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Pedagogía del contenido

Los chicos han de tener claro que al colegio se va a aprender y a estudiar, aunque también hay momento para el juego, como son los recreos. Se les debe convencer de que el esfuerzo por aprender merece la pena, pues ofrece muchas satisfacciones. El profesor debe presentarse como una persona merecedora de respeto y el alumno ha de aprender a respetarse a sí mismo y a sus compañeros.

Arturo Ramo García | 31/08/2022

Recientemente se ha celebrado en Madrid un congreso sobre el fracaso escolar en el que se ha hecho público un estudio sobre “el fracaso escolar en la Unión Europea”. En él se destaca que España tiene uno de los índices más altos de fracaso con un 25 % en la E.S.O. por encima de la media de los países europeos que está en el 20 %.

Estos datos vienen a coincidir con el “Diagnóstico General del Sistema Educativo” elaborado por el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE) del M.E.C. que en sus conclusiones advertía del generalizado descenso de la calidad de enseñanza.

En el mundo educativo actual hay cierto desconcierto y perplejidad, y ni los padres, ni los profesores, ni la sociedad acaban de definir claramente hacia donde va el centro educativo y qué se debe enseñar.

Este problema actual lo ha tratado con suficiente rigor Mercedes Ruiz Paz en el libro “Los límites de la educación” (Grupo Unisón Ediciones. Madrid. 1997. 187 páginas). Se estudian los principales problemas educativos y propone una serie de soluciones que, desde el sentido común, defienden el papel de los profesores y la función que la educación debe desempeñar en la sociedad.
El primer problema que señala es que han bajado los contenidos educativos y se observa “la ausencia de criterio que la pedagogía oficial muestra acerca del valor de los contenidos culturales. Sólo la ignorancia es capaz de prescindir de contenidos culturales valiosos para la sociedad o, en el mejor de los casos, situar al mismo nivel de importancia en el programa de estudio los últimos avances científicos y los aspectos más irrelevantes de la vida cotidiana”.

Otro aspecto importante es la euforia metodológica que ha eliminado de los métodos de enseñanza el uso de la memoria y el ejercicio de la repetición que, utilizados en su justa medida, son herramientas muy valiosas para el estudio. Tanto la metodología como los contenidos son importantes y ambos se complementan de forma que la metodología tiene que adaptarse a la naturaleza de los contenidos.

También se ha devaluado la figura del profesor que aparece como una mezcla de monitor y experto en entretenimiento y “cuidador o animador socio-cultural de sus alumnos restándole presencia y relevancia en la sociedad, disciplina en las aulas y autoridad en los colegios”. El claustro de profesores ha perdido peso en favor del Consejo Escolar.

“Otro aspecto a mejorar es el papel de los padres que en muchas ocasiones se encogen de hombros” y participan mínimamente en la tarea común de la educación de los pequeños.

Han desaparecido del lenguaje escolar palabras como el sacrificio y la disciplina, imperando la falta de exigencia: sólo se intenta facilitar a los niños una felicidad utópica, concibiendo la vida escolar como un cuento de hadas. De esta forma los niños rehúyen el esfuerzo. “La moderna pedagogía nos ha enseñado, con una didáctica demoledora, cómo la tolerancia ilimitada, la permisividad extrema y en definitiva, la educación sin límites garantizan la educación en y para la impunidad”.

La autora de este libro defiende en sus conclusiones una Pedagogía del Contenido que eliminarían las actuales injusticias que se cometen con los alumnos que “estudian, trabajan y se esfuerzan”.

Los chicos han de tener claro que al colegio se va a aprender y a estudiar, aunque también hay momento para el juego, como son los recreos. Se les debe convencer de que el esfuerzo por aprender merece la pena, pues ofrece muchas satisfacciones. El profesor debe presentarse como una persona merecedora de respeto y el alumno ha de aprender a respetarse a sí mismo y a sus compañeros.

El centro conceptual de esta Pedagogía son los contenidos a transmitir en la enseñanza. Las habilidades, metodologías y didácticas se adoptarán en función de los contenidos como instrumentos eventualmente útiles, y nunca como generadores.
 

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