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Omega 3, bueno pero escaso

Mientras más se la pone a prueba, más apremiante se hace la hipótesis. La dislexia, la dispraxia y otros problemas neurológicos parecen estar asociados a la falta de ácidos grasos Omega 3, especialmente durante el embarazo.

La evidencia de una relación con la depresión, con el síndrome de fatiga crónica y con la demencia está menos clara, pero aún así es sugerente. Ninguno de estos estados es causado exclusivamente por una carencia de estos químicos, ni puede ser remediado con su aplicación, pero se está haciendo bastante obvio que algunas de las enfermedades modernas más persistentes son, al menos en parte, afecciones causadas por carencias.

El año pasado, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Oxford publicaron un estudio efectuado sobre 117 niños víctimas de dispraxia. Esta enfermedad provoca dificultades de aprendizaje, trastornos de conducta y problemas sociales. Afecta a alrededor del 5% de los infantes. A algunos de los infantes investigados se les dieron suplementos de ácidos grasos Omega 3 y Omega 6, mientras que en otros se utilizaron placebos. Los resultados fueron extraordinarios: en tres meses, la lectoría del grupo experimental aumentó un promedio de 9,5 meses, en tanto que la de aquellos a quienes se dio placebos aumentó en 3,3.

Otros estudios han mostrado mejorías importantes en la concentración, la conducta y el CI. Esto no debiera sorprendernos. Durante la era paleolítica, los seres humanos comían prácticamente la misma cantidad de ácidos grasos Omega 6 y Omega 3. Los Omega 6 se encuentran en los aceites vegetales, mientras que la mayor parte de los Omega 3 que comemos provienen del pescado.

Gracias al pescado

John Stein, profesor de fisiología en Oxford, especialista en dislexia, cree que los aceites del pescado permitieron a los humanos dar su gran paso cognitivo hacia adelante. Dice que la concentración de Omega 3 en el cerebro podría brindar más evidencia de que los seres humanos fueron durante un tiempo semi acuáticos. Stein piensa que cuando a aquellas células que en parte son responsables de la percepción visual (las neuronas magnocelulares) les falta Omega 3, no establecen todas las conexiones necesarias con otras células y no transmiten información tan eficientemente. Su desarrollo dispar explica, por ejemplo, por qué a muchos niños disléxicos les parece que las letras saltan en la página. Es por ello que, a primera vista, la investigación del gobierno del Reino Unido sobre la idea de dar cápsulas de aceite de pescado a los escolares británicos, parece sensible.

Existe un solo problema: no hay suficiente pescado. El alimento de nuestro cerebro está desapareciendo. Para saber por qué, hay que leer “The End of the Line”, escrito por Charles Clover. El autor viajó por todo el mundo, conociendo cómo la grotesca mala administración de las existencias de peces se ha expandido como una enfermedad contagiosa. Los gobiernos ayudan a sus pescadores a aniquilar los bancos locales, luego les pagan por construir barcos más grandes y poderosos que les permitan operar más lejos. Cuando han limpiado de peces sus propias costas, los contribuyentes les pagan por destruir los stocks de otra gente.

La Unión Europea, por ejemplo, ha otorgado a mimados pescadores el derecho a robarles proteínas a los desnutridos pueblos de Senegal y Angola. Las reservas del África occidental están corriendo ahora la misma suerte que las del bacalao del Mar del Norte y el atún del Mediterráneo.

Los peces se utilizan en las granjas que ahora proliferan por el mundo para alimentar vacunos, cerdos, gallinas y otros peces. Quienes crían salmón, bacalao o atún, por ejemplo, producen cerca de la mitad de los peces que consumen.

Hasta 1996, cuando la indignación pública hizo que la práctica cesara, una planta de energía en Dinamarca operaba con aceite de pescado. El departamento de Energía de Estados Unidos también está subsidiando la conversión de aceite de pescado en biodiesel a través de su “programa regional de energía de biomasa”.

Reservas amenazadas, algas emergentes.

Nada ha cambiado, tres años después de que Ransom Myers y Boris Worm publicaran su seminal estudio sobre la naturaleza, donde mostraron que las existencias globales de peces aprovechables habían disminuido en 90%.

Si se permitiera que las existencias de peces se recuperaran y las políticas pesqueras reflejaran criterios científicos, podría haber lo suficiente para seguir andando. Introducir medicaciones masivas con aceite de pescado bajo las actuales circunstancias, podría ser una receta para el colapso total de las existencias globales. Sin embargo, debemos prevenir que muchos miles de vidas sean arruinadas por lo que parece ser un creciente problema de desnutrición. Algunas plantas (como el lino y el cáñamo) contienen aceites Omega 3, pero no de las variedades que nuestras membranas celulares necesitan. Pero, hace pocas semanas, una compañía suiza llamada Eau+ publicó un informe de prensa aseverando que ha venido cultivando “una cepa secreta de alga llamada V-Pure” que produce la clase correcta de ácidos grasos. Dice estar en vías de comercializarla como un suplemento.

Los aceites producidos por algunas especies de algas, son químicamente idénticos a los que se encuentran en los peces: de hecho, los peces los obtienen de ellas. Más vale que lo sea y que su proyecto funcione bien. De otra manera, la especie humana está destinada a dar un gran paso cognitivo hacia atrás.

La nacion
3/07/2006

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