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Recomendaciones para los alumnos practicantes de Institutos de Formación Docente (Parte I)

Temor a qué?  A no estar suficientemente preparado, a cometer errores conceptuales, a no poder controlar el grupo, a que el material elaborado sea el adecuado, a que el timbre toque antes de que el practicante termine la clase... o mucho después. A la mirada del otro, del docente de práctica.  

Llevo una larga experiencia como profesora en Institutos de Formación Docente, y esa experiencia me demuestra que la práctica áulica es una de las situaciones que genera mayor temor y ansiedad en los futuros colegas. También fui testigo en muchas oportunidades de cómo estos sentimientos obstaculizan el desempeño de los practicantes en el aula e inhiben el disfrute del momento para el cual se han ido preparando a lo largo de la carrera.

Analicemos cuáles pueden ser los factores que generan inestabilidad en nuestros alumnos:

¿Temor a qué? A no estar suficientemente preparado, a cometer errores conceptuales, a no poder controlar el grupo, a que el material elaborado sea el adecuado, a que el timbre toque antes de que el practicante termine la clase... o mucho después. A la mirada del otro, del docente de práctica.

¿Ansiedad? Que pase rápido, que se termine el sufrimiento, a ver si la clase está aprobada, qué devolución le harán las Profes de Práctica.


La idea entonces, es ofrecer algunas sugerencias para aliviar estas tensiones:

- Estudiar en profundidad el tema, buscar varios y variados ejemplos, y como el docente tiene que saber más que sus alumnos, no puede hacer estudiar del mismo manual que ellos utilizan. Tendrá que buscar una bibliografía más compleja, por ej. la que sugieren los profes de las cátedras, husmear en las diferentes editoriales y en internet que ofrece también amplias posibilidades para informarse.

- Pergeñar la manera de llevar al aula ese contenido. En este punto, es necesario recurrir a las didácticas específicas de cada asignatura. Hay una forma particular de construir conocimiento que es propio de cada materia, y aquí también el practicante puede basarse en las didácticas que recomienda el profesor o buscar otras alternativas. Existe un preconcepto que las didácticas son recetas anquilosadas carentes de creatividad que no contemplan la mirada personal de cada docente pero, así como quien se acerca por primera vez a la cocina sigue al pie de la letra una receta para preparar un exquisito plato, quien se acerca por primera vez al aula tiene que seguir un cierto modelo. Siguiendo con la metáfora de la cocina, a medida que vaya ganando destreza, el chef combinará sabores hasta desprenderse de la receta inicial y crear una receta propia. Así, el docente irá probando diferentes aplicaciones y tomará de cada una lo que le resulte más enriquecedor.

- Armar un plan inteligente, viable, práctico y variado que les permita desarrollar su clase en un ambiente de agradable cooperativismo entre sus saberes y los del alumnado. En consecuencia, cuando planifique debe anticipar las posibles respuestas, orales o actitudinales, de los niños y niñas.

Inteligente: con un contenido que ofrezca un grado mayor de dificultad del que el alumno ya sabe. Cuando el alumno se va de la clase, debe llevarse algo nuevo. Un plan inteligente responde a la pregunta ¿qué nuevo saber aprenderán mis alumnos hoy?

Viable y práctico: que no demande más energía de la que el docente tiene. La clase no es una carrera de obstáculos de la cual debiera salir destrozado, es una organización de recursos de fácil acceso y cuyo uso debe practicarse de antemano. Sucede que a veces en su afán por innovar, el practicante se enreda en complicadas estrategias que en el momento de ponerlas en práctica, no recuerda cómo se usan ni para qué sirven. Un plan práctico responde a la pregunta ¿Cómo hago para que mis alumnos aprendan?

Variado: que incluya distintas actividades que requieran del alumnado procesos mentales diferentes: copia, lectura, interpretación, producción escrita, comparación, inferencia, explicación oral a los compañeros… Para seleccionarlas conviene preguntarse para qué sirve, qué aprende, ejercita o fija el alumno con esto, qué relación tiene con lo dado y con lo que vendrá, qué capacidades desarrolla. Saber para qué sirve la actividad define la orientación que dará el docente a sus alumnos (copiá para aprender la grafía de las palabras, fijate qué palabra tuviste en cuenta para inferir tal o cual información, Cómo te diste cuenta…)

Vale aclarar que la clase debiera transcurrir como un continuum lógico de causa y consecuencia (donde se intercalen explicaciones, preguntas, aclaraciones) y no como una sumatoria de actividades, por lo cual además de las actividades es necesario pensar cómo articularlas entre sí.

Recordemos que “una imagen vale más que mil palabras”, es conveniente incluir recursos visuales que sirvan de apoyo y complemento a la palabra. En este sentido, las nuevas tecnologías ofrecen unas posibilidades muy valiosas (fotos, videos, pawer point, etc.)
 

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