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Las Google Glass se reinventan: así ayudan a ver las emociones a niños con autismo

Un proyecto de la Universidad de Stanford usa las Google Glass para ayudar a los niños con autismo a identificar mejor las emociones mediante emoticonos.

Desde su lanzamiento en 2013, las Google Glass han pasado prácticamente sin pena ni gloria en el mercado de consumo. Además de ser muy caras, las gafas inteligentes de Google llegaron en un momento en el que no existía un ecosistema real para sacar provecho a todo su potencial y quedaron relegadas a un segundo plano.

Ahora su nueva versión se ha centrado en un uso más industrial o con fines de proyectos específicos. Gracias a esto, han ido apareciendo algunos proyectos más interesantes enfocados en usos médicos o educativos. Así es como nació en la Universidad de Stanford el The Autism Glass Project (El Proyecto de las Gafas Autistas, en español) que, tras más de 6 años de investigación, acaba de ver la luz.

Las 'Superpower Glass', como los niños con transtorno del espectro autista (TEA) ya las llaman, vienen para dar una ayuda a los niños en el reconocimiento de emociones faciales de otras personas utilizando la tecnología de Google. Esta información servirá para ayudar a mejorar las interacciones sociales de los niños.


Emoticonos para emociones

El funcionamiento de estas Google Glass no podía ser más sencillo. El niño tan solo debe ponerse las gafas y encenderlas para que el hardware y el software comiencen ha hacer su 'magia'. El vídeo recogido por la cámara incorporada se envía directamente al smartphone del cuidador, que cuenta con una aplicación instalada.

Esa app será la encargada de reconocer las caras e identificar las emociones de las personas alrededor del niño empleando inteligencia artificial. La información procesada se devuelve a las Google Glass mediante emoticonos, emojis o palabras escritas, según los gustos personales del niño.

Los investigadores también permiten al usuario elegir que las emociones detectadas se anuncien por voz mediante un auricular de conducción ósea. Que envía ondas directamente al oído interno utilizando el cráneo como medio de propagación.

El software desarrollado por la Universidad de Stanford junto con la compañía Cognoa, reconoce hasta 7 emociones faciales diferentes. A saber: felicidad, enfado, sorpresa, tristeza, miedo, asco e indiferencia; además de expresión neutra.

Además, según comentan los diseñadores "la aplicación del smartphone ofrece actualmente dos juegos para las Superpower Glass". De esta forma pretenden motivar al niño a ponérselas y jugar a Adivina la emoción y a Captura la sonrisa. Con estos juegos también pretenden que los niños identifiquen mejor las emociones de los demás independientemente de las Google Glass.

Las gafas no pretenden sustituir las habilidades sociales del niño durante mucho tiempo. Para los científicos del estudio "las gafas no deben ser una prótesis permanente". Según sus estudios, los niños deben llevarlas en sesiones diarias de 20 minutos en sus hogares durante 6 semanas. "Se espera que los niños aprendan rápidamente a detectar las emociones de su entorno social y, una vez que hayan ganado confianza, se debe dejar de usar las gafas", han declarado a la revista IEEE Spectrum.

Así funcionan las Superpower Glass

Las Google Glass no son más que un smartphone con el formato de unas gafas. Procesador, memoria interna, memoria RAM, cámara... Todo lo que un teléfono inteligente tiene en sus entrañas con las limitaciones de ser un hardware condicionado por el escaso tamaño.

Por ello, la carga de trabajo principal se ha traspasado al smartphone. "Realizar todo el procesado en el dispositivo [en las gafas] genera demasiado calor y automáticamente comienza a limitar las operaciones", según los desarrolladores. También admiten que el recorte en las operaciones limita el desempeño correcto del dispositivo ralentizando la identificación de las emociones.

El remedio que han encontrado es emparejar las Superpower Glass con un smartphone mediante la conexión WiFi de nuestra casa. De esta forma, las gafas capturan el vídeo, lo comparten con el smartphone y, en muy poco tiempo, el niño ya visualiza la información. "El teléfono es el que realiza el trabajo duro de la detección y seguimiento de las caras, extrae la información, reconoce la expresión y, además, almacena el vídeo en su memoria".

Según informan, los científicos están trabajando en una actualización del software para las Google Glass que implementa una tecnología de deep learning capaz de hacer seguimiento de caras y clasificar las emociones simultáneamente. El mayor reto es hacerlo correr en un hardware muy limitado (como es el de las gafas y el de un smartphone) y la capacidad de reconocer las caras en movimiento.

El Español
11/04/2020

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