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La inclusión de la neurociencia en las decisiones judiciales genera polémica

El fallo de la jueza Liliana Merlo (Juzgado en lo Penal Juvenil de 6° Nominación) sorprendió a muchos. La magistrada le pidió a la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia de Córdoba que recurriera a las neurociencias para tratar a un joven condenado por un hecho de robo calificado.

Desde hace unos años existe un boom por las neurociencias. El estudio del cerebro y de la mente ha dado importantes pasos en los últimos años gracias a nuevas herramientas e instrumentos.

Pero esta explosión también tiene su costado divulgativo con libros y programas de televisión que abordan el tema. Además, dentro de este neuroboom también hay falsos profetas y afirmaciones sin avales académicos.

¿Cómo puede leerse el pedido de esta jueza cordobesa? En el fallo, la magistrada pide que se apliquen las premisas y los postulados de las neurociencias, la neuroeducación y la inteligencia emocional.

“Estimo importante puntualizar el valor de las neurociencias, la neuroeducación y la inteligencia emocional como herramientas y estrategias de intervención en centros socioeducativos que alojan a niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley penal, principalmente para potenciar capacidades y habilidades personales y sociales”, concluye la jueza.

Teorías con tradición

Karin Arbach, investigadora del Conicet y especialista en psicología criminal, se mostró sorprendida por el fallo. Para ella, lo nuevo es la terminología usada. “Desde hace 40 años, la psicología basada en la evidencia viene haciendo aportes importantísimos tanto en la evaluación del riesgo de la conducta delictiva como para su tratamiento. Hay países pioneros como Canadá, pero en Argentina y en Córdoba se desconocen estos trabajos”, comenta.

Arbach, que pertenece al programa nacional Ciencia y Justicia, no cree que agregar el prefijo “neuro” delante de disciplinas de larga tradición las haga más prestigiosas.


Jorge Cáceres, expresidente del Colegio de Psicólogos de Córdoba, tiene una visión más crítica. “La neurociencia es parte de una avanzada que tiene como consecuencia un retroceso de los derechos individuales de las personas. La neurociencia pretende la reeducación con un sesgo biologicista que deja de lado otros condicionamientos que hacen a la formación de la subjetividad de las personas”, explica.

En este sentido, para Cáceres el fallo de la jueza es un reduccionismo y se inmiscuye en un ámbito que no le compete.

La investigadora chilena Beatriz Luna trabaja desde hace años en la Universidad de Pittsburgh en el estudio del cerebro adolescente. “Es importante entender que la conducta criminal durante la adolescencia no indica lo que esa persona va a ser de adulto, ya que el cerebro está en pleno desarrollo”, explica.

En uno de sus trabajos, Luna y colegas analizan fallos de la Corte Suprema de Estados Unidos, en los que los jueces, basados en investigaciones neurocientíficas, decidieron reducir la condena a personas que cometieron delitos durante su juventud.

Uno de los casos es el de Christopher Simmons, quien a los 17 años asesinó a Shirley Cook. Fue condenado a pena de muerte. En fallo dividido, la Corte Suprema de Estados Unidos sostuvo que la pena de muerte constituía un castigo cruel e inusual para un menor.

El argumento fue la evidencia científica sobre que los adolescentes tienen menos culpabilidad porque su desarrollo inmaduro los hace más propensos a participar en un comportamiento imprudente.

Luna asegura que los avances en neurociencia seguirán desempeñando un papel fundamental en la orientación de las decisiones legales y en la configuración de la política pública, pero cree que requieren una cuidadosa consideración.

La Voz
16/01/2019

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