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La inteligencia atrapada de los disléxicos

«No puedo más. Es que ya no puedo más, de verdad». Esa frase la lleva la madre de Jorge grabada a fuego. Su hijo se la repetía cada tarde cuando llevaban horas sentados frente al libro de Lengua o Historia y los temas le parecían a Jorge 'Los Episodios Nacionales'.

Estudiaba el triple que el resto de sus compañeros y para llegar al suficiente sufría como el que se prepara un postgrado. Jorge se creyó tonto, fue a psicólogos, pedagogos, no hizo muchos amigos, se cambió de colegio y sus notas le hacían parecer un pasota a ojos de sus profesores. Jorge tenía una dislexia de caballo y una inteligencia tan por encima de la media que se le consideraba superdotado.

A su madre le costó mucho darse cuenta de que la inteligencia de su hijo iba por otra vía y que hincar los codos no le llevaba a ningún sitio. Cada aula española cuenta entre sus pupitres con aproximadamente dos niños con dislexia o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Más de un 10% del total de alumnos sufren estos problemas de aprendizaje que les impiden desarrollar su verdadero potencial.

El sistema educativo es tan rígido que les aparta. Ahora Jorge estudia Arquitectura con una beca en San Diego, es brillante en notas y es brillante en felicidad. Ha encontrado su vía para desarrollar su potencial.

«La mayoría de las veces son niños con una inteligencia superior pero que han sido sometidos a un sistema educativo que sólo es apto para un tipo de inteligencia, la memorística», asegura Carlos González, director del colegio Nuevo Velázquez, un oasis para niños con problemas de aprendizaje en el distrito de Chamartín de Madrid.

Se trata de un colegio pequeño, un chalet grande que empezó a recibir a este tipo de estudiantes y decidió especializarse. «Nuestros alumnos vienen al centro con muchos problemas de autoestima.

Se creen que no valen, que no pueden. Tenemos clases muy pequeñas, de un máximo de 15 alumnos, en las que fomentamos todas las vías de la inteligencia y aumentamos el amor propio.

No admitimos a niños con problemas de conducta, solo con problemas de aprendizaje. En sus otros colegios, muchas veces, han sido apartados y no queremos que aquí ocurra lo mismo». Exámenes orales, pregunta a pregunta en vez de todas del tirón en una página, refuerzo psicológico para no perder la fuerza, clases muy prácticas, escasos deberes fuera del horario escolar, atención personalizada y un contacto constante con las familias son las claves del éxito de este centro privado que es el único tan especializado en la capital.

«Hay tres claves en este proceso y deben ir unidas: psicología, atención personalizada y la familia. Cada día los padres saben cómo les ha ido a sus hijos a través de un 'e-mail', les contamos progresos, avances y en qué fallan para poder mejorarlo. Es una labor de equipo luchando contra un sistema que ha dejado de lado a este sector que suele ser más inteligente que la media». Además, cuentan con el apoyo de un psicólogo especializado en problemas de aprendizaje que sigue día a día a los estudiantes.

«La psicología es esencial en estos casos y en eso estamos haciendo un gran trabajo», explica Ángel Terrón, de Educ-at. El Colegio de Carlos se ha centrado en la ESO y el Bachillerato, donde más obvios son estos problemas de aprendizaje.

«Ahora vamos a tener un problema. La nueva ley educativa en vez de ayudarnos nos tira aún más para atrás. Antes, por lo menos, en Selectividad a estos chavales no les contaban las faltas de ortografía -para ellos es un mundo-. Ahora ni eso, y el tiempo que les dan de más, que son 15 minutos, se lo quitan del tiempo de descanso. Es absurdo», se lamenta. Además han creado ese tipo de reválida que se realizada al terminar la ESO y Bachiller, que supone una traba más.

«Es un trabajo a largo plaza, si ya en 4º de la ESO les dices que no valen, apaga y vámonos, no tenemos nada que hacer. Espero que no llegue a llevarse a cabo».

Al final, el temario y el examen es el mismo para entrar en la Universidad, pero aprenden esos conocimientos de una forma distinta, a su manera.

«La etapa universitaria o laboral es buenísima para ellos, porque desarrollan toda su capacidad sin las trabas que se les habían impuesto el colegio por los sistemas educativos», precisa.

El Mundo
29/12/2015

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