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El cuerpo no miente

¿Qué dicen los músculos, las vértebras, la sangre, las  lágrimas, las risas  cuando escuchamos más allá de las palabras?  El cuerpo habla, escucha, siente y piensa. Como hablantes  estamos acostumbrados a poner en un trono a la palabra (oral/escrita), nos olvidamos que toda información al ser percibida por los sentidos, de inmediato se hace carne, gestos, emoción y síntoma.

Seguramente Ud, tuvo la oportunidad de ver en nuestro país un programa en  la Tv abierta sobre este tema. Nos mostraba la forma cómo la policía (PDI) utiliza este enfoque para estudiar los distintos signos que muestra nuestro cuerpo para descubrir rasgos de comportamientos engañosos para ingresar al país con fines no turístico. En verdad el lenguaje oculto de nuestro cuerpo expresa mucho más de lo que “declaran” las palabras. El lenguaje del cuerpo es así un reflejo de la vida que cada uno lleva a cuestas.

¿Qué dicen los músculos, las vértebras, la sangre, las  lágrimas, las risas  cuando escuchamos más allá de las palabras?  El cuerpo habla, escucha, siente y piensa. Como hablantes  estamos acostumbrados a poner en un trono a la palabra (oral/escrita), nos olvidamos que toda información al ser percibida por los sentidos, de inmediato se hace carne, gestos, emoción y síntoma. Sí, el cuerpo tiene su lenguaje  aunque no sepamos descifrar qué dice. Podríamos entendernos mejor si nos enseñaran a descifrar las claves.

Durante mucho tiempo esta lengua fue una especie de herramienta “no oficial” en una cultura que   consideró a la materia como obstáculo para la realización espiritual  y que legitimó la dualidad “mente/cuerpo”. Primero con argumentos teológicos y luego “científicos” (mente Cartesiana que orienta la antropología profana en la actualidad). Solo en las últimas décadas el interés por esta lengua oculta  ha “seducido” a investigadores de diversas disciplinas. Los expertos en “cinesis”  o estudio del movimiento corporal, se preocuparon por los gestos, desde la mirada seductora hasta los involuntarios ademanes y los mensaje que nos envían mensajes  bastantes diferentes a la expresión verbal (rascarse la nariz, o arreglarse el cabello, etc.)

Ray Birdwistel (1918-1994) a fines de la década de los 40s  sugirió que la palabra hablada  ocupa entre un 35 %  en la comunicación humana. Seguidamente  Erwin Goffman (1922-1982) y Paul Ekman (1934-  ), desde la sociolingüística,  analizaron las expresiones particulares del cuerpo como la “distancia física”, de la que tanto hablamos en pandemia. El lenguaje corporal es algo más que un “catálogo de códigos gestuales” que se activan cuando nos comunicamos. El cuerpo nos habla a nosotros mismos para transmitirnos sus estados de ánimo, condición de salud, felicidad o incomodidad ¡el problema es cómo interpretar lo que dice! En el psicoanálisis se estudia  la manera cómo nos constituimos en “sujetos” mediante una relación corporal con los demás. Como  la relación primaria  que un bebé establece con su madre, entre la boca y la mirada. Nydia Bustamante psicóloga social española  señala que en la vida intrauterina, a partir de las 12 semanas, el feto ya se contrae, se tensiona e incomoda  por situaciones de sonidos o gritos que escucha la madre. No teniendo aún palabra, registra esta experiencia a nivel neuronal que recibe a partir de la madre. Gran parte de las investigaciones intrauterinas así lo comprueban (ver el capítulo “La Comunicación Pre-natal” de mi libro “LENGUAJE Y BILINGÜISMO EN LA INFANCIA: PERSPECTIVA PSICOLINGÜÏSTICA” (2016, Ediciones de la U: Bogotá, Colombia).

Otro aspecto de la expresión corporal que no se puede pasar por alto es entender que desde la “postura” se puede leer la personalidad y la historia individual, por ejemplo en la columna vertebral vemos si alguien está  erguido(a), si los hombros están levantados o tensos. Esto me recuerda cuando yo iba a buscar a mi hija al colegio María Auxiliadora (Valdivia), sabía si había tenido una buena o mala mañana. O si alguien camina mirando hacia abajo, puede indicar que no desea “enfrentar el mundo”. Es natural que un niño(a) que tiene miedo  contenga la respiración apriete los brazos al tronco, levante los hombros, y agache la cabeza. El punto es que en la primeras etapas de la vida asumimos posturas que nos protegieron y  o nos sirvieron para conseguir algo,  y , después como adultos nos limitan; posteriormente desarrollamos movimientos más flexibles y equilibrados desaprendiendo lo “viejo”. Escuchar el lenguaje del cuerpo es identificar cómo y dónde expresamos nuestras emociones ¿en qué zona del cuerpo se ubica el llanto o el dolor que no expresamos con la voz? ¿dónde se oculta el miedo de nuestra infancia?

Si nos auto-observamos registraremos el dolor que alivia el llanto. O el afecto de un enemigo que alivia el malestar del colon o “plexo solar “en la medicina China, e incluso, la base emocional de una diabetes. Así como existe una historia del pensamiento o de la palabra escrita, podríamos trazar la historia del “lenguaje corporal”. Por las exigencias que nos impone hoy la cultura, disciplinas como la psicolingüística, teorías de la comunicación,  y la medicina pueden dar cuenta de cómo tratar las partes reprimidas o bloqueadas que nuestro cuerpo manifiesta. Así, ¿como explicamos aquello de “estar en forma” que el marketing de la “belleza” nos inunda en la publicidad? Solo hace falta un instante de silencio para interrumpir todo aquello que nos llega a la mente en las distintas formas de “discursos” que aceleran nuestros cerebros diariamente. Todo esto que llamamos “cuerpo” no es más que nosotros mismos , afirma el periodista y escritor español Osvaldo Bairrogia (1948-  ), expresándose con “formas nuevas para viejos hábitos de pensamiento”. El cuerpo no solo siente, también piensa. El pensamiento mismo es un acto biológico. Lo hacemos con el estómago, colon, y/u otros sistemas corporales que emiten mensaje de un organismo estresado con carencias afectivas y otros “venenos del alma” que nos deja hoy el hedonismo, negacionismo, decontruccionismo, materialismo, consumismo individualista. ¿Cómo podrá el cuerpo eliminar estos residuos, igual que los tóxicos que deja nuestra alimentación física? LO formuló Paul Chauchard en “Medicina Psicosomática” (¡969) Paidos, bs Aires.

 

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