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Manuel Ojea: Tenemos la integración, pero falta mucho para la inclusión real

Manuel Ojea cerró el pasado septiembre una trayectoria de 41 años dedicado a la educación. El colegio de Prácticas de la Aneja fue su primer destino como profesor de pedagogía terapéutica en Educación Especial. Arrancaba entonces una carrera profesional que le llevó primero hasta A Veiga y Vilardevós y luego, en 1985, a los Equipos Psicopedagógicos de Apoyo de O Barco de Valdeorras y Celanova, antes de incorporarse al grupo de orientación de la capital ourensana. El IES Blanco Amor ha sido su destino profesional durante los últimos siete años, labor que compaginó con la de profesor asociado de la Universidade de Vigo, que ejercía desde 1998.

Pero más allá de su labor docente, Ojea Rúa es conocido por su dedicación al autismo. El trastorno de Espectro Autista (TEA) ha centrado su intensa labor investigadora que le ha llevado a escribir 32 libros manuales y a publicar más de 150 artículos en revistas científicas de ámbito nacional e internacional. Cuenta que empezó a interesarse por el tema cuando estudiaba psicología. «En aquél momento relacionaban el autismo con la psicosis de tipo primario», recuerda. Una línea de pensamiento de la que fue alejándose según entraba en contacto con la realidad de los niños autistas. A pesar de esa prolija labor investigadora, dice que no se considera un referente en la materia. «Ya me gustaría, ya. Quizá algún día», señala.

De momento, aprovechando su reciente jubilación -como catedrático de instituto y profesor asociado de la universidad-, también ha intensificado su labor a favor de este colectivo, tanto desde la asociación Trascos, que preside desde su fundación hace siete años; como a través de la investigación.

Dos de los proyectos en los que trabaja y que le hacen especial ilusión están ya a punto de ver la luz: «Voy a publicar un cuento con la editorial Aljibe, en el que participan varios compañeros de Trascos y que aborda la historia de la amistad en el autismo; y también estoy pendiente de la aceptación por parte de la editorial Pirámide de un protocolo sobre los niños con autismo en las escuelas, en los ambientes sanitarios y en la familia», comenta.

Además, Manuel sigue vinculado con la docencia a través de varios másteres relacionados con ese tema en la Universidad de Vigo; dirige varias tesis en la Escuela Internacional de Doctorado de la misma universidad y codirige otras de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

Para Ojea Rúa, aunque la percepción social de las personas autistas es distinta a cuando él comenzó a centrarse en ellos; aún hay muchas lagunas en el apoyo que se les presta. «Evidentemente se hacen avances científicos y esos avances permiten mejorar la teoría y los programas. Pero si no hay una continuidad en el ámbito educativo y en el familiar, mediante una serie de metodologías, el hecho de que puedas aplicar un programa concreto en un momento determinado, vale de muy poco», opina.

«Se ha producido lo que en la década de los 90 se llamaba la integración, pero falta muchísimo para garantizar la inclusión de los niños autistas. Lo que tenemos ahora es que los niños con autismo están, efectivamente, en las escuelas ordinarias. Y punto. Están. Ya está», asevera Manuel Ojea.

Aunque reconoce que se ha mejorado «porque hoy en día no se comenta aquello de que como un niño tiene autismo tiene que ir obligatoriamente a un centro específico, sea cual sea su caso, y en general se propone su escolarización en la ordinaria» lamenta que no exista un apoyo real. «Todo lo que es la aplicación práctica, la atención educativa, falla en todos los sentidos. Apenas hay protocolos de actuación ni formación específica en los centros para la atención a estos niños; no hay nombramiento de profesores ni estudiantes tutores para estos escolares, ni de equipos de niños para acompañarles en el recreo. Cualquier altercado o problema produce disgustos en el menor que tiene una reacción inadecuada y se toma como una conducta que hay que corregir de inmediato», dice.

Manuel Ojea Rúa nació en septiembre de 1958 en Ourense.

Profesión. Profesor de Educación Especial, psicólogo y psicopedagogo, fue catedrático de Educación secundaria y profesor asociado de la Universidad de Vigo. Es autor de numerosas investigaciones y publicaciones sobre autismo.

Su rincón. Elige los jardines del Bispo Cesáreo, en los que se ubica la estatua de Eduardo Blanco Amor, un autor que considera un referente. «Siempre me pareció una persona culturalmente sobresaliente»

«Estoy en ese momento en que puedo hacer solo lo que me interesa»

El día de su 60 cumpleaños, el pasado 22 de septiembre, Manuel Ojea inició su etapa como jubilado, pero solo en la práctica diaria como docente. En su otra vertiente, la de investigador, su actividad se mantiene con la misma o, si cabe, mayor intensidad. En los tres siguientes meses firmó una decena de artículos en publicaciones internacionales, lo que da una pista sobre lo que va a suponer esta nueva etapa de su vida en lo que se refiere a su vinculación con el autismo. «He llegado a un punto que deseaba desde hace mucho tiempo. Estoy en ese momento en que puedo hacer solo lo que me interesa y decir no a lo que no me interesa», señala. Entre otras cosas, cuenta que le gustaría colaborar con proyectos que considera interesantes y que se están desarrollando fuera de Ourense «aunque a estas alturas es una decisión no tan fácil de tomar».

La Voz Galicia
21/03/2019

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