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¿Pueden los padres ser logopedas de sus hijos?

Este trabajo nace a partir de las cartas que he recibido de padres y madres, en los que solicitan ejercicios para abordar aspectos del lenguaje de sus hijos/as, dinámicas para hacer desde casa, aportaciones teóricas para entender las causas y efectos de las diferentes patologías.

Esta es una pregunta abierta, que presenta muchos matices, a los que intentaremos responder a lo largo de esté artículo. Debo destacar, que he recibido varias aportaciones por parte de logopedas /fonoaudiólogos/ terapeutas del lenguaje, que contemplan distintas posturas referentes a esta cuestión.

Este trabajo nace a partir de las cartas que he recibido de padres y madres, en las que entre otras cosas, solicitan ejercicios de articulación para corregir algún fonema, reclaman técnicas varias para explorar el lenguaje, estrategias para estimular el habla de los niños/as que presentan trastornos, piden dinámicas para hacer desde casa, aportaciones teóricas para entender las causas y efectos de las diferentes patologías, etc.

Como logopedas, lo primero que tenemos que tener presente, es que cuando los padres y madres, se enfrentan ante el fenómeno desconocido de las patologías diversas del lenguaje y del habla de sus hijos, inicialmente suelen manifestar y adoptar diferentes actitudes: confusión, inquietud, ansiedad, estado de alerta, negatividad, exceso de valoración de la dificultad, exaltación, desinterés, etc.
Podemos observar, que no existe una uniformidad de actitud, frente a las dificultades y por lo tanto, nuestras actuaciones, deben contemplar, en la dinámica de acogida de las familias, los diferentes patrones de actuación.
Si queremos recibir colaboración del “núcleo familiar” debemos comprender la realidad de la familia y encauzarla, como aliada para apoyar y no bloquear nuestra intervención.

¿Qué le pasa a mi hijo que no habla como los demás? ¿Por qué no le entendemos lo que dice? ¿Por dónde comenzar? ¿Qué hacer para ayudar en la recuperación de los hijos/as?

Como si se tratara de un rompecabezas, los padres se encuentran ante un acontecimiento al que no estaban preparados y al hay que descubrir, informarse, decifrar, elaborar y asumir. ¡Menuda tarea que deberán afrontar! En muchas ocasiones, las piezas están dispersas y hay que comenzar a ponerlas en el lugar adecuado, buscar la posición exacta, intentar, repetir el intento, hasta arribar al objetivo que se plantean: ayudar a sus hijos/as, dándole lo mejor de si mismos.

Muchas veces, la familia está llena de dudas, inquietudes, consultas claves, que para esclarecerlas, desestimarlas y/o confirmarlas, requieren de la opinión de especialistas. Los logopedas deberán crear la confianza suficiente para resolver las consultas planteadas.

Por lo expuesto, la respuesta que se sale a la luz es no esperar indefinidamente para hacer una consulta inicial al logopeda, una consulta de tipo orientativa o una consulta diagnóstica, bajo el consejo del equipo interdisciplinario, según sea el caso.

¿Línea de partida?

Frecuentemente, los datos aportados a los padres, por parte de los especialistas, están cargados de palabras técnicas, resúmenes poco específicos, datos sin desarrollar y alguna vez, me he encontrado con un nombre de una patología, sin más explicación. Ello suele crear angustia y ansiedad y si no hay una contención psicológica, suele crear malos entendidos, desconfianza con respecto al diagnóstico, el pronóstico y nuestra actuación.

Lo primero es recibir información en el amplio sentido de la palabra. La información es la primera herramienta, el motor que enciende el proceso de rehabilitación. Ayuda a centrar la energía de la familia y puntualizar los recursos existentes en la comunidad donde se encuentra el niño/a.
Siempre recomiendo que los padres vengan acompañados de un cuaderno, en el que puedan escribir las preguntas que los angustian, las observaciones iniciales, lo que no ha comprendido de las sesiones.

Los especialistas deberán tener dentro de sus líneas, el aliado de la información, con la finalidad de despejar y encauzar el cúmulo de preguntas.
En el caso, que no lo podamos resolverlas, porque van más allá de nuestra disciplina, es conveniente derivarlas al equipo interdisciplinario, para que las trabaje dentro de la dinámica del grupo y se de una respuesta alunísona al caso, o se derive a otros especialistas. En casos extremos, por ejemplo, de plurideficiencias, es recomendable llevar el estudio del caso a supervisión logopédica, antes de realizar algún abordaje. Esta acción dará seguridad al profesional y de cara a la familia, tendremos más elementos como para enmarcar el caso.

Por otro lado, en la actualidad, se cuenta con el recurso de información elaborado por: Asociaciones de padres y/o familiares /grupos de ayuda/ Organizaciones no gubernamentales, que recopilan el material existente de las diferentes patologías, ofrecen listados de direcciones a donde recurrir como primera medida y contienen las demandas de los padres/madres. Si bien es cierto, que en algunas regiones se está en proceso, se puede decir, que cada vez es mayor el tejido cooperativo. En éste punto es de fundamental importancia, la figura del/la trabajador/a social quien busca, organiza y gestiona los servicios existentes en la comunidad.

¿Deme algún ejercicio para corregir...?


