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Entrevista a Sonsoles Perpiñán, autora del libro Tengo un alumno con síndrome de Down (Parte II)

La presencia en el aula de un niño con síndrome de Down supone un reto para toda la comunidad educativa. Hay muchas emociones que tiñen esta experiencia: desde el miedo a lo desconocido hasta el entusiasmo por construir marcos educativos inclusivos.

Sonsoles Perpiñán describe en su libro numerosas estrategias educativas fáciles de aplicar en el aula para dar respuesta a las necesidades del niño con síndrome de Down.

Dentro del aula los compañeros estimulan al alumno con síndrome de Down, pero ¿qué otros beneficios reciben los niños con síndrome de Down al convivir con los otros alumnos?

Los compañeros del niño con síndrome de Down son una fuente inagotable de estimulación. Interactúan con él desde la igualdad, sin plantearse los prejuicios que marcan el comportamiento de los adultos, sobre todo en la etapa de Educación Infantil que es cuando se inicia la inclusión educativa. Los compañeros de clase le hablan, le proponen juegos y le ayudan en la realización de muchas tareas. Pueden quitarle los juguetes sin piedad o exigirle una conducta concreta, lo que le obligará a desarrollar sus capacidades, todo ello desde la espontaneidad propia de la infancia. Además crean situaciones de aprendizaje que motivan a nuestro alumno de forma especial. Imitar a sus compañeros o participar en sus juegos es una experiencia muy gratificante para él y para alcanzarla pone en marcha todas sus habilidades. Intenta comunicarse con ellos y se esfuerza para estar a la altura en un juego, cosa que a lo mejor no hace con los adultos que tienden a ser más permisivos con él.

Se pueden distinguir dos tipos de aprendizaje en los que la influencia de los compañeros es decisiva: el aprendizaje por modelado y el aprendizaje mediado.

El aprendizaje por modelado es aquel  en el que el niño con síndrome de Down observa e imita las acciones de los demás. No siempre puede comprender un razonamiento o una argumentación, sobre todo si es larga y compleja, pero sí comprende bien el contexto y a base de imitación adquiere hábitos, rutinas o estrategias de aprendizaje que van a resultarle muy útiles.

El aprendizaje mediado, se produce cuando los compañeros le ofrecen objetos diversos para experimentar, le explican las razones  por las cuales se producen los acontecimientos, guían sus procesos de razonamiento preguntándole los “¿por qué?” o los “¿cómo?”, para que él justifique sus actuaciones y amplíe sus planteamientos. Se convierten en sustitutos del profesor imitando las estrategias de éste pero incluyendo en el proceso elementos motivacionales para el niño con síndrome de Down que se muestra altamente complacido por la intervención de su compañero.

Me gustaría significar que el beneficio de la inclusión no solo lo recibe el niño con síndrome de Down, sino todos los niños del aula. Comprender la diversidad supone una experiencia trascendental en la vida de todas las personas. Un niño con necesidades educativas especiales aporta a todos sus compañeros la oportunidad de aprender valores de tolerancia, solidaridad y justicia social. Si consideramos que educar es preparar a la infancia para su futuro, tal vez estos contenidos sean más importantes que otros más académicos y les doten de recursos para enfrentarse a la realidad social y a las adversidades por las que ineludiblemente tendrán que pasar a lo largo de su vida.

 

 

¿Se llegan a presentar burlas dentro del aula? Si fuera el caso ¿cómo se debe manejar la autoestima del niño con síndrome de Down?

Si el clima del centro es de respeto y de valoración de las diferencias no tienen por qué aparecer, trabajamos en la convicción de que las actitudes de los adultos se transmiten a nuestros alumnos. Pero tampoco podemos adoptar posturas ingenuas. Por desgracia pueden aparecer estos comportamientos porque no siempre es fácil controlar todas las variables o todas las influencias que tienen los niños, no solo en la escuela sino en la sociedad en general.

Yo creo que estos comportamientos son totalmente inaceptables y deben ser abordados por los tutores con seriedad y posiciones firmes para que los niños comprendan las consecuencias de sus comportamientos. Una burla hace mucho daño a nivel emocional. Habría que buscar comportamientos compensadores hacia el niño con síndrome de Down.

