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Jugar juegos en Psicopedagogía.El juego en psicopedagogía (parte 5)

¿Qué juego utilizar en cada contexto psicopedagógico, ya sea preventivo o terapéutico? La respuesta es imposible de universalizar. Cada niño y cada psicopedagogo, no sólo es diferente, sino que juntos crean un espacio de juego nuevo.
Aún en el transcurso de un mismo proceso, sea terapéutico o no, hay variables que influyen e introducen cambios en el camino que no siempre son previsibles. La riqueza está más bien en el jugar, más que en el juego, si tomamos la diferenciación que propone Mantilla (2000), quien diferencia entre el juego – como estructura - y el jugar como aquello individual a través del cual será “llenado” el juego. Basándonos en la distinción que la autora propone, y contextuándolo en la psicopedagogía, podríamos decir que el juego –sea cual fuere- se transforma en una herramienta con sentido que deberá promover el jugar. El juego es casi una excusa, para provocar el jugar que, en definitiva es nuestro objetivo, desde un ángulo o de otro. El jugar, el aprendizaje autónomo, la creatividad, que están entrelazados entre sí, son nuestras metas, para lo cual implementaremos diferentes tipos de juegos.

Los juegos no despiertan en cada persona ni los mismos sentimientos, ni las mismas estrategias. El modo de encarar, llevar adelante y resolver un juego, nos permitirá elaborar hipótesis diagnósticas para la continuación de nuestro trabajo. Esto es no sólo en el área terapéutica, sino también lo podremos implementar en el ámbito educativo, laboral y en algunas otras situaciones. Implementar determinados tipos de juegos, que requieren utilizar ciertas funciones o habilidades, pondrán en evidencia las posibilidades de cada jugador. En los juegos de estrategia, los diferentes estilos de resolver cada situación –los puntos de vista que puede tener en cuenta en una misma jugada, el espacio que utiliza, etc.-, nos darán una clara aproximación de los niveles de pensamiento, donde, a partir de intervenciones nuestras, en algunos casos, podremos evaluar aún más cada caso, creando conflictos necesarios para provocar reequilibraciones. Cuando los niños son muy pequeños, se requerirán materiales diversos que permitan un juego más simbólico, aún cuando este tipo de juegos no se limite a ciertas edades. Todo tipo de material inestructurado, permitirá una mayor simbolización y expresión del mundo interno, a partir de lo cual se podrán trabajar otros temas relacionados al aprendizaje. Otro tipo de juguetes como pueden ser muñecos, familias de muñecos, animales favorecen el trabajo de aspectos relacionados con el entorno socio-emocional, fortalezas y debilidades emocionales, sistemas vinculares, etc.

Vale mencionar aquí también el juego en el contexto familiar, donde, no sólo a modo de diagnóstico, sino también dentro del proceso terapéutico, nos brinda elementos importantes para trabajar vínculos familiares, modalidades de aprendizaje, que favorezcan también el proceso de aprendizaje del paciente. Pero también desde lo preventivo, el juego familiar, ya sea desde el ámbito escolar, como desde otros centros comunitarios, ofrece estímulos importantes para un proceso y desarrollo de aprendizaje más sano entre sus miembros. El proceso a través del cual la familia genera actividades lúdicas y los resultados del mismo, reflejan las posibilidades que la misma tiene para resolver diferentes situaciones (Harvey, 2000).

La posibilidad de juegos en la tarea psicopedagógica, es –casi- ilimitada. Dependerá del encuadre, del contexto en el que cada tarea se desarrolla, de los objetivos específicos, que se enfaticen determinados tipos de juegos. Por otro lado, determinados juegos son desaconsejables al promover mayor aislamiento y juego estereotipado como pueden ser juguetes de control remoto, mecánicos, juegos que fomentan una actitud pasiva, de espectador en el jugador (Landreth, 2002). Si bien este autor se refiere estrictamente al contexto terapéutico, estas indicaciones son extensibles a otros ámbitos, donde la interacción con un coordinador y con otros jugadores sea uno de los objetivos. Si el jugar es un fenómeno eminentemente social –sobre todo al referirnos a un juego sano-, los juegos que fomentan una actitud antisocial o aislamiento, no son indicados en líneas generales.

