Los malos tratos en la infancia no siempre son evidentes; a veces se disfrazan de frases autoritarias, silencios o exigencias desmedidas. Sin embargo, siempre dejan huellas a nivel neurobiológico, reflejadas en la vida cotidiana y la salud mental.
"A veces no puedo dejar de recordar aquella tarde", me confesó María en una de nuestras sesiones. "Tenía siete años y, después de caerme en el patio, fui corriendo hacia mi madre buscando consuelo. Estaba llorando, pero ella me miró y me dijo con tono cortante: ‘Deja de llorar, no seas exagerada. Si sigues así, te vas a quedar sola. Aquí nadie quiere niños débiles’. Desde entonces, aprendí a callar mi dolor y a esconder lo que sentía. Ahora, de adulta, no sé cómo expresar mis emociones ni por qué me cuesta tanto confiar en los demás".
En mi consultorio he tenido la oportunidad de acompañar a muchos adultos que, como María, reviven una y otra vez escenas similares de su infancia. Años después, buscan ayuda para sanar heridas profundas: baja autoestima, dificultades para mantener relaciones sanas, inseguridad ante los desafíos de la vida. Muchas veces, los conflictos cotidianos provocan en ellos reacciones automáticas que les generan arrepentimiento y dudas sobre sí mismos. Estos adultos, antes niños que crecieron en hogares donde se normalizaban conductas poco respetuosas, viven con la esperanza de que alguien les enseñe a amarse a sí mismos. Así se manifiestan, a lo largo del tiempo, las consecuencias del dolor no resuelto.
Los malos tratos en la infancia no siempre son evidentes; a veces se disfrazan de frases autoritarias, silencios o exigencias desmedidas. Sin embargo, siempre dejan huellas a nivel neurobiológico, reflejadas en la vida cotidiana y la salud mental. El cerebro infantil, en pleno proceso de maduración, es especialmente sensible al entorno emocional. Cuando el miedo o el estrés son frecuentes, la amígdala cerebral activa un sistema de alerta continua. El eje hipotálamo-hipófisis-adrenal libera cortisol para responder al peligro, pero el exceso de esta hormona, en ambientes inseguros o carentes de afecto, puede afectar al hipocampo y la corteza prefrontal, zonas clave para la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional.
Numerosos estudios han demostrado que la exposición prolongada al estrés o la falta de apoyo afectivo en la infancia se asocia con dificultades de atención, expresión verbal y autorregulación. Esto no solo impacta el presente, sino que puede dejar secuelas duraderas en la vida adulta.
Aquí es donde la crianza consciente cobra sentido. Cada vez más madres y padres, al mirar su propia historia, reconocen las heridas y limitaciones heredadas y deciden actuar de forma diferente. Eligen trabajar en su amor propio, sanar sus experiencias pasadas y romper patrones que ya no desean perpetuar. Este proceso implica mirarse con compasión y valentía, y comprender que el bienestar emocional de los hijos está profundamente ligado a la salud emocional de los padres.
El apego seguro, construido desde la presencia, el respeto y la empatía, es la base para regular el estrés y favorecer el desarrollo cerebral saludable. Educar desde el amor consciente no es solo un ideal, sino una necesidad real para el desarrollo pleno. Romper con los viejos patrones y apostar por una crianza más empática es, hoy, un acto de sanación personal y colectiva.
Reconocer y sanar las heridas de nuestra infancia no es tarea sencilla, pero es un acto de profunda valentía y amor propio. Como María, son muchos los adultos que buscan comprender y transformar esas viejas voces que todavía resuenan dentro de sí. Cuando madres y padres deciden mirar su propia historia y apostar por una crianza más consciente, no solo están cambiando el presente, sino también el futuro de sus hijos. Porque cada gesto de empatía, cada palabra de consuelo y cada intento de romper viejos patrones es, en realidad, una oportunidad de sanar juntos. Recordemos: el amor y el respeto que damos a nuestros hijos hoy, es la voz que resonará en su mente mañana.
En Espacio Logopédico queremos acompañarte en el desarrollo de tus hijos. Si tienes dudas, consulta con nuestros especialistas para recibir la orientación que necesitas.
Referencias
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