La autoestima del niño con síndrome de Down la tenemos que trabajar como con cualquier otro niño. Mostrándole sus capacidades, dándole responsabilidades, planteándole tareas acordes con su capacidad, ayudándole a entender su condición específica de persona con síndrome de Down y garantizándole vínculos afectivos saludables. En el capítulo 10 del libro pueden encontrarse algunas sugerencias sobre cómo trabajar la autoestima del niño. 

¿Cómo aprende un niño con síndrome de Down?

Hay algunas características específicas del perfil de aprendizaje del niño con síndrome de Down. Sería muy largo explicar aquí como aprenden. Por considerar los aspectos más significativos podríamos decir que son niños visuales más que auditivos, por lo que es muy importante apoyar la enseñanza en imágenes o materiales manipulativos más que en explicaciones. También son niños con buena capacidad para imitar por lo que podemos aprovechar este potencial y ofrecerles modelos en otros compañeros o en los adultos que les ayuden a regular su comportamiento. Por sus características de memoria, mejor la procedimental que la declarativa, aprenden mejor procedimientos, hábitos de comportamiento que razonamientos o deducciones lógicas por lo que les propondremos estrategias estructuradas que repetiremos con frecuencia para que puedan asentarlas bien. Suelen tener dificultades para generalizar sus aprendizajes, por lo que tendremos que trabajarlos en distintos ambientes, con distintos materiales o personas hasta lograr una adecuada adquisición.

Estas son algunas consideraciones a la hora de enseñar a un niño con síndrome de Down pero, por supuesto, hay muchas más. En la segunda parte del libro se describe con bastante detalle su estilo de aprendizaje específico y se ofrecen estrategias para abordar cada una de las limitaciones que presentan.

 

 

En el aprendizaje de la lectoescritura en niños con síndrome de Down ¿Cuáles son los principales pilares que se deben seguir o desarrollar?

Hoy sabemos que las personas con síndrome de Down pueden aprender a leer y a escribir lo que les ofrece una mejor comprensión de la realidad, mayor adaptación social y el aumento de su autoestima. En general tardan más en lograrlo y alcanzan un nivel sencillo de comprensión lectora, pero trabajar estas habilidades es muy importante para ellos.

 

Resulta más eficaz el empleo de métodos globales de lectura que plantean preferentemente la vía directa aprovechando su potencial visual. Sus dificultades de memoria secuencial auditiva comprometen la conciencia fonológica y por tanto el acceso a la lectura a través de la vía indirecta. Un ejemplo de método que ha demostrado desde hace muchos años su eficacia con niños con síndrome de Down es el de Mª Victoria Troncoso. Se trata de un proceso secuenciado con pasos muy definidos, cada paso se aborda una vez adquirido el anterior.

 

Conviene usar apoyos visuales y manipulativos. Los primeros pasos de la lectura deben darse  empleando tarjetas con palabras en distintos colores e imágenes para facilitar la comprensión y además empezar pronto con la lectura porque este proceso refuerza también la expresión oral.

 

Yo creo que es importante separar el aprendizaje de la lectura del de la escritura ya que cada uno requiere habilidades diferentes, algunas de ellas más afectadas en los niños con síndrome de Down. Si vinculamos la lectura con la escritura podemos frustrarle mucho ya que sus dificultades manipulativas imponen un ritmo más lento de acceso a la escritura y le impedirían avanzar con la lectura, limitando sus posibilidades de progreso.

Una vez que han aprendido a leer, conviene proporcionarles materiales de lectura fácil cuyas características les faciliten la comprensión y el disfrute de leer.

 

En la escuela se debe hacer una adaptación del currículum para facilitar el aprendizaje. Esta adaptación curricular ¿es igual para todos los niños con síndrome de Down?

La propia palabra adaptación curricular ya lleva implícita la necesidad de que sea diferente para cada uno de los niños. Se trata de adaptar el currículo, o sea lo que hay que enseñar y cómo hacerlo a las características y necesidades concretas de cada alumno. Si como hemos visto antes, cada niño con síndrome de Down es diferente, no podemos pensar que nos sirva una misma adaptación para todos ellos.

