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Detectar la sordera en recién nacidos.

La prueba clásica que se realiza a los bebés tiene un margen de error del seis por ciento. Sin embargo, los llamados potenciales evocados auditivos (PEATC-A) reducen la cifra entre el uno y el cuatro por ciento

Nada más venir al mundo, el recién nacido es sometido a diferentes exámenes para cerciorarse de que todo está en orden. Prueba de talón, toma de temperatura... Y una prueba de audición. Porque, existen diversas causas que provocan sordera o hipoacusia. Desde las genéticas (que representan cerca del 50 por ciento de los casos), problemas durante el embarazo, hiperbilirrubinemia, infecciones, prematuridad del bebé, etc.

Por este motivo, en los últimos años las instituciones sanitarias internacionales intentan concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de actuar lo antes posible sobre aquellas formas de sordera, que por afectar a los recién nacidos y lactantes, interfieren con el desarrollo del lenguaje. En la actualidad, las otoemisiones (OEA) y los potenciales evocados de tronco cerebral automatizados (PEATC-A) son las técnicas ideales para el primer control auditivo de los pequeños.

El primero consiste en colocar un micrófono en el oído externo del recién nacido y automáticamente estimula, detecta y registra si recibe o no los sonidos. Es una prueba sencilla que no provoca ninguna molestia al bebé. Dura apenas cinco minutos y se realiza entre el segundo y el quinto día de vida.



Más precisión

Sin embargo, este análisis presenta entre un seis y un 10 por ciento de falsos positivos, sobre todo en casos de niños prematuros y nacidos con menos de 48 horas, por lo que se imponen cada vez más los potenciales, donde los falsos positivos se reducen entre el uno y el cuatro por ciento. Según explica Néstor Galindo Campillo, jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Ruber Internacional «son como un electrocardiograma de la audición. El oído capta señales acústicas y da orden al cerebro». Este método, en definitiva, hace una valoración global del sistema auditivo y utiliza como estímulo un «click» con una frecuencia y una intensidad determinadas.

«Por ejemplo, comenzamos con 30 decibelios (dB) y si el niño no oye, aumentamos a 40 dB. La prueba dura aproximadamente unos 20 o 30 minutos y requiere un ambiente tranquilo, de silencio, por ello se realiza después de la toma del biberón, porque es cuando está más relajado», añade Galindo.

Aunque este sistema fue pionero «en Pamplona y hace unos 15 años se empleaba en adultos y verificaban si el paciente oía o no, ahora se ha transformado en un equipo mucho más sofisticado (apenas pesa medio kilo y es transportable) y desde hace cuatro años es capaz de predecir con más exactitud cuánta pérdida sufre el afectado», añade el especialista. De hecho, en líneas generales, este tipo de exámen se complementa con potenciales evocados de estado estable (PEATs-EE) para detectar y diferenciar el tipo de hipoacusia, saber el grado de pérdida y qué frecuencias están alteradas (hipoacusia objetiva del lactante). Sin embargo, según las recomendaciones del JCIH (Joint Committee on Infant Hearing), «la técnica de cribado apropiada en la UCI neonatal debe ser la de PEATC-A».

Galindo añade que «antes se realizaban las otoemisiones a todos los bebés, y si no pasaban la prueba se pasaba a los potenciales, pero ahora se recurre directamente a estos últimos, mientras que las OEA se emplean más en el terreno de la investigación».

De hecho, desde hace dos años, la prueba de cribado del Hospital Ruber Internacional se basa en realizar PEATC-A directamente, a pesar de que requiere más tiempo y es más costosa, «pero así eliminamos un mayor número de falsos positivos, evitando esos costes intangibles: ansiedad familiar, desplazamientos, pérdida de horas de trabajo... que son mayores con OEA».

No obstante, y pese a su remarcada importancia, desde el hospital madrileño afirman que existen varios problemas para la puesta en marcha de un screening auditivo universal. «El primero, que los ginecólogos, pediatras, enfermeros deben concienciarse de la importancia y beneficio que supone detectar la hipoacusia antes de los seis meses de vida.

El segundo, que supone tal dedicación de recursos humanos y económicos que estos programas, en la inmensa mayoría de las veces, quedan restringidos a hospitales, tanto públicos como privados, de cierta envergadura. Y, finalmente, la falta de uniformidad en el tiempo y espacio a la hora de citar a los enfermos en este tipo de programas, que provoca que gran parte de los niños no acudan a sus citas con regularidad».

http://www.larazon.es
17/03/2010

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