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Trastorno de la articulación por alteración neurológica: Disartria. Implicaciones y consecuencias. (Parte IV)

La respiración en la fonación exige un control excelente de las contracciones cinéticas y posturales de los músculos interesados, y en la primera parte del diafragma. Se entiende que el sujeto con disartria tiene alterado este control. Además, suele ser frecuente una desorganización entre la espiración y el movimiento laríngeo o entre el ataque vocal y la articulación fonética.

I.3.1. Funciones neurovegetativas.

I.3.1.1. Respiración.

    Tal como explica Puyuelo (1996), en sujetos que presentan disartria, suelen apreciarse con frecuencia trastornos respiratorios. En este tipo de lesiones se observan contracciones de la musculatura abdominal que entorpece el acto respiratorio: los abdominales se contraen en la espiración, lo que provoca la rápida salida del aire, o en la inspiración, dificultando la profundidad respiratoria. 

    La respiración en la fonación exige un control excelente de las contracciones cinéticas y posturales de los músculos interesados, y en la primera parte del diafragma. Se entiende que el sujeto con disartria tiene alterado este control.

    Además, suele ser frecuente una desorganización entre la espiración y el movimiento laríngeo o entre el ataque vocal y la articulación fonética.


I.3.1.2. Succión. 

    La acción de la succión es una de las primeras y más complejas habilidades integradas sensorio-motoras del recién nacido. Al inicio es un acto reflejo, pero luego comienza a ser de control voluntario que favorece el equilibro entre los grupos musculares y la parte ósea de la región oral.

    En su exposición, Retamal (2008) explica que se trata de una acción muy importante ya que es la base para las demás funciones orofaríngeas como la masticación, deglución, fonoarticulación y expresión facial.  La succión es el resultado de la coordinación de los músculos de la lengua, mandíbula y paladar blando. De esta forma, para que el acto de succionar sea exitoso, deben intervenir diversos órganos en su adecuada inervación: mandíbula, parte anterior de la lengua, labios en posición de barrera, maseteros elevando la mandíbula, cierre de la nasofaringe y músculos constrictores de la faringe. 

    En niños que presentan daños neurológicos, este reflejo de succión puede estar ausente en el momento del nacimiento, producirse con dificultad o permanecer más allá del tiempo normal, impidiendo que se desarrollen otros movimientos más complejos y/o aislados de los órganos bucofonatorios.


I.3.1.3. Deglución. 

    Factor indispensable para saber tragar la saliva es normalizar el proceso de deglución. Alcantud (2001) expone que el acto de tragar es altamente complejo, ya que implica movimientos secuenciales de los labios, lengua, paladar, mandíbula, faringe, laringe y músculos respiratorios. Esta secuencia motriz está coordinada por un centro de la deglución situado en la médula. La deglución normal se realiza en tres fases: oral, faríngea y esófaga: 

    La fase oral es una fase voluntaria donde se realiza la masticación y formación del bolo alimenticio con la ayuda de las secreciones salivares y los movimientos rotativos de la masticación. 

    La fase faríngea se inicia cuando el bolo entra en la orofaringe. En este momento se ponen en marcha unos reflejos involuntarios que lo empujan hacia abajo, a través del esófago. En esta fase los movimientos de la laringe cierran la epiglotis produciéndose con ello la interrupción de la respiración. Esta situación se produce porque la laringe constituye una vía de paso para los alimentos y para el aire. Es necesario apuntar la importancia de la coordinación entre la deglución y la respiración en el acto de tragar. 

    En la fase esófaga se ponen en marcha los reflejos involuntarios del músculo liso y esquelético (estriado) de la pared del esófago que mueven el bolo hacia abajo, hacia el estómago. 

    Según Thibodeau y Patton (1995), existe una relación entre la perturbación de la motricidad oral y el babeo. El desencadenamiento del reflejo de deglución normal depende del nivel de sensibilidad oral-faríngeo y la presencia de una disfunción oral-motriz (reflejada en los movimientos desorganizados de la lengua y la incoordinación de los músculos orales) y que impide que se desencadene adecuadamente la secuencia de movimientos del acto de tragar. 

    Por tanto, la sensibilidad oral en la primera fase de la deglución es esencial para el desencadenamiento de las contracciones faríngeas reflejas y su coordinación con las del esófago, ambas necesarias para el acto de tragar.


I.3.1.4. Masticación.

    Tal como indica Ferrer Sarmiento (2002), es considerada la función más importante del sistema estomatognático y corresponde a la acción de morder, triturar y masticar el alimento. La masticación tiene como objetivo principal fragmentar los diversos alimentos en partículas cada vez menores, hasta prepararlas para la deglución y la digestión, pero también es de gran relevancia en el acto de hablar, al estar relacionadas estas funciones como un dispositivo unitario. Masticar y vocalizar son funciones de tipo primitivo lo que puede explicar que en la fonación emocional se producen movimientos masticatorios que dan lugar al habla. Por eso, podemos decir que la masticación es la base generativa del habla.

    Ahora bien, la forma y movimiento de los maxilares depende en gran manera de las presiones musculares que sufren. Torres Gallardo (2008) observa que existen unos músculos principales que intervienen en la complejidad de los movimientos de la masticación.  El músculo masetero es el responsable de cerrar la mandíbula, de la masticación y de suministrar la tensión necesaria al maxilar inferior durante la deglución. La contracción y relajación del masetero permitirá los movimientos de la mandíbula. Además, tenemos el músculo buccinador, agente responsable del soplo, que también contribuye a la masticación. Los músculos de labios ayudan a retener el alimento; y los músculos de la lengua intervienen en el acto de masticación, al igual que los del velo del paladar.

    Si existe una alteración en los nervios que inervan la musculatura que controla la masticación, ésta se hará torpe, deficiente, desorganizada, pudiéndose producir acumulación abundante de saliva en la cavidad oral.

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