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Las emociones detrás de los problemas de lenguaje

Si nos ponemos en el lugar de los niños y empatizamos con sus temores y frustraciones entenderemos que no lloran o se equivocan para molestarnos, y podremos comprender que sus problemas emocionales no son solamente por sus trastornos de lenguaje, sino por el modo en que nosotros manejamos sus dificultades.

Los trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación tienen un origen diverso y distintas características, pero algo que tienen en común es que la mayoría de los niños presenta dificultades en su desarrollo social y afectivo.

Algunos síntomas de los trastornos de desarrollo del lenguaje son:

  • Dislalias. Dificultad para pronunciar sonidos.
  • Trastorno fonológico. Dificultad para formar completamente las palabras.
  • Trastorno sintáctico. Dificultad para armar oraciones, incorporar elementos sintácticos (pronombres, preposiciones, artículos) o conjugar frases verbales.
  • Tartamudez. Dificultad en el ritmo del habla
  • Disfonía. Dificultad en la calidad de la voz.
  • Trastorno pragmático – semántico. Dificultad para relatar eventos o comprender narraciones de otras personas.

Cualquier dificultad para comunicarse con los demás no solo le genera problemas al niño, sino también dentro del grupo familiar, en el colegio y en los distintos entornos de la vida social. Es común que la familia quiera sobreproteger al niño, o bien, se muestren indiferentes o rechacen el problema.

Para manejar la tensión o la angustia que le provoca al niño desarrollar interacciones con otras personas, utiliza estrategias como el mutismo selectivo, la timidez excesiva o la intolerancia a la frustración, pues la mayoría de los niños llega a sentirse ineficiente o “distinto”. Muchos niños con trastornos comunicativos presentan además trastornos de integración sensorial, es decir, no responden al entorno de la misma manera en que la mayoría lo hace.

Si nos ponemos en el lugar de los niños y empatizamos con sus temores y frustraciones entenderemos que no lloran o se equivocan para molestarnos, y podremos comprender que sus problemas emocionales no son solamente por sus trastornos de lenguaje, sino por el modo en que nosotros manejamos sus dificultades.

Puesto que los niños obedecen a los principios de placer (hago lo que me gusta o lo que me divierte), de economía (hago lo más fácil y rápido), de familiaridad (hago lo que ya conozco) o por la novedad (me intereso por lo nuevo), el juego resulta una gran herramienta para incorporar reglas o normas con mejores resultados que si solo son impuestas como limitaciones desde fuera. Por ejemplo, una regla puede ser “el que se para pierde un turno”, o “el que habla vuelve a empezar”. Cada vez que la actividad es motivante y entretenida, los niños decidirán asumir esas reglas de comportamiento de modo activo, ya que les resulta imprescindible para seguir jugando, así, más que una imposición son los niños quienes incorporan de modo natural ciertas conductas y actitudes, sin necesitar un control estricto, rígido o agresivo por parte del adulto.

En el caso de que existan pocas habilidades comunicativas y/o verbales se recomienda:

• Escoger un material simple, que pueda ser manipulado fácilmente por el niño.

• Usar juguetes que permitan alternar turnos.
• Usar animales, muñecos y objetos cotidianos para construir acciones cotidianas dentro del juego (lavar, comer, dormir, etc.).
• Intentar mantener la actividad con un solo tipo de materiales o situación por al menos 5 minutos.
• Usar un lenguaje simple, de frases cortas, indicando y nombrando los objetos a usar, de modo reiterativo, para que el niño entienda claramente y pueda incluso repetir algunos gestos o palabras.
• En ocasiones, jugar en espacios reducidos y con pocos objetos, para que el niño atienda a las acciones y las personas de modo regular.
• Incorporar nuevos juegos o materiales de modo progresivo, pero lento, para diversificar los intereses del niño.
• Premiar con abrazos o elogios el buen comportamiento.
• Ante rabietas, pataletas o agresiones, suspender el juego. Conviene hacerlo ordenar todo (le guste o no) a modo de consecuencia negativa de su mal comportamiento. Ofrecerle volver a jugar una vez calmado.

Siempre que nos encontremos con un niño con problemas de lenguaje y comunicación, debemos ser nosotros quienes pongamos un esfuerzo mayor para interactuar con él y ayudarle a manifestar sus emociones para que pueda construir mejor un desarrollo social y afectivo. Los logros son progresivos, por lo que tanto adultos como los niños debemos prepararnos para enfrentar la frustración frente a las dificultades que el manejo conductual presenta. La terapia es un apoyo fundamental, pero también lo son los límites y reglas que pongan los padres.

 

Referencias

http://www.ceril.cl/index.php/profesionales-2/12-publicaciones/articulos/81-problemas-emocionales-en-ninos-con-trastornos-de-lenguaje-y-comunicacion-ceril

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