Más allá del juego que se implemente, del contexto en el que se desarrolle, y de los objetivos, el psicopedagogo deberá estar siempre como “jugador disponible”. Habrá situaciones en las que formará parte del jugar en otras deberá permanecer fuera de la zona de juego, pero sin perder la disponibilidad tanto para entrar en el momento que se le solicite y sea necesario, como para salir cuando le sea solicitado. La inserción en el juego no se puede prefijar de antemano, dependiendo de cada vínculo en particular, habiendo situaciones en las que el psicopedagogo evaluará más saludable permanecer al margen del juego a los efectos de promover un mayor grado de autonomía en el jugar de los demás y consecuentemente también en sus aprendizajes.


Conclusiones

Así como el juego tiene múltiples acepciones, dependiendo del contexto en el que se emplee, de la teoría que lo estudia, su inclusión en el campo psicopedagógico, también se verá afectado por diversas variables. El juego en psicopedagogía es de alguna manera una herramienta, y el jugar es principalmente el modo de vincularse con los demás, tanto desde lo preventivo como desde lo terapéutico. Cabe aclarar aquí que no todo es juego y jugar en psicopedagogía, pero no deberá permanecer al margen. Para ello el psicopedagogo deberá haber jugado no sólo en su infancia, sino en todas las etapas de su vida, y seguir jugando como profesional. De lo contrario, difícilmente pueda promover situaciones lúdicas en los demás.

Retomando el concepto de juego detallado al comienzo de este trabajo, es importante que como psicopedagogos podamos reconocer, comprender y respetar ese tiempo y espacio diferente en el que se desarrolla el juego. De lo contrario, corremos el riesgo de invadir zonas de juego que no nos pertenecen, con la posibilidad de interrumpir el jugar. Ni los juguetes que el niño utiliza ni la manera en la que el niño juega con los juguetes es indicación absoluta de un área de problema emocional. Factores ambientales, sucesos recientes y situaciones económicas desfavorables pueden ser factores estructurantes (Landreth, 2002). Las reglas de juego, nos permiten un desarrollo claro y ordenado, a partir de las cuales los jugadores –en conjunto o no con el psicopedagogo- podrán crear y recrear los juegos adecuándolos a sus propias necesidades. Un aspecto fundamental a tener en cuenta como psicopedagogos, es el aspecto de la libertad del juego y del jugador: no podremos exigir que los demás –sea paciente, alumno, niño, adulto, etc.- juegue o juegue como uno pretenda. Se deberá crear el clima adecuado para que el jugar sea posible y los jugadores puedan expresarse con libertad, si esto no es posible en un primer momento, se deberán analizar los obstáculos, desarrollando nuevas estrategias para lograr los objetivos. La modalidad de intervención y el timing, lo definirá el marco teórico que sostenga nuestro trabajo en cada contexto.

Si consideramos por un lado que el aprendizaje en un sentido amplio es el objetivo central de la tarea psicopedagógica, independientemente del área en el que se desempeñe la misma, y por otro lado las posibilidades que abre el juego al aprendizaje, el triángulo presentado anteriormente se cierra y puede formar la base para el desarrollo profesional.

 

Referencias

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Landreth, G. (2002). Play therapy. The art of the relationship. New York: Brunner-Routledge.
Mantilla, L. (2000). De juegos a juegos: los juegos y la experiencia del jugar. En J.Ramos & J. Martinez, coord., Diversas miradas sobre el juego, pp. 13-48, México D.F.: Editorial Tierra Firme.
Marquardt, M. (1999). Action learning in action. Palo Alto: Davies-Black Publishing.
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