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Siete de cada diez padres argentinos son violentos con sus hijos

Cada día se registran 85 denuncias por maltrato infantil de media en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40% de la población de Argentina. Son los casos más graves —palizas, abusos sexuales y abandono— y dejan fuera otras formas de violencia naturalizadas, ejercidas contra los niños en millones de hogares. Gritos, bofetones, insultos, azotes y sacudidas forman parte de los métodos de disciplina aplicados por los padres a sus hijos en siete de cada diez familias argentinas, según el nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes difundido este miércoles.

Este tipo de violencia contra los menores está generalizada. Solo un 3,7% de los adultos se declara partidario de los castigos físicos, pero los sufren la mitad de los niños de entre dos y cuatro años y aumenta hasta el 73% si se extiende a cualquier forma de violencia, como agresiones verbales. Frente a esta realidad, Naciones Unidas quiere visibilizar el problema y concienciar a los padres de la necesidad de cambiar su forma de crianza.

"La violencia hacia los chicos dificulta su desarrollo cognitivo y habilidades sociales", subraya Roberto Benes, representante de Unicef en Argentina. "Es especialmente preocupante cuando ocurre en el interior de los hogares e involucra a los adultos cuidadores, personas que en lugar de proteger y acompañar a los niños en su crecimiento, los lastiman física y emocionalmente", agrega Benes. Si un padre riñe a gritos a su hijo en la calle en Buenos Aires y un adulto interviene para defenderlo es habitual que reciba como respuesta: "¿Qué te metés?, es mi hijo". Es aún más difícil saber qué ocurre en el interior de cada casa. El maltrato físico y psicológico queda grabado en la memoria de los niños que lo padecen, pero rara vez se denuncia, lo que complica la detección de casos

A menudo, los adultos no tienen intención de maltratar, pero lo hacen, ya sea por desconocimiento o por imitación de modelos familiares. Unicef lanza este miércoles una campaña que tiene como primer paso reconocer la violencia y así empezar a prevenirla. A los anuncios en medios y en redes sociales, se les suma una guía práctica para evitar gritos, chirlos y estereotipos y talleres dirigidos a madres y padres.

"Detectamos un déficit en la capacidad de maternaje. Mamás que por una situación de vulnerabilidad tienen dificultades para criar chicos", dice a EL PAÍS el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Santiago López Medrano. Cita como ejemplo a madres adolescentes con varios hijos a cargo, hogares monoparentales o con padres adictos. La provincia de Buenos Aires comenzó a realizar estos talleres hace más de un año y los ha convertido en una política pública para extenderlos a todo el territorio.

Conductas heredadas

"El papá que grita, insulta y humilla muchas veces no ve ese acto como violento sino como natural porque probablemente lo vivió también él en su infancia. Históricamente, la crianza se aprendía por una tradición familiar, pero cuando venís con varias generaciones de familias disfuncionales, con pobreza, violencia y adicciones no hay modelos que imitar", dice el ministro. La progresiva generalización de la educación inicial, de niños entre cero y cinco años, "ayuda a detectar muchas de estas situaciones a tiempo, porque afectan al desarrollo psicomotriz", señala.

Los primeros cuatro años de vida son críticos. Es la edad en que los niños son más indefensos, pero también cuando más violencia reciben. El 54,4% de los niños de entre dos y cuatro años de Argentina sufren castigos físicos, el 45,2% de los que tienen entre cinco y 11 años, el 32% de los comprendidos entre 12 y 14 años y el 26,4% de los adolescentes entre 15 y 17. Las agresiones verbales, en cambio, se mantienen alrededor del 60% en todas las edades, según el estudio que fue realizado a partir de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados.

"La solución es lograr un cambio cultural de percepción a largo plazo", subraya Benes. Es decir, conseguir que los padres impongan su autoridad de forma no violenta y volver inaceptable que den un azote o griten a sus hijos si consideran que se han portado mal.

El Pais
11/11/2017

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