Todos nos hemos enfrentado ante esta pregunta y de alguna manera, hemos tratado de explicar, que la mera repetición de un ejercicio, no garantiza la concreción de nuestros objetivos.
Generalmente, los llamados “ejercicios de articulación”, responden a un plan de trabajo, a una consecución de objetivos, a un ajuste, en base a los progresos que se vayan observando en el niño/a, a la finalidad de la generalización y de su uso en diferentes contextos.
También hay que tener presente, la duración, intensidad y utilización de recursos de apoyo, por ejemplo: recursos visuales, auditivos, juegos, etc. (fotos, material concreto, material didáctico, audiovisuales, programas informáticos, cuentos infantiles, etc.),

No sería muy fácil, dar rienda suelta a ejercicios para resolver dificultades y trastornos. Los padres, se pueden sentir involucrados emocionalmente, al intentar poner en marcha, por ejemplo, los ejercicios de articulación. Solo los profesionales pueden asumir el rol, ya que se requiere de una formación para detectar, Identificación de la severidad, la evolución probable de los déficit, enmarcar la problemática, elaborar hipótesis de trabajo, pronosticar, desarrollar una programación y hacer un seguimiento.

Aspecto emocional de la familia. Existen fases prototípicas relacionadas con éste aspecto:

- Fase de shock inicial:Se sitúa al recibir el diagnóstico inesperado. No reconocen que su hijo presenta necesidades especiales, a las que se deberá dar una respuesta. Se entristecen ante la evidencia de la dificultad, discapacidad o alteración. Aparecen etapas de culpabilidad (reproches / autorreproches).

- Fase de esperanza. Se da esta fase cuando se comienza a asumir la realidad del niño/a. Hay una reconciliación evidente.

- Fase de aceptación. Los padres buscan soluciones, información, adoptan una postura activa, constructiva y participan de la estimulación de sus hijos/as.

- Fase de ajuste. Se desarrolla una etapa de acomodación y equilibrio. Reconocen las diferencias de sus niños/as.

Estrategias que normalmente suele utilizar la familia para educar a sus niños/as.

A) Estrategias negativas:

- Permisividad.

- Ausencia de consigna clara.

- Escasa negociación y escucha.

- Balanza desequilibrada en los llamados “Premios y castigos”.

- Ausencia de mediación.

- El “No” como referente.

B) Estrategias positivas (para desarrollar con la familia).

- Garantizar el tiempo de aprendizaje.

- Promover el diálogo en un entorno relajado y estimulador.

- Aceptar y recoger todo lo que los niños/as dan dentro del proceso de aprendizaje.

- Ofrecer ejemplos concretos que estén al alcance de los niños/as.

- Abordar las conductas excepcionales en un marco de mediación.

- Reforzamiento positivo y autoestima dirigida al niño/a.

- Desarrollo de las habilidades sociales de la comunicación.

- El juego como un elemento dinamizador del lenguaje.

- Pautar hábitos de lectura infantil.


Existen algunas palabras claves que definen la relación de la familia con el proceso de intervención logopédica: implicación, confianza, compromiso, co-participación, colaboración.

A modo de cierre y como conclusión, transcribiré algunos párrafos de una aportación recibida en el forum de nuestra web:

“En todo tratamiento o reeducación es necesario e imprescindible la ayuda, la implicación de los padres, pero...como padres. No podemos ser padres y a la vez logopedas. El grado de emotividad, la angustia, el análisis constante de su habla provocan tensión y desequilibrios que interfieren en la relación familiar. Desde mi experiencia como madre y como logopeda, aconsejo que cada uno debe ejercer su papel, en colaboración, claro está. El logopeda tratará el caso con la suficiente confianza y soporte para realizar la reeducación satisfactoria y no debe sentirse evaluado o comprometido profesionalmente con la madre-logopeda. Y la madre... debe ejercer de madre.
La mayor ayuda que pude dar a mi hijo fue no angustiarme, no evaluar y valorar cada frase o expresión y sustituirlo por ir al parque con él o mirar un cuento por el simple hecho de mirarlo o leerlo. Fue fantástico lo que descubrí y allí empezó realmente el "diálogo" con mi hijo. ¡¡Fue fantástico!!” (Isabel)

 

Referencias

Michael J. Guralnick, Forrest C. Bennett. Eficacia de una intervención temprana en los casos de alto riesgo. Colección rehabilitación. Inserso, Madrid, 198
Flo Longhorn, Programa sensorial para niños con necesidades especiales. Colección rehabilitación. Madrid, 1991.
Miguel Ángel Conesa, El arte de ser padres. Ed. Edaf, España.
Watzlawick -"EL LENGUAJE DEL CAMBIO". - Edit. Herder.
Carr, E. (1999). Tratamientos psicológicos en la infancia. Madrid: McGraw-Hill. Carrobles, J.A., y Pérez-Pareja, J. (1999).
Escuela de padres: Guía práctica de modificación de conducta para padres y educadores. Madrid: Pirámide. Clemes, H. Y Bean, R. (1991).
Cómo enseñar a sus hijos a ser responsables e inculcarles disciplina. Madrid: Debate. Jiménez, M. (1997).
Tratamiento psicológico de problemas infantiles. Málaga: Aljibe. (Capítulos 7 y 8).
Peine, H. Y Howarth, R. (1979). Padres e hijos: problemas cotidianos de conducta. Madrid Pablo del Rio
Bandura, A. (1983). Principios de modificación de conducta. Madrid: Sígueme.

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