Larraitz Zubitur estira las sábanas hasta dejar una cama perfecta, de esas que invitan a tumbarse y dejarse caer en un sueño reparador. Repetirá el gesto a lo largo de la jornada en unas cuantas habitaciones más del hotel NH Collection Aránzazu, en Donostia, donde ya lleva trabajando trece años, se sorprende ella misma cuando echa la vista atrás en voz alta. Pero su labor va mucho más allá de la de ser camarera de piso, un trabajo esencial por otra parte para el funcionamiento de un hotel. Larraitz tiene una discapacidad intelectual y, aunque ella se quita toda la importancia, abre camino a otras personas que, con alguna limitación física o intelectual, dan el complicado salto de encontrar un empleo en el mercado ordinario, la asignatura pendiente para el colectivo. «Las personas con discapacidad podemos trabajar como otra cualquiera. Yo soy una más del equipo, no llevo ningún cartel de discapacidad», reivindica Larraitz predicando con el ejemplo, y continúa con la limpieza hasta dejar la habitación impoluta.
Esta vecina de Hernani, de 36 años, huye de protagonismos, aunque su trayectoria resulta todavía excepcional. En Gipuzkoa apenas hay 200 personas contratadas en empresas frente a las casi 5.000 que están en Gureak, una de las entidades de empleo especial de mayor envergadura en Euskadi, por su volumen de contratación y facturación. A pesar de que Euskadi cuenta con una de las tasas de actividad más altas de Europa en este colectivo, en la actualidad sólo el 42,5% de las personas con discapacidad en Euskadi son activas y la tasa de desempleo se sitúa en torno al 16,5%, según datos de Ehlabe, que aglutina a las entidades vascas de empleo especial.
«No es hacer un favor»
Algo se está avanzando, pero muy poco a poco. Las cifras de contrataciones han ido mejorando, aún así son muy pocos los que consiguen ser 'fichados' por una empresa del mercado ordinario. Por ley, las organizaciones con más de 50 trabajadores tienen la obligación de contratar a un número de profesionales equivalente al menos al 2% de la plantilla, pero es una deuda histórica que sigue sin cumplirse.
LA CIFRA
42,5%
Aunque es de las más altas de Europa, la tasa de actividad de las personas con discapacidad en Euskadi es solo del 42,5% y la tasa de desempleo se sitúa en torno al 16,5%, según datos de Ehlabe, la asociación que aglutina a las entidades de empleo especial del País Vasco.
El desconocimiento hace de primera barrera. «Sigue habiendo miedo a contratar a una persona con discapacidad, porque todavía se cree que se van a necesitar más apoyos y recursos, que no van a rendir al 100%... Cuando es mucho más sencillo», asegura Bakartxo Bandrés, la persona que ejerce de enlace entre Gureak y las empresas que tienen contratada a una persona con discapacidad. «Lo que hay que dejar claro es que no significa hacer un favor a una persona con discapacidad, porque eso no tendría sentido. La persona contratada tiene que trabajar y rendir de forma productiva, pero además aporta un valor social que completa su puesto», remarca.
A Larraitz, la única persona que le ha exigido más de la cuenta por ser discapacitada ha sido ella misma. «He querido demostrar a los demás que puedo, pero nadie me lo ha pedido, soy muy exigente conmigo misma. Siempre me han tratado como una más». En el hotel también imprimen normalidad a su trabajo. «Está absolutamente integrada, hasta el punto de que no reparamos en que tiene una discapacidad hasta que sale en algún reportaje como éste. Y eso que el departamento de pisos no es fácil, tiene un nivel muy exigente, más aún después de la renovación del hotel. De hecho, hemos tenido a gente de prueba que no ha sido capaz de seguir el ritmo de trabajo. Y Larraitz sí», ensalza la directora del establecimiento, Cuque Illa, que aprovecha para subrayar la importancia que tienen las camareras de piso en los hoteles. «Un cliente no perdona una habitación mal hecha. Su trabajo es esencial para un hotel», elogia.
Lágrimas en la reunión
En el día a día, Larraitz pasa desapercibida entre ese ejército de «hormigas» que acicalan las habitaciones. Desde hace poco también supervisa el trabajo de las personas en prácticas, cuenta Larraitz, lo que emociona a Bakartxo, que ha seguido de cerca todo su recorrido profesional. «Eso es muy importante, mucho más de lo que crees», le felicita. En el hotel admiten ese valor especial. «En una reciente reunión de trabajo proyectamos un vídeo en el que salía Larraitz y hubo a quien se le escapó alguna lágrima, porque emociona ver lo que supone para una persona con discapacidad tener un trabajo», desvela Illa.
Por desgracia no todas las personas con discapacidad pueden contar una historia de integración como la de Larraitz. «Sigue siendo una excepción», admite Iñaki Oyarzabal, director general de Gureak, donde emplean a casi 5.000 personas y también acompañan a las empresas interesadas, con el apoyo del Gobierno Vasco, para que el aterrizaje y el proceso de adaptación se complete con éxito. «Nuestra meta es que las personas con discapacidad tengan un empleo, el más adecuado a sus capacidades, pero el objetivo último es que puedan trabajar en un empleo ordinario». El problema de dar ese salto no es solo el desconocimiento. «También hay una barrera de mercado. Tiene que haber más incentivos para que las empresas que ya tienen de por sí sus reticencias tengan una motivación mayor», reclama Oyarzabal. Un centro especial de empleo, detalla, recibe la mitad del Salario Mínimo Interprofesional y está exento de pagar a la Seguridad Social. Las ayudas en el mercado ordinario no son del mismo calado.
Reducir el paro en el colectivo y ampliar oportunidades más allá de estos centros especiales es el objetivo. Una de las últimas propuestas se ha materializado en el proyecto Aukerability, que cuenta con financiación del Fondo Social Europeo y que en Gipuzkoa también ha recibido el respaldo económico de la Diputación. El plan se traducirá en la creación de 315 puestos de trabajo y también estudian la posibilidad de ofrecer bonificaciones fiscales a las empresas que dedican contratar a una persona con discapacidad, un paso adelante de un largo camino todavía por andar.
El diario Vasco.
23/05/2016