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Los trastornos del lenguaje afectan a un 7 por ciento de la población infantil

El desarrollo del habla y el lenguaje, y por tanto el inicio de la comunicación y la socialización, se produce en los primeros años de vida. Por ello es especialmente importante detectar y tratar cualquier trastorno en este ámbito de forma precoz -antes de los dos años-, para evitar posteriores dificultades en el aprendizaje y en las relaciones sociales.

"No diagnosticar un problema en la esfera del lenguaje en una edad temprana puede acarrear consecuencias de por vida", ha afirmado José Antonio Muñoz Yunta, responsable de la Unidad de Neuropediatría del Hospital del Mar, en Barcelona, y director del Curso sobre aspectos neurobiológicos del aprendizaje en niños, que ha dedicado su tercera edición a los trastornos del habla y del lenguaje.

Actualmente, los especialistas ya disponen de la metodología adecuada para detectar el autismo entre los seis meses y el primer año de vida y los trastornos específicos del lenguaje (TEL) entre el año y medio y los dos años.

Detección tardía El problema, sin embargo, reside en que la mayoría de la población pediátrica con alguna patología de este tipo no llega a la consulta del experto hasta cumplidos los cuatro o cinco años, "una edad muy tardía que dificulta el tratamiento y reduce las posibilidades de eliminar las secuelas".

Para evitar la "intolerable demora" que se produce hasta el diagnóstico, Muñoz Yunta ha abogado por la formación de maestros, educadores, psicopedagogos, cuidadores y familiares para lograr un objetivo clave: el diagnóstico precoz de unos trastornos que aíslan al niño de su entorno familiar, social y escolar. "La simple observación de la conducta del niño ya puede mostrar el indicio de ciertas patologías, por lo que es necesario entrenar a las personas que están en contacto más directo con él para que acudan al pediatra antela aparición de cualquier sospecha".

Los trastornos del lenguaje afectan a un 7 por ciento de la población infantil y tienen etiologías muy diversas. Los secundarios a un déficit instrumental son los que surgen cuando hay una alteración de los órganos corporales implicados en la producción, transmisión o recepción del lenguaje: buenos ejemplos son la sordera, el quequeo y problemas físicos en la cavidad oral, dientes y lengua, como el labio leporino.

diariomedico.com
8/08/2005

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