuenta con lo que denominan pisos compartidos. Actualmente hay en marcha dos –el primero se abrió en marzo de 2009 y el segundo en septiembre de 2010– y en septiembre de este año quieren poner en funcionamiento un tercero, comenta por su parte la psicóloga y coordinadora técnica del Proyecto Amigo, Mª Carmen Salado. Dos pisos en los que actualmente residen seis chicos con síndrome de down y que en su mayoría trabajan, por lo que sufragan sus propios gastos. Además, éstos cuentan con la figura del mediador, que suelen ser jóvenes de la misma edad que conviven con ellos y que no reciben dinero a cambio.

Los chicos son además supervisados por una psicóloga, que no vive con ellos. «El respeto mutuo, compartir y las relaciones entre iguales tenga la persona down o no son premisas básicas», explica el presidente de Down Málaga. En este piso cada uno asume sus tareas y viven en completa independencia hasta que los técnicos valoran que están preparados y salen de estos pisos para ya alquilar o comprar su propia vivienda. «La experiencia, a pesar de todos los problemas e inconvenientes surgidos, es muy positiva», considera Muñoz.

Mª Carmen Salado destaca que además de los pisos actualmente 25 personas, entre chicos y mediadores, desarrollan un programa formativo que es la antesala de los pisos compartidos. «Los resultados son muy positivos, se ve a los chicos avanzar en cotas de autonomía, pero sobre todo son más responsables y más maduros», indica. En el proyecto hay además personas desde los 18 años en adelante y el mayor ahora tiene 52 años, por lo que además retrasa el envejecimiento cognitivo. «La idea es que cuando cada uno decida con quien vivir y cómo, se le faciliten los apoyos que sean necesarios», reseña la psicóloga.

Un conserje eficiente. José Miguel Esteban Lozano, de 40 años, tiene síndrome de down y trabaja en la conserjería de la propia asociación Down Málaga desde hace varios años. Tiene dos hermanas y este es su segundo año en el piso compartido.

José Miguel en su trabajo se dedica a llevar el correo, coge el teléfono, hace fotocopias y abre la puerta. Le gusta nadar y los martes y los jueves va a un taller de teatro. Ahora están preparando un espectáculo de cine y él representa a varios personajes, como al león del Mago de Oz y a Patrick Swayze en Ghost.

Tiene malos recuerdos de su etapa escolar en la que dice que los profesores lo marginaron por tener síndrome de down. «En el cole me trataban mal. He pasado una temporada muy fuerte. Mis profesores no me querían hacer exámenes y yo sí tengo capacidad. Me trataban como si fuera una mesa. No me tenían en cuenta. Yo me siento distinto a los demás, no diferente», declara.

Y es que José Miguel vivió una época diferente a la actual en la atención a estas personas. Son muchas las cosas que han cambiado a mejor. «Cuando me sentía mal, lo que hacía es que me escondía en una esquina», recuerda.

«Ahora estoy bien, estoy contento, prefiero vivir con mis compañeros», afirma. «Hago la cama, hago las cosas de limpieza, también plancho la ropa, la doblo, pongo el lavavajillas y hago de comer. Hacer la carne a la plancha se me da muy bien», indica.

José Miguel confiesa que no entró en un principio en el programa porque tenía «miedo». «Tengo un problemilla y es que nunca me decido, así que vine a probar y ya no me quiero ir a mi casa», dice felizmente ante la atenta y cómplice mirada de sus compañeros de piso.

http://www.laopiniondemalaga.es
12/06/2012

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