La evidencia científica muestra que la plasticidad cerebral en los primeros años es máxima y que la intervención oportuna puede cambiar el pronóstico de muchos niños con factores de riesgo. “Esperar a que crezca” puede hacernos perder un tiempo valioso para intervenir y ayudar a aquellos niños con antecedentes médicos perinatales, que ponen en riesgo su calidad de vida.
Hace poco, atendí a un bebé de seis meses que estuvo muy enfermo en sus primeros días de vida. Como ocurre en muchos casos, sus padres lo llevaron con esmero a sus revisiones pediátricas regulares. Allí, el médico les aseguró que todo estaba bien y que podían estimularlo en casa, incluso sugiriendo buscar atención especializada solo cuando fuera mayor. Sin embargo, mi experiencia como neuropsicóloga me alertó: el bebé parecía mucho menor de lo que su edad indicaba, dormía casi todo el tiempo y no presentaba los logros esperados para sus seis meses.
Por desgracia, me encuentro con esta situación con demasiada frecuencia. Frases como “el niño es lento”, “ya hablará” o “cada quien tiene su ritmo” tranquilizan a las familias, pero pueden ocultar riesgos que, si no se atienden a tiempo, repercutirán en el desarrollo global del niño.
El error de “esperar y ver”
La evidencia científica muestra que la plasticidad cerebral en los primeros años es máxima y que la intervención oportuna puede cambiar el pronóstico de muchos niños con factores de riesgo. “Esperar a que crezca” puede hacernos perder un tiempo valioso para intervenir y ayudar a aquellos niños con antecedentes médicos perinatales, que ponen en riesgo su calidad de vida.
¿Por qué no basta con el seguimiento pediátrico?
El pediatra es quien vela por la salud global del niño, aunque no siempre identifica alteraciones sutiles en el desarrollo neurológico, motor, comunicativo o social. Por esta razón, la valoración por profesionales especializados en neurodesarrollo—como neuropsicólogos, logopedas, terapeutas en comunicación humana, terapeutas físicos y ocupacionales—resulta fundamental cuando existen factores de riesgo.
En mi práctica, observo que los niños que han pasado por situaciones graves al nacer pueden presentar retrasos motores, dificultades en la comunicación prelingüística (balbuceo, contacto visual, sonrisa social) y escasa interacción con su entorno. Estas señales no deben minimizarse.
Señales de alarma que los padres y profesionales deben vigilar
La estimulación temprana basada en evidencia: mucho más que “ejercicios”
La estimulación temprana no consiste en simples ejercicios o juegos sin estructura. Se trata de intervenciones planificadas, diseñadas para activar áreas específicas del cerebro en desarrollo. Numerosos estudios científicos demuestran que la estimulación adecuada—sensorial, motora, cognitiva y comunicativa—en los primeros años potencia la formación de conexiones neuronales y mejora las funciones cognitivas, el lenguaje, la socialización y la autonomía.
El trabajo conjunto de logopedas, terapeutas en comunicación humana, terapeutas ocupacionales y neuropsicólogos permite seleccionar y adaptar estrategias de estimulación según la edad, las necesidades y los antecedentes de cada bebé. Actividades dirigidas al juego compartido, la lectura de cuentos, ejercicios de motricidad fina y gruesa, el contacto visual y la interacción verbal, cuando se aplican de forma individualizada y sistemática, muestran un impacto positivo comprobado en el desarrollo global.
Por eso, la intervención temprana no solo busca resolver dificultades, sino potenciar al máximo las capacidades de cada niño, aprovechando la plasticidad cerebral y brindando herramientas a las familias para acompañar el proceso en casa.
El valor del trabajo interdisciplinario
La intervención temprana más efectiva se realiza en equipo. Cada profesional aporta una mirada que favorece el desarrollo integral del niño:
¿Qué hacer y a dónde acudir?
No se trata de alarmar, sino de actuar con responsabilidad. Los centros de intervención temprana y otros servicios de rehabilitación, cuentan con equipos interdisciplinarios preparados para valorar y acompañar a niños en situación de riesgo. Cuanto antes se intervenga, mayores serán las posibilidades de favorecer un desarrollo óptimo.
Mensaje a los pediatras y profesionales de la salud
A los pediatras, médicos generales, enfermeros y personal de salud infantil: nunca demos por sentado que un niño estará bien sólo porque sus signos vitales son estables o sus estudios salen normales. Cualquier niño con antecedentes perinatales (prematuridad, hipoxia, infecciones, bajo peso al nacer, hospitalización prolongada, etc.) DEBE ser canalizado para valoración especializada en desarrollo infantil. La intervención temprana salva oportunidades, previene discapacidades y mejora la calidad de vida a largo plazo.
Conclusión: la intuición y la insistencia salvan oportunidades
A las familias les digo: si algo no les convence, si sienten que “algo no va bien”, insistan en una valoración especializada. A los especialistas en salud infantil, les invito a escuchar con atención las inquietudes de los padres y a derivar sin miedo a los servicios de atención temprana. Porque en el desarrollo infantil, el tiempo sí importa, y nunca es demasiado pronto para actuar.
En Espacio Logopédico queremos acompañarte en el desarrollo de tus hijos. Si tienes dudas, consulta con nuestros especialistas para recibir la orientación que necesitas.
Referencias
Correo electrónico para consultas: 1raquelguerrero@gmail.com