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El Programa de Intervención Temprana en el Estado de Illinois y las Contribuciones del Terapeuta Ocupacional. (Parte IX)

Un concepto importante del modelo de la ocupación humana es el de habituación. Se refiere a los hábitos, rutinas y roles en los que el niño participa a diario y que forman el tejido de su vida cotidiana. Las rutinas del niño están en gran parte determinadas por los patrones biológicos de dormir, despertar, comer, pero los hábitos familiares también tienen un gran impacto en la organización del niño.
El Modelo de la Ocupación Humana

El modelo de la ocupación humana puede ser usado para guiar el tratamiento de los niños en intervención temprana porque permite entender cómo el interjuego entre la volición del niño, sus hábitos y rutinas, sus capacidades, y el ambiente en que vive facilitan o limitan la participación en ocupaciones. Este modelo sostiene que a medida que el niño participa en diversas ocupaciones con diferentes grados de éxito, cambia sus capacidades, ideas y sentimientos sobre sí mismo, y su disposición a actuar (Kielhofner, 2006). En general, con los niños pequeños este modelo es usado en combinación con otros modelos de la práctica.

El concepto de volición describe la motivación del niño para realizar elecciones de actividad. El proceso volicional implica anticipar, elegir, experimentar e interpretar las experiencias ocupacionales en las que se participa, y es dependiente de los valores, intereses y el sentido de causalidad personal del niño. La participación exitosa en ciertas actividades favorece en el niño un deseo de volver a participar en ellas en el futuro y promueve el desarrollo de intereses. El desarrollo de los intereses en la primera infancia está relacionado también con el estilo de procesamiento sensorial de cada niño (la manera en que cada sistema nervioso procesa estímulos visuales, sensoriales, vestibulares, etc.) y con las oportunidades que ofrece el ambiente. Los valores del niño se van construyendo en la interacción entre la experiencia vivida y los valores familiares.

El proceso evolutivo de la volición progresa desde la exploración, pasando por la competencia, y llegando hasta el logro. Cada etapa de esta secuencia se caracteriza por una creciente experiencia de control sobre el ambiente. En la primera etapa (exploración) el niño desea interactuar con el ambiente con el fin único de obtener placer a través de las experiencias sensoriales. El niño descubre su cuerpo y su entorno. En la exploración no hay expectativas sobre los resultados de la acción, ya que su único objetivo es el descubrimiento. En la etapa de competencia el niño incorpora lo que ha aprendido sobre sí mismo y su ambiente durante la etapa exploratoria y lo usa con el fin de influenciar su ambiente; el niño va desarrollando un mayor sentido de control personal y practica repetidamente los movimientos o gestos aprendidos. En esta etapa el niño se esfuerza por alcanzar sus propios estándares de desempeño.

Finalmente en la etapa de logro, el niño intenta dominar una tarea o actividad moderadamente desafiante, incorporando los aprendizajes de las etapas anteriores, sin importarle el riesgo de fracaso. El niño no solamente se siente capaz de satisfacer sus propios estándares, sino que responde a las demandas ambientales del desempeño. Estas tres etapas no son lineales ni se dan de una sola vez, sino que son un proceso complejo que se pone en juego cada vez que el niño tiene la oportunidad de explorar ambientes, situaciones o actividades nuevas.

Un concepto importante del modelo de la ocupación humana es el de habituación. Se refiere a los hábitos, rutinas y roles en los que el niño participa a diario y que forman el tejido de su vida cotidiana. Las rutinas del niño están en gran parte determinadas por los patrones biológicos de dormir, despertar, comer, pero los hábitos familiares también tienen un gran impacto en la organización del niño.

Las capacidades del desempeño y habilidades del niño son otro elemento que contribuye al desarrollo de su identidad y competencia ocupacionales. Las capacidades del desempeño sufren cambios constantes en los primeros años de vida, a medida que el sistema nervioso continúa desarrollándose y el niño incrementa su competencia para interactuar con el ambiente a través de la experiencia. El niño pone sus capacidades en uso cuando desarrolla habilidades que le permiten actuar con un objetivo específico y comunicarse.

Se consideran tres tipos de habilidades: motoras (cómo el niño mueve su cuerpo y objetos en relación a una tarea específica), de procesamiento (cómo secuencia sus acciones, elige y usa de manera apropiada materiales y herramientas, y adapta su comportamiento a medida que encuentra desafíos), y de comunicación e interacción (cómo comunica intenciones, necesidades, y afectos)

El ambiente influencia la acción del niño de diversas maneras: proveyendo oportunidades y recursos, creando condiciones que facilitan o limitan la participación, y creando demandas. El ambiente consta de dimensiones físicas (características de los objetos y espacios disponibles), y sociales (la familia del niño, su cultura, sus expectativas), ambas poderosas influencias en la participación ocupacional del niño.

Evaluación

El proceso de evaluación con este modelo requiere de la observación del niño en su ambiente y en relación a sus cuidadores, mientras participa de actividades libres y/o estructuradas. Es necesario observar cómo diferentes ambientes impactan el sentido volicional del niño (el cuestionario volicional pediátrico puede usarse para organizar y documentar esas observaciones, ver Apéndice), si el niño utiliza las habilidades que tiene de manera funcional, y si los hábitos y rutinas apoyan o limitan la participación en ocupaciones. Un instrumento como el SCOPE (ver Apéndice) es útil para relacionar toda la información obtenida.

Intervención

Usando el modelo de la ocupación humana como guía para la intervención, el terapeuta puede facilitar el desarrollo de la volición del niño proveyendo oportunidades de exploración, puede apoyar a la familia en la instauración de rutinas o hábitos que posibiliten un mejor desempeño ocupacional, puede promover el aprendizaje de habilidades, y recomendar modificaciones ambientales. A medida que los cambios se van instaurando de manera progresiva, es importante evaluar constantemente si van teniendo el impacto esperado en el nivel volicional del niño y en su participación ocupacional y continuar modificando la intervención consecuentemente.

Raras veces el terapeuta ocupacional usa un solo modelo de la práctica en su trabajo con las familias, sino que los integra unos con otros dependiendo de las necesidades presentes en cada caso. En la sección siguiente se ilustrará el proceso de evaluación e intervención con la ayuda de un ejemplo clínico.
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