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Un efecto melódico

El análisis psicológico de sus composiciones, los efectos neurofisiológicos en el cuerpo humano y el espectro sonoro demuestran que escuchar la música de Mozart ayuda a curar, a mejorar, a armonizar la salud tanto física como psíquica. De ahí el llamado “Efecto Mozart”.

Todos escuchamos música por el simple hecho de sentirnos mejor, por diversión, o para bailar.

El doctor Rafael Martínez, director de Estrés Center, lo confirma al decir que la música “influye en nuestro estado de ánimo y en los sentimientos”.

Sin embargo, dice que para lograrlo de forma efectiva lo ideal es que se considere aquella que en verdad llegue a estimular las funciones mentales superiores y estimular así la parte cognitiva del ser humano.

Por ejemplo, menciona que hay dos tipos de componentes musicales: la primera se refiere a la música que está compuesta por acordes sincrónicos los cuales estimulan la mente, mientras que la segunda, los desincrónicos, pueden en determinado momento influir en “conductas agresivas”.

Y es en esta última tesis que tiene cabida el denominado “Efecto Mozart”, la cual entra en la categoría de musicoterapia y en la que según Martínez se produce debido a que los sonidos y las frecuencias altas, además de deleitar a la persona, estimulan tanto el neo-córtex como el sistema límbico. Es así como, explicó, las piezas mozartianas no solo activarían las redes neuronales, sino que incidirían en las respuestas emocionales, la concentración, la atención y la memoria.

Por ejemplo Francisco D., quien a su punto de vista Mozart —junto con Bach y Beethoven— “es uno de los creadores más significativos de la historia musical humana”, confesó que siempre que puede escucha algunas de sus melodías.

Explica que se le hace difícil definir con certeza el cúmulo de sensaciones que estas le provocan; sin embargo, explica, “me provoca una sensación de armonía con el universo y con su esencia creadora, me hace sentir que soy parte (en medio del horror de la cotidianidad global), de una humanidad capaz del amor o la belleza”.

Música para el espíritu

El porqué de su “efecto” para los entrevistados se debe a la riqueza en las composiciones y en el hecho de que Mozart supo estudiar las emociones del ser humano y transmitirlas en sus melodías.

Estas poseen propiedades particulares que a través de los ritmos, la métrica, el tono, el timbre y ciertas frecuencias logran estimular el cerebro. “Es la perfección estructurada desde la perspectiva armónica, estilística y rítmica”, dice el músico Julio Bautista, de la Orquesta Sinfónica Nacional: “Los sonidos de sus melodías son simples y puros, por lo que motivan”.

Según algunos especialistas, solo las piezas de frecuencia alta, como por ejemplo la Sonata D (en Re mayor) para dos pianos o los conciertos para violín 3 y 4, son los recomendados para producir efectos a escala cognitiva, debido a que ayudan a incrementar la plasticidad cerebral.

Tanto Martínez como Batista dicen que no existe una receta o una “fórmula mágica” para saber a ciencia cierta el efecto que cada una de sus partituras puede logar en cada persona.

Además, el galeno invita a no solo “escucharla”, sino “oírla”, para una mejor interpretación y deleite. Aclara que no quiere decir que debido a que ya escuchó a Mozart y ya la interpretó, la persona posee un coeficiente intelectual mayor.

Para Bautista es importante conocer el trasfondo: “Todas tienen un contenido musical espiritual increíble. Para entonar con Mozart se logra mejor documentándose un poquito del origen y propósito de Mozart”.

Prensa Grafica
15/06/2007

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