Expertos ensayan novedosas técnicas de enseñanza multisensorial para combatir las dificultades de alumnos con problemas de aprendizaje como la dislexia.

«En esta historia os voy a contar cómo fue mi infancia. Mi primer año en la escuela me sentía diferente al resto de mis compañeros sólo porque la mayoría entendía todo a la primera; ellos no tenían dificultad para leer ni para sumar, restar, multiplicar... Nadie se paró a pensar que yo no era TONTA, ni mucho menos. Lo que yo tenía era una dificultad, DISLEXIA. Al ir pasando los años, me iba avergonzando más el no saber leer como el resto. Nadie se puede imaginar lo malo y humillante que es que te manden leer todos los días en voz alta para que seas el hazmerreír de la clase. He sufrido mucho y me come por dentro ser diferente, pero jamás en nueve años en el colegio les he dado a entender que yo sufría; al contrario, me la traía un poco floja ser la retrasada de clase. Aunque, si os digo la verdad, mi sueño será levantarme una mañana y poder leer y escribir sin miedo a que se rían de mí, y sé que con vuestra ayuda ese día llegará».

Ésta es la carta en la que una joven relata a la Fundación Nuevas Claves Educativas (FNCE) cómo afrontaba cada día de escuela por culpa de la dislexia, un problema que afecta al 10% de los españoles y que, en muchos casos, pone el disfraz de vagos a niños que sólo necesitan que alguien les enseñe de otra manera. El BEC de Barakaldo se llenó ayer de propuestas novedosas no sólo para disléxicos, sino para personas con cualquier otra dificultad de aprendizaje y, por qué no, para todos. Propuestas de profesores y pedagogos que no se apoltronan y que creen en una enseñanza multisensorial que aproveche las habilidades de cada alumno y minimice sus dificultades. Aprender lo que es un litro de agua gracias una botella y una caja de cartón y a contar hasta diez en japonés utilizando palabras del propio idioma... Todo vale. Ver, tocar, oír, cantar, construir... Aprender.

Bajo el título 'Nuevas claves, viejos mitos', el III Congreso de la FNCE - que lleva años ayudando a estas personas, a sus familias y a los profesores- atrajo a Bilbao a Pedro Buendía, director del Centro de Educación de Adultos de Murcia Río Mula, y a Rosie Wood, directora del Centro de Dislexia Helen Arkell de Surrey (Gran Bretaña), entre otros. Ambos dejaron boquiabiertos a más de uno de los 400 asistentes a la jornada de ayer, profesionales interesados en copiar sus novedosas técnicas.



CON LAS MATEMÁTICAS

Pedro Buendía se presenta como animador matemático. Y vaya si lo es. No hay más que verle durante su ponencia 'Aprendiendo matemáticas con las manos', con la que arranca los aplausos de los asistentes, ávidos de repetir esos trucos ante sus alumnos. Parece increíble la pasión con la que busca enamorar a la gente de esta disciplina injustamente tachada de aburrida. Para ello propone «la fiesta de los números, que evita el sufrimiento y la apatía de tantos y tantos escolares que se pierden en el laberinto de esquemas matemáticos demasiado artificiales».

Buendía viaja siempre con su «caja de herramientas»: patatas, almendras, plastilina, agua, tijeras, papel, cartulina... Todo ello para que los alumnos construyan con sus propias manos cosas como 'la caja de litro': arma con cartulina y clips una caja de un decímetro cúbico y la forra por dentro con una bolsita de plástico. «Y aquí está la botella de litro llena de agua. Parece que no va a caber, ¿verdad? parece que necesitaríamos dos cajas. Pero no (echa el agua de la botella y encaja a la perfección en la cajita). ¿Véis? Así los chavales entienden y ven con sus propios ojos qué es eso de que un litro equivale a un decímetro cúbico».

«Hay niños que no pueden comprender qué es un metro cuadrado», dice luego, y se saca del bolsillo lo que parece un pañuelo y acaba desplegado en un auténtico metro cuadrado de papel. «También tengo la caja de un gramo, donde meto agua fresca y se la echo después en la mano, para que sientan el frescor de un gramo». Y si lo que busca es que aprendan los porcentajes, les hará recortar una tira de papel dividida con lápiz en 100 trocitos, «para que lo doblen por la mitad y sientan el 50%. Y si lo doblan otra vez tendrán el 25%».



CON EL LENGUAJE

Rosie Wood es logopeda e insiste en acostumbrar a los niños a trabajar con unidades de sonido, a desmenuzar las palabras. Y para eso, les pone a dar palmadas con cada golpe de sílaba, a escribir en la arena con el dedo, a encontrar palabras dentro de otras más largas, a acompañar con gestos los vocablos, a darse cuenta de que si a una Z la tumbas se convierte en una N... «Con los niños disléxicos, la educación multisensorial funciona. Hay que aprovechar todas las técnicas de enseñanza y darse cuenta de que el aprendizaje es, en estos casos, más individualizado. Cada niño ha de encontrar las estrategias que le sirvan mejor. Es decir, que si se le da bien la música le podemos enseñar cantando; si prefiere la educación física, hagámoslo con danza...».

Recomienda a los niños «muy visuales que formen dibujos con las letras», por ejemplo, que en 'zoo' vean dos ojos. Para los que son buenos con el oído se pueden distorsionar los sonidos al hablar para que éstos resulten más llamativos. Y para los que prefieren el tacto, recomienda escribir las palabras en el aire mientras se pronuncian. No se olvida de la tecnología: «Estos niños no deben copiar de la pizarra porque lo van a hacer mal; es mejor darles fotocopias. Y los procesadores de texto de ordenador que corrigen la escritura son de mucha ayuda».

Para estos profesionales incansables nunca existe el fracaso. Lo importante es «generar confianza», y por ello aconsejan «desterrar fórmulas del lenguaje hablado como las oraciones con un 'no' o con 'pero', y verbos como 'debes' o 'tienes que'. En su lugar, hay que hablar de 'podrás', 'eres capaz de'...»

El correo
13/11/2006