Me gustaría también en este tema ofrecer una visión personal desde la experiencia. Yo creo que una adaptación curricular ha de ser un instrumento útil. En ningún caso un documento prescriptivo que quede guardado en un cajón. Y sé de lo que estoy hablando. Hay que buscar estrategias que realmente sirvan al tutor. A veces no se trata de decisiones complicadas o descripciones metodológicas muy bien fundamentadas pero poco útiles. En la escuela, en el día a día, es imprescindible tomar decisiones sencillas, ágiles, pero que den respuesta a las necesidades concretas y reales de cada niño y de cada tutor. Esas decisiones han de ser compartidas por todos los profesionales implicados en la intervención con el niño y por supuesto con la familia y tienen que ser fundamentalmente prácticas. Con frecuencia hay que buscar soluciones creativas a las dificultades que van surgiendo e imprimir un ritmo dinámico en el que los objetivos y las actividades vayan cambiando pare evitar el aburrimiento del niño y de todos los adultos implicados.

La adaptación curricular ha de permitir hacer una evaluación continua en la que puedan observarse los progresos. Si se definen los objetivos de trabajo en términos muy generales, no es posible evidenciar los logros y el proceso de intervención con el niño se estanca.

Hacer adaptaciones curriculares implica, además de estrategias pedagógicas, tiempos para poder revisar, proponer, cambiar y sobre todo actitudes por parte de los adultos de la escuela de coordinación, eficacia y expectativa positiva.

Las estrategias educativas que plantea en su libro ¿se pueden implementar en cualquier escuela?

Por supuesto. Se trata de ideas y sugerencias que cada tutor puede poner en práctica, modificar y mejorar. Estoy convencida de que los docentes disponen de muchos recursos personales para buscar alternativas a su día a día. De hecho la mayoría de las estrategias que propongo en el libro son sencillas, están basadas en la forma concreta de relacionarse con el niño. Constituyen un conjunto de ideas ordenado que seguramente emplean la mayoría de los profesores. Tal vez lo que el libro aporta es una estructura que permite descubrir para qué sirven muchas acciones educativas. Cuando el tutor toma conciencia de que por ejemplo, el empleo de imágenes, el uso de los espacios del aula, la implicación de los compañeros en estrategias de aprendizaje mediado o colaborativo o multitud de otras estrategias que se describen en la segunda parte del libro, son útiles para algunos aspectos concretos del estilo de aprendizaje de este niño, se siente más seguro y se motiva a probar o simplemente refuerza una metodología que ya venía utilizando.

Yo creo que los profesionales necesitamos sentirnos seguros sobre lo que hacemos y fundamentar nuestras actuaciones pedagógicas. Este libro puede ayudar a muchos docentes a dar valor a lo que ya están haciendo o a descubrir nuevas opciones con las que experimentar.

Algunas serán más útiles en la etapa de Educación Infantil, otras para otros niveles pero seguro que cada tutor sabrá adaptarlas a las condiciones concretas de su aula y de sus niños.

Sabemos que tiene una amplia experiencia en la educación de los niños con síndrome de Down. ¿Qué la inspiró a escribir este libro?

Treinta años de intervención en diferentes escuelas me ha permitido aprender mucho de los maestros con los que he colaborado estrechamente. Han pasado por mis manos muchos niños y niñas con síndrome de Down y he caminado al lado de sus familias durante mucho tiempo. Siempre he apostado muy fuerte por la colaboración con las familias y he podido observar resultados muy favorables. En ese recorrido, he descubierto algunas fórmulas para trabajar con los profesionales de la escuela, con las familias y con los niños que creo que son muy valiosas y me he aventurado a compartirlas con todas aquellas personas que, como yo, buscan caminos para ofrecer a los niños lo mejor.

Creo que todas esas personas que me han acompañado son también autores y autoras de este libro porque con su esfuerzo y sus ideas hemos ido construyendo una forma concreta de hacer.

 El objetivo principal de este libro es contagiar de entusiasmo a muchos profesionales de la escuela porque la inclusión es difícil pero es posible. Me gustaría ayudar a disminuir el miedo y la inseguridad que muchas veces envuelve el proceso, porque si nos liberamos del miedo reduciremos las resistencias o las defensas, buscaremos alternativas y nos sentiremos mucho mejor.

El papel del docente en la sociedad es muy importante, transmite valores a la infancia en pleno proceso de desarrollo de su personalidad. Tiene en sus manos lo más valioso, los  ciudadanos que van a construir la sociedad del futuro. La inclusión en la escuela de niños con síndrome de Down es una oportunidad para todos de descubrir la diversidad, la tolerancia y la solidaridad, siempre que el profesional de la escuela crea que es posible y ponga en marcha mecanismos apropiados para asegurar el éxito de esta inclusión.

Educar a un niño con síndrome de Down no es fácil pero constituye una experiencia profesional y personal realmente apasionante.

 

 

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