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El efecto Mozart.

Un chasquido de dedos, una palmada, el arrullo de unos brazos o el tarareo de una melodía en los minutos del baño acompañan al niño desde los primeros días de vida. A esa estimulación intuitiva se puede añadir la programada, aquella que utiliza algunas prácticas para aprovechar la capacidad de aprendizaje que posee el aún inmaduro cerebro infantil, desde los cero hasta los seis años.

"La estimulación temprana es muy aconsejable", explica la psicóloga Beatriz Estupiñán, "por que se sabe que los primeros tres años de vida son en los que hay una mayor plasticidad cerebral".

Eso significa que el cerebro se hace a sí mismo en respuesta a las experiencias ambientales y los estímulos que recibe a lo largo de ese periodo. Y que en gran medida la actuación temprana va a tener una notable relevancia en el desarrollo emocional y social del pequeño.

"La estimulación ha existido desde siempre. Pero hace varias décadas se aplicó a niños con diferentes discapacidades para compensar sus déficits y se comprobaron sus enormes beneficios, de forma que esas técnicas acabaron por extenderse y generalizarse para todos los niños". Así que se sabe que es en los primeros años en donde se pueden sentar las bases de un mejor aprendizaje en distintas habilidades. "No sólo para adquirir conocimientos, sino, también, para un desarrollo integral psicosocial", señala Estupiñán.

En el caso de la música las posibilidades, quizá, se multiplican. "Es muy provechosa la estimulación temprana musical por que se activan muchos sentidos al mismo tiempo", explica la especialista. La intervención mediante la música en el despertar sensorial del bebé reporta muchos beneficios: mejora el sistema auditivo; estimula las emociones; desarrolla la memoria; aumenta el sentido del ritmo y desarrolla el juicio crítico. "Un niño al que se acostumbre a oír música llegará un momento en el que pueda escoger qué quiere escuchar. Elegirá una pieza musical sobre otra", dice la psicóloga.

Además de todo eso, la estimulación musical ayuda a desplegar las habilidades creativas. Y tampoco hay que desdeñar los efectos sobre el aparato motor si, por ejemplo, se adiestra al pequeño a tocar un instrumento o se le inicia en la danza y el baile a un nivel apropiado para la edad y sin más pretensiones que su interrelación con los otros y el entorno.

Algunos de esos beneficios positivos se reconocieron en estudiantes que participaron en una investigación realizada en la década de los 90 del siglo pasado por Frances Rauscher y Gordon Shaw, de la Universidad de Wisconsin (EE UU). En ella se atribuyó, en concreto, a la música de Mozart una influencia tal que provocaba mejores resultados académicos en quienes escuchaban estas obras.

Se tome en serio o no el denominado efecto Mozart, la utilidad de la estimulación musical en los niños ya nadie parece discutirla. "Se puede creer más o menos que una obra de Mozart, con base armónica y pulso lento, desde el vientre materno le va abriendo el cerebro a un niño para mejorar su capacidad de aprendizaje. Pero lo que es innegable es que la música va a aportarle una riqueza enorme", afirma Juan Jesús Doreste Aguilar, profesor de música y coordinador del departamento de formación de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC).

http://www.laprovincia.es
31/12/2010

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