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Prácticas para romper barreras a la discapacidad en Arrasate

La proximidad física entre un centro de discapacitados y un instituto de iniciación profesional de Arrasate ha desembocado en una relación mutua que permite a los alumnos realizar unas prácticas que, más allá del itinerario curricular, les ayudan a superar barreras y prejuicios.



A primera vista, esta aceptación recíproca puede llamar la atención, debido a que se trata de colectivos sobre los que aún penden muchas ideas preconcebidas en la sociedad: los usuarios del centro tienen parálisis cerebral y los alumnos del instituto provienen de otros centros educativos en los que tuvieron dificultades para estudiar debido a su conflictividad.



Sin embargo, esta colaboración, que surgió a finales de 2008 a iniciativa de Gizalde, una asociación sin ánimo de lucro que se encarga de unir a personas que deseen realizar acciones voluntarias, ha resultado ser un éxito.



Gizalde propuso a las dos instituciones trabajar en conjunto y cuatro años después, lo que en un principio se limitaba a pequeñas tareas de mantenimiento se ha convertido en una estancia de prácticas trimestral en la que tres alumnos del instituto Lanbide conviven con los usuarios del centro de Aspace, donde desempeñan diversas actividades.



Esas labores incluyen colaborar en el servicio de lavandería -que se lleva a cabo para un piso tutelado de las cercanías-, aprender a elaborar productos de cestería -actividad en la que los usuarios de estos centros para discapacitados tienen una dilatada experiencia- o redactar distintos documentos en ordenador.



Pero la esencia de esta estancia no recae en los trabajos manuales, y más si se tiene en cuenta que los estudios de los adolescentes en el centro de iniciación profesional nada tiene que ver con ese área social.



Lo que verdaderamente trasciende es el contacto y la interrelación que se establece entre los jóvenes y los usuarios del centro, personas con parálisis cerebral con las que "antes no era capaz de hablar", recuerda Nekane, una joven de 15 años que ya va por su segundo período de prácticas en Aspace, lo que da una pista de su agrado con esta iniciativa.



La responsable del centro "Udalaitz" de Aspace en Arrasate, Margarita Martínez, en declaraciones a EFE, incide precisamente en la interiorización de ese aspecto. "Sobre todo, aprenden el valor que tienen estas personas de enseñarles algo -apunta-, el esfuerzo que hacen por sacar las cosas adelante".



Además, el proyecto ejerce una influencia positiva entre estos jóvenes, que "al hacer cosas que resultaban valiosas para nosotros", explica Martínez, tienen un comportamiento positivo en sus prácticas, lo que contrasta con la conflictividad que a veces se vive en Lanbide.



Y es que este instituto de iniciación profesional está básicamente compuesto por jóvenes de entre 16 y 18 años, a los que ofrece un programa de formación que combina un taller práctico que les familiariza con el mundo laboral, al tiempo que les da la oportunidad de cursar asignaturas ordinarias, para que al finalizar los dos años de estudio, puedan sacarse el graduado escolar.



A esto hay que sumarle el ciclo que se conoce como "complementario", en el que se inscriben adolescentes de 15 años obligados por ley a estar escolarizados y que realizan un "curso-puente" hasta ser aptos para el programa de estudios citado previamente.

http://www.diariovasco.com
25/04/2013

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