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Nace la primera unidad de dislexia, un trastorno congénito y hereditario

No tiene nada que ver con la orientación, con la dificultad para reconocer colores o para diferenciar derecha e izquierda. La dislexia es un trastorno específico y persistente del aprendizaje, de origen neurobiológico. Y no se puede explicar por ningún tipo de discapacidad intelectual, auditiva, visual o con problemas del comportamiento. Se nace y se muere con dislexia, es congénita por lo tanto, y además hereditaria. Y aunque suele diagnosticarse más en los niños, la prevalencia es idéntica entre hombres y mujeres.

Galicia tiene ya su primera unidad de dislexia, centrada específicamente en esta dificultad de aprendizaje. Se llama UIID (Unidad de Investigación e Intervención en Dislexia), está en la Facultad de Ciencias da Educación de la Universidade de Santiago y su directora es la profesora del centro, Paula Outón. Aunque acaba de empezar a caminar -empezó a funcionar en septiembre-, en tres meses ya ha tratado a 23 niños de distintas edades.

Con la dislexia hay muchas creencias que no son ciertas. Por ejemplo, no se cura, pero puede llevarse a cabo un aprendizaje totalmente normal, aunque el menor precise más tiempo para hacer las tareas. De hecho, para diagnosticarla hay que descartar que el nivel de aprendizaje no sea normal, porque si es bajo ya habría que hablar de otro problema. Como hay distintos grados de dislexia, hay pequeños que precisan apoyo durante toda la escolaridad, y otros que hasta que llegan a secundaria pasan totalmente desapercibidos. Por eso también la prevalencia es muy variable. Hay estudios que dicen que un 2 % de la población tiene dislexia, y otros lo elevan al 20 %. ¿Por qué? Porque depende de los criterios que se utilicen para seleccionar a la muestra «ya que no hay una definición universalmente aceptada», apunta Outón. En un trabajo realizado en Canarias, por ejemplo, se halló una prevalencia del 3,2 % en esa comunidad.

Otra de las creencias equivocadas es que es un trastorno que aumenta. No, simplemente ahora se detecta, «cuando empecé a investigar en el 96 -explica esta profesora- en todos los colegios de Santiago había un solo niño diagnosticado, cuando se estima que hay uno o dos por aula». Tampoco es más prevalente entre niños que entre niñas, aunque se diagnostica más en los primeros «porque al no ser capaz de seguir el ritmo de la clase, molestan más». Para detectarla, aunque tiene un origen neurobiológico, se utiliza un examen psicopedagógico «no hay ninguna prueba neurológica que te dé un diagnóstico -aclara Outón-, se habla de una heterogeneidad genética pero aún no está muy claro qué genes intervienen».

La voz de Galicia
8/02/